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El mundo|Domingo, 16 de agosto de 2015
OPINION

Un bis de Lula con Scioli

Por Martín Granovsky
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La entrevista a solas será el 10 de septiembre y juntos también van a inaugurar una UPA más, una Unidad de Pronta Atención de las que la provincia de Buenos Aires viene instalando a semejanza de los centros sanitarios de Brasil. El gobernador y candidato del Frente para la Victoria Daniel Scioli sigue apostando a una relación fuerte con el gigante vecino. Del mismo modo en que lo hizo con Néstor Kirchner en 2003, Luiz Inácio Lula da Silva conserva todo su arco tradicional de relaciones aquí pero no duda en mostrar sus preferencias en la política argentina ante las elecciones del 25 de octubre. Por eso la visita especial y la reunión con Scioli.

En abril último el gobernador ya estuvo a solas con el ex presidente en el Instituto Lula, el centro político que el líder del Partido de los Trabajadores dirige en el barrio Ipiranga de San Pablo. Cuando le contó que estaba satisfecho de haber tomado el ejemplo de las UPA de Brasil porque había logrado sacar de los hospitales la primera atención y descomprimir las guardias, Lula le dijo: “Invitame cuando inaugures una”.

Aquélla fue la misma reunión en que el ex presidente que gobernó ocho años desde el 1 de enero de 2003 le dijo a Scioli que un triunfo del Frente para la Victoria sería la forma de “evitar un retroceso”.

Expresada por un brasileño, la frase no es menor porque va más allá de lo que ocurra en la Argentina. Hoy mismo se realizará en las principales ciudades de Brasil una serie de cacerolazos bajo la consigna Eu vou (yo voy). El objetivo, tal cual aparece en las redes sociales, es el juicio político a Dilma Rousseff. El llamamiento conservador busca ganar consenso para lograr resultados en tres instancias. Una, la Corte Suprema, por las cuentas de campaña. Otra, el tribunal de cuentas, para que castigue a la presidenta por las reasignaciones presupuestarias. La tercera, el Congreso, donde los parlamentarios discuten si desgastar a Dilma y al PT y esperar las elecciones de 2018 o, mejor, tumbar ya mismo al gobierno. El clima se parece mucho al de los meses iniciales del primer mandato de Cristina, cuando se juntaron la Operación Antonini Wilson, la crisis generada después de la 125 y una notoria baja de la popularidad presidencial.

Según pudo establecer Página/12 ni el avance conservador en Brasil ni la disminución en popularidad de Dilma cambió el objetivo que Scioli transmitió a Lula en abril. En sus propias palabras, “relanzar la integración sudamericana para afirmar el desarrollo”. Tampoco varió su proyecto de entrevistarse no solo con Lula sino también con Rousseff en Brasilia para “reforzar la condición de socios principales en América del Sur”, lo cual traducido en argentino significa que para el país “Brasil es el principal socio en el mundo”. Sobre la última definición, en los últimos tiempos Rafael Follonier, el encargado de las relaciones internacionales del candidato, se ocupó de destacar en contactos públicos y privados, aquí y en el exterior, que esa sociedad entre la Argentina y Brasil no se limita al comercio sino al impulso de la infraestructura y de nodos industriales nacidos de una cooperación más estrecha. En la visión del candidato y de su asesor, la coincidencia con Brasil es tan fuerte incluso en posturas sobre el mundo que ni siquiera debiera generar ruido alguno en la política a desplegar por Buenos Aires y Brasilia en sitios tan variados como Sudamérica, América latina entera, los Estados Unidos, India, Rusia o China.

Un ejemplo reciente fue el de Cuba. Scioli visitó a Raúl Castro al día siguiente de que los cubanos abrieran su embajada en Washington y ambos hablaron de emprendimientos argentinos. Brasil está en la misma línea. Empresas brasileñas son el primer inversor privado en Cuba y Castro y Rousseff inauguraron juntos la primera fase de modernización del puerto de Mariel con una inversión de casi mil millones de dólares.

Los dos países acaban de dar señales de acuerdo mediante una reunión de alto nivel entre Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner, el 17 de julio, la más intensa desde que ambas son presidentas. Cristina recibió la Orden Nacional de la Cruz del Sur en el grado más alto, Gran Collar. Y el jueves último en Buenos Aires coordinaron políticas la sherpa de la Argentina en el Grupo de los 20, la embajadora en los Estados Unidos Cecilia Nahón, y el sherpa brasileño, Carlos Márcio Cozendey. Ambos asisten a las presidentas y coordinan sus posiciones sobre temas como los paraísos fiscales o el proteccionismo en el grupo que representa el 85 por ciento del PBI mundial y se reunirá el 15 de noviembre en Turquía.

Lula y su asesor internacional Marco Aurélio García, que continúa en la función con Dilma, definieron privilegiar la alianza con el Mercosur y la Argentina. Ni Dilma ni el ex presidente variaron de punto de vista. Un hecho interesante ocurrió en la semana que pasó. El presidente del Senado, Renan Calheiros, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, el principal aliado y según de qué dirigente se trate a veces la mayor piedra en el zapato del PT, escribió la llamada Agenda Brasil. Es un paquete de medidas, entre ellas jubilatorias, laborales y de medio ambiente. En un principio uno de los 28 puntos era la posibilidad de que Brasil firmara por su cuenta acuerdos bilaterales o multilaterales de comercio, lo cual significaría la muerte del Mercosur. Pero el viernes, a pedido del gobierno, Calheiros quitó el punto del paquete. Calheiros es, para el PT, la carta menos mala frente a dirigentes como Hernán Cunha, el presidente de la Cámara de Diputados que se convirtió en una figura francamente peligrosa para el gobierno. El plan de Cunha era que las cuentas nacionales fueran analizadas sólo por la Cámara baja, paso previo a un juicio político. Pero la Corte Suprema falló el jueves que deben ser las dos cámaras, Senado incluido, las que revisen los números. Menos poder para Cunha y más aire para Dilma.

Si Rousseff peleó por el Mercosur en esta situación tan crítica, la peor para los gobiernos encabezados por el PT en los últimos 12 años, es porque de veras le importa. En ese terreno común juegan Lula y Scioli.

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