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El mundo|Viernes, 25 de septiembre de 2015
OPINION

Claves de lectura

Por Washington Uranga

El discurso que Francisco pronunció ante el Congreso de los Estados Unidos tuvo la impronta típica del Papa, que se ha convertido en un referente de primer nivel en el escenario político internacional. Por el estilo y por los temas.

Para hablarles a los congresistas –y desde allí al mundo– no dejó de lado su condición de jefe de la Iglesia Católica pero, con plena conciencia del escenario, lo hizo con un lenguaje universal, destinado a los católicos y a quienes no lo son y se ubicó en una perspectiva interreligiosa frente a un auditorio que también lo es. Comenzó citando a Moisés, “el Patriarca y legislador del Pueblo de Israel”, y elogiando la labor de sus interlocutores, que “consiste en hacer que este país crezca como Nación”. Y de inmediato el Bergoglio cómplice y seductor de la audiencia dio lugar al Francisco que fija posición: “Están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política”, les dijo a los legisladores.

Ninguno de los temas importantes quedó por fuera del discurso. En su alocución utilizó siempre un lenguaje cuidadoso pero no exento de energía. Y siguiendo un estilo propio de sus intervenciones públicas, decidió dirigirse, a través de sus representantes, al “pueblo” de los Estados Unidos, en particular a los trabajadores, a los abuelos y a los jóvenes. Para su estrategia discursiva seleccionó, como modo de aproximación e identificación, utilizar cuatro figuras emblemáticas de la historia norteamericana: “Abraham Lincoln, la libertad; Martin Luther King, una libertad que se vive en la pluralidad y la no exclusión; Dorothy Day, la justicia social y los derechos de las personas; y Thomas Merton, la capacidad de diálogo y la apertura a Dios”. Y los presentó como “cuatro representantes del pueblo norteamericano”. Otro guiño a la audiencia.

Llamó a comprometerse, desde la perspectiva interreligiosa, en la defensa de la paz y a favor de la justicia: la cooperación entre las religiones “es un potente instrumento en la lucha por erradicar las nuevas formas mundiales de esclavitud, que son fruto de grandes injusticias que pueden ser superadas sólo con nuevas políticas y consensos sociales”, cuando “el mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión”. Y remarcó su prédica: esperanza, reconciliación, paz y justicia.

Habló de los inmigrantes y los refugiados y para hacerlo se reconoció él mismo como hijo de inmigrantes. Luego pidió una respuesta “fraterna” para los que llegan buscando mejores condiciones de vida y recurrió a una frase del Evangelio de Mateo: “Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes”. La mencionó como “una regla de oro”.

No tuvo pelos en la lengua para insistir, siguiendo a los obispos católicos de Estados Unidos, en la necesidad de abolir la pena de muerte. Muchos asistentes que habían aplaudido intervenciones anteriores permanecieron en silencio en ese momento. Y abogó por los pobres señalando que “la lucha contra la pobreza y el hambre ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que las provocan”.

También incluyó el tema ambiental y el cuidado de la naturaleza, una de las cuestiones que se descuenta serán centrales en su discurso de hoy en Naciones Unidas. Recordó lo dicho en su propia encíclica Laudatio Si, y dijo que “ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una `cultura del cuidado’”.

Criticó el armamentismo y pidió convertirse en “agente de diálogo y de paz” para “acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo” y “con el tráfico de armas”.

Hizo una firme defensa de la familia, con todo lo que ello significa desde la doctrina católica respecto del aborto y la indisolubilidad del vínculo, pero evitó usar tono polémico sobre estos puntos. Pidió “crear puentes” entre miradas diferentes e insistió en “iniciar procesos” antes que “mantener espacios”.

Ante el Congreso de Estados Unidos un Francisco en todo su despliegue, con una agenda que incluyó los temas clave de su magisterio, hablando en inglés y con un lenguaje cuidado, buscando seducir a su audiencia (la presente y la virtual) apoyándose en la propia historia y tradición norteamericanas y destacando a sus figuras emblemáticas. Un nuevo despliegue de la estrategia político-institucional de Francisco. Habrá nuevos capítulos.

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