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El mundo|Viernes, 21 de noviembre de 2003
LA MARCHA CONTRA EL BELICISMO OPACO LA DECLARACION BUSH/BLAIR

Un día negro para el visitante W

La conferencia de prensa que prepararon Bush y Blair quedó secundarizada con la manifestación en el centro londinense de 110 mil personas, según la policía, 200 mil para los organizadores; un grupo heterogéneo que le dio la espalda al mandatario de EE.UU.

Por Marcelo Justo
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Los más de 100 mil manifestantes, según la policía, protestaron pacíficamente por el centro de Londres en oposición a Bush.
Fue un día negro para los aliados. Los atentados en Turquía estremecieron a Gran Bretaña y ensombrecieron la visita de Estado del mandatario estadounidense. En una conferencia de prensa conjunta el presidente George W. Bush y Tony Blair negaron que la ocupación de Irak fuera la causa de los atentados y se comprometieron a seguir hasta el fin la guerra contra el terrorismo. En esos momentos comenzaban a confluir sobre el centro de Londres los más de 100 mil manifestantes que horas después derribarían una estatua de Bush en Trafalgar Square, bajo la mirada de otra efigie, la del almirante Nelson (ver nota aparte).
En la conferencia de prensa que tuvo lugar en el Foreign Office, los dos líderes intentaron demostrar su determinación a luchar contra el terrorismo. El lenguaje que utilizaron fue firme, duro, seguro. En resumen, previsible. “Una vez más debemos decir que de cara a este terrorismo no debe haber compromisos ni dudas sobre la necesidad de atacar esta amenaza donde sea que esté hasta que la hayamos derrotado completamente”, dijo un sombrío primer ministro Blair. Bush no se quedó atrás en la retórica guerrera. “Una vez más queda expuesta la naturaleza del terrorismo, su completo desprecio por la vida humana de gente inocente. Odian la libertad, odian a las naciones libres”, señaló el mandatario.
La conferencia de prensa, planeada inicialmente para proyectar una imagen de serena unidad, estuvo dominada por la urgencia y el drama de unos atentados que conmovieron a la sociedad británica. Las espantosas imágenes televisivas de Turquía y las opiniones que apuntaban a la invasión de Irak como la fuente del actual descalabro de la “guerra contra el terrorismo” provocaron una seca respuesta de Blair. “Estados Unidos no atacó a Al Qaida el 11 de septiembre. Fue la red de Osama la que atacó a Estados Unidos. De modo que seguiremos luchando hombro a hombro con Estados Unidos hasta eliminar este mal de la faz de la tierra”, dijo el primer ministro británico. El contrapunto con la opinión de los manifestantes sobre los atentados no podía ser más claro. “Esto es lo que dijimos que iba a pasar si invadíamos Irak. En vez de mejorar la seguridad, se iba a deteriorar”, manifestó a Página/12 un manifestante de pelo anaranjado que se dirigía a la Plaza de Trafalgar.
Lo cierto es que no había que tener pelo largo, ensortijado, teñido o estrafalario como algunos manifestantes para vincular ambos hechos. El propio Servicio Secreto británico, compuesto por gente muy formal si uno se guía por sus apariciones públicas durante el caso del científico aparentemente suicidado David Kelly, advirtió al primer ministro poco antes de la invasión que “podría desestabilizar la región y multiplicar el número de terroristas y atentados”. La alianza Bush-Blair tampoco pareció ofrecer ayer en la conferencia de prensa algún otro rédito visible. En relación con los 9 prisioneros británicos detenidos en Guantánamo, Bush señaló que estaban “trabajando el tema con el gobierno británico”, sin ofrecer ningún anuncio o garantía al respecto. Algo similar ocurrió con el tema de los aranceles estadounidenses del acero. Bush reconoció que el primer ministro había abordado el tema “no una vez o dos, sino tres veces”. Pero otra vez no hubo anuncios. “Estoy revisando el tema. En su momento tomaré una decisión”, dijo el mandatario estadounidense.
Bush se aloja en el Palacio de Buckingham, a menos de un kilómetro del epicentro de la manifestación, pero por la noche se encontraba en otra cena de gala, en la embajada estadounidense, devolviendo a la reina Isabel Segunda la invitación que le hiciera el miércoles. Mientras, el canciller británico Jack Straw ya estaba en Turquía y se esperaba que miembros de la unidad antiterrorista de Scotland Yard también volaran a Estambul para participar en la investigación.

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