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El mundo|Viernes, 23 de octubre de 2015
Habla Celso Marcondes, director del Instituto Lula

“El juicio político a Dilma no va a pasar”

Marcondes afirma que la oposición brasileña intenta dar un golpe a la paraguaya al presentar pedidos de impeachment. Pero existen internas partidarias que actuarían como freno.

Por Mercedes López San Miguel
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“Lula está en la calle discutiendo con la gente, es un gran conversador”, señala Celso Marcondes.

Celso Marcondes, director del Instituto Lula, denuncia que la oposición brasileña intenta dar un golpe a la paraguaya contra Dilma Rousseff. Entrevistado en Buenos Aires, Marcondes dijo que los pedidos de juicio político elevados al Congreso no prosperarán porque demasiados líderes opositores se disputan el sillón que Rousseff eventualmente podría dejar vacante. “El impeachment no va a pasar porque la oposición no se pone de acuerdo sobre quién va a entrar en el lugar de Dilma”.

Marcondes, ex asesor en Comunicación del Banco de Desarrollo de Brasil (Bndes) durante el gobierno de Lula da Silva, dialogó con Página/12 sobre las causas que precipitaron la actual crisis de Brasil. El experto participó en el seminario “Las corporaciones mediáticas y su incidencia en los procesos democráticos Sur-Sur”, organizado por el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (Cipdh). Marcondes señala que los conglomerados de medios, las elites conservadoras y parte de la justicia se unieron para obstaculizar al gobierno.

–¿Cómo analiza los nuevos pedidos de juicio político contra la mandataria Rousseff, siendo que una comisión parlamentaria acaba de exculparla del caso de corrupción conocido como Petrolao?

–Es una estrategia de la oposición para llevar hasta el final la lucha contra Dilma y también contra Lula. Las acusaciones vienen de todos lados: en Brasil hay un acuerdo entre las grandes corporaciones de prensa, los partidos de oposición y parte de la justicia para obstaculizar al gobierno. Por eso decimos que intentan hacer un golpe paraguayo como ocurrió con Lugo: buscan llegar a un tipo de acusación que lleve al impeachment de Dilma y, al mismo tiempo, hacen una campaña contra Lula. Saben que el ex mandatario se mantiene como un gran líder de Brasil y que puede volver en 2018 o antes, si hay un impeachment y nuevas elecciones.

Contra Dilma hay tres frentes abiertos: la operación Lava Jato (Lava Rápido), que es la que investiga los delitos de Petrobras. (N.de la R.: La Comisión Parlamentaria de Investigaciones sobre el desvío de fondos en Petrobras no encontró pruebas que imputen a Rousseff). El otro frente es el Tribunal de Cuentas de la Unión, que fiscaliza al gobierno. Algunos jueces de este tribunal son antiguos diputados de la derecha que dicen que las cuentas son irregulares. El tercer frente es el Tribunal Superior Electoral, que intenta decir que la financiación de la campaña para la reelección de Dilma es con dinero irregular.

–Todos esos intentos deben pasar por el Congreso...

–La oposición presentó un nuevo pedido de impeachment esta semana que dice que el gobierno de Dilma manipuló la contabilidad de los gastos del Estado en 2014 y 2015. Hoy tendríamos la mayoría oficialista en el Congreso porque el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) es una formación de centroderecha y socia del PT, ahora tiene siete ministros –tenía seis antes del cambio de gabinete–. Pero el PMDB está dividido en cuatro líneas internas.

–¿Una de esas internas responde al presidente de Diputados, Eduardo Cunha? El debe aceptar o no dar curso al pedido de juicio político.

–Cunha tenía hasta hace poco la mayoría de los diputados a su favor. Desde que él está siendo investigado por corrupción en la Operación Lava Jato tiene un tercio de los 66 diputados del PMDB. Cunha es un político con una trayectoria terrible, empezó en el gobierno de Collor de Melo, cuando era presidente de la empresa de telecomunicaciones de Río y tenía un vínculo muy fuerte con el tesorero de Collor, Paulo César Farías. Quedó comprobado que Collor y su tesorero se habían quedado con la plata que sobró de la campaña electoral. Cunha después se fue al PMDB, siempre con cargos públicos, con manejo de mucha plata. Cuando llegó a la Cámara de Diputados fue ganando poder; el año pasado fue el gran articulador de los nuevos diputados, ayudándolos a conseguir donantes para sus campañas. En enero de este año Cunha quiso ser el presidente de Diputados y todos decían que tenía fuerza para serlo. Ganó y se fortaleció para ponerle condiciones al gobierno. En ese momento Dilma calculó mal porque creía que podía tener un gabinete con menos políticos del PMDB, intentó dar fuerza a otros partidos y el PMDB quedó molesto con ella.

–En el golpe parlamentario contra Lugo en Paraguay fue clave el rol del vicepresidente Franco. ¿Qué sucede con Michel Temer?

–Temer es del PMDB de San Pablo, muy ligado al sector industrial, de una posición distinta a Cunha que es de Río. Renán Caleiros es otro hombre fuerte, preside el Senado y representa el estado de Alagoas (nordeste). Hay un cuarto político que es José Sarney, de Maranhao. Ellos tienen el control de cuatro regiones importantes. Si el Supremo Tribunal Electoral fallara que el dinero de campaña fue irregular, la fórmula Rousseff-Temer tendría que dejar el gobierno. En ese caso, Cunha sería presidente por noventa días y luego llamaría a elecciones. Pero Cuhna está siendo investigado y existen pruebas concretas en su contra sobre cuentas millonarias en Suiza. Cunha puede caer en cualquier momento.

–¿Le parece que puede avanzar un proceso de impeachment?

–Yo creo que el impeachment no va a pasar, porque la oposición no se pone de acuerdo sobre quién va a entrar en el lugar de Dilma. El partido más fuerte es el PSDB (Partido de la Socialdemocracia Brasileña) y tiene sus propias internas. El ex candidato Aécio Neves quiere el impeachment inmediatamente para llamar a nuevas elecciones, ya que él cuenta con el capital de la última elección. El gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, no desea un juicio político ya que también aspira a ser presidente y su estrategia es seguir desgastando a Dilma. José Serra, el tercer candidato posible –ya lo fue dos veces– pactaría con Temer. No hay acuerdo político. Además, tienen miedo de que un proceso de transición empeore la situación económica. Hoy tenemos el dólar a cuatro reales, el desempleo es del 9 por ciento, pero puede empeorar. Si hay una indefinición política muy grande, si hay manifestaciones callejeras a favor o en contra de Dilma, la inestabilidad continuará. Saben que los movimientos sociales y los sindicatos saldrán a la calle a defender a Dilma si intentan un golpe a la paraguaya.

–A Lula se lo acusa de tráfico de influencias

–Sí, con el trabajo que hace en el Instituto Lula. Se lo acusa de hacer tráfico de influencia en sus viajes al exterior para ayudar a las empresas constructoras a que obtengan préstamos del Banco de Desarrollo de Brasil. Todos los días hay una denuncia nueva de sus viajes a Angola, a Cuba, a Venezuela y todos los días le mostramos a la prensa nuestra contabilidad. Cuando Lula da charlas les cobra a las empresas, pero lo hace gratis si lo invitan medios, gobiernos, sindicatos o universidades. Gana plata con las conferencias, como Clinton y Cardoso.

–En el Instituto Lula explotó una bomba casera en agosto. ¿Qué ocurrió?

–Tenemos una novedad en la política brasileña que es la presencia de grupos de extrema derecha en las calles, como el Movimiento Brasil Libre. La derecha los usa como fuerzas de choque. Son los que hicieron los muñecos de Dilma y Lula, realizan manifestaciones muy pequeñas y salen en la portada de Folha de S.Paulo. La prensa les da una divulgación enorme.

–¿La crítica de Lula a la política económica de Joaquim Levy debilita al gobierno?

–Lula está todo el tiempo con Dilma, y él es una persona clave para que ella se mantenga en el gobierno. Ellos están de acuerdo en casi todo, pero también tienen desacuerdos. Lula discute la cuestión de la economía y defiende que se impulse el mercado interno, que hay que abrir el crédito para el consumo, que es la fórmula que él usó en su gobierno. Jamás dijo que quiere cambiar a Levy. Hay quienes lo dicen en su nombre.

–El ex mandatario dijo que la armonía política podrá resolver lo económico, ¿concuerda?

–La crisis política es más importante que la económica. Cuando Lula estaba en el gobierno tuvo una situación beneficiosa en lo económico. En Brasil crecía el mercado interno, el precio de los commodities como la carne y el petróleo era alto, el PIB crecía. Para un buen político era la situación ideal. Lula es un gran conversador y dialoguista. Con Dilma la economía no está tan bien, hay menos plata para repartir, y ella no tiene la experiencia política de él. Entre diciembre y enero Levy hizo todos los ajustes juntos, sin una discusión con el pueblo.

–¿Cuál es la salida a la crisis?

–Un liderazgo político muy fuerte que gane el respeto de la población. En este sentido el cambio del ministros es importante. El nuevo jefe de la Casa Civil es Jacques Wagner, muy hábil para el diálogo. Dilma nombró a funcionarios más abiertos con los movimientos sociales. Lula está en la calle discutiendo con la gente.

–Usted dijo que el PT no perdió las calles, pero que éstas no son las mismas. ¿Podría explicarlo?

–¿Se acuerda de las manifestaciones de junio de 2013 en Brasil? Empezaron con el movimiento Pase Libre, que pedía transporte gratuito en San Pablo. Primero eran 50 chicos y después 10 mil personas. La policía reprimió la marcha y al día siguiente la manifestación era de un millón. La gente marchó por distintos motivos, unos pedían democracia con salud, otros mejor educación y salud, otros condenaban la corrupción. La red Globo entró con todo para poner en agenda el tema. La derecha salió a la calle y el PT no supo responder a esa situación.

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