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El mundo|Sábado, 24 de octubre de 2015
LAS EVIDENCIAS DE CORRUPCION CAEN COMO CASCOTES SOBRE LA ESTRATEGIA DESTITUYENTE DE CUNHA

Nuevo revés para la alianza golpista en Brasil

Cunha terminó la semana implorando al Supremo Tribunal Federal que oculte los datos sobre su participación en la asociación ilícita formada en torno de Petrobras, y ayer la alta corte aceptó mantener bajo secreto de sumario la causa por sobornos.

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Cunha recibiendo un pedido de juicio político en contra de Dilma en la Cámara de Diputados el miércoles pasado.

La semana concluida ayer fue de baja intensidad política comparada con la anterior cuando la presidenta Dilma Rousseff estuvo a minutos de que se le inicie un impeachment, frenado por el Supremo Tribunal Federal a través de una medida cautelar. Desde el intento destituyente del martes 13 hasta la oposición ha sufrido una pérdida relativa de terreno en la guerra de posiciones frente a Dilma y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, cuidándole las espaldas. Los traspiés de la alianza golpista que comandan Eduardo Cunha y el ex candidato presidencial Aécio Neves no son mérito de un gobierno todavía tambaleante como es el de Rousseff, sino por las evidencias de corrupción cayendo como cascotes sobre Eduardo Cunha, quien mantiene su poder en la Cámara de Diputados gracias a pactos gangsteriles.

Cunha terminó la semana implorando al Supremo Tribunal Federal que oculte los datos sobre su participación en la asociación ilícita formada en torno de Petrobras.

Ayer la alta corte aceptó mantener bajo secreto de sumario la causa abierta contra Cunha por cobrar millones de dólares de soborno a compañías surcoreanas por el alquiler de sondas utilizadas en la extracción de crudo en aguas ultraprofundas. No hizo lugar, en cambio, a ocultar los datos sobre las cuatro cuentas de Cunha en Suiza y sus empresas de fachada, como jesus.com, empleadas para lavar de dinero de origen pecaminoso.

Son tantas las informaciones documentadas contra el congresista evangélico que prácticamente pasan inadvertidas las recientes denuncias de sus socios, como el lobista Fernando Soares (a) Bahiano, uno de los condenados en el proceso por estafar a Petrobras. Soares siguiendo el ejemplo de otros reos del Petrolao se avino a la “delación premiada” propuesta por el juez federal Sergio Moro para acortar su condena. El delator habló durante días sobre la trama en la que Cunha hacía las veces de capo.

Temido hasta por la gente del hampa, Cunha, el enemigo mayor de Dilma, invitaba a su casa a los demás miembros de la gavilla para establecer los montos de los sobornos y la forma de repartirlos, en parte a congresistas de su confianza.

Así las cosas, Cunha devino un personaje sin legitimidad para aprobar el pedido de impeachment que el miércoles le presentaron miembros del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, de Aécio Neves, junto a otros grupos opositores.

La foto que resumió la semana muestra a un grupo de estudiantes repudiando al jefe de la Cámara baja. Uno de los chicos le grita “andate a Suiza” a buscar la plata robada a lo que Cunha responde con gesto, similar al del arribista político encarnado por el actor Kevin Spacey en la serie House of Cards.

En el desgaste del diputado y la fractura de su pacto con Aécio Neves, se juega la suerte de corto plazo de la administración Rousseff. Dada la falta de imprevisibilidad de la vida política brasileña, nadie que pretenda analizar con seriedad el panorama, se arriesga a decir que fracasó el plan golpista.

Es posible, sin embargo, arriesgar que el gobierno sobrevivirá hasta el primer trimestre del año próximo debido al desgaste de Cunha, del Partido Movimiento Democrático Brasileño, y las vacilaciones del Partido de la Socialdemocracia.

En estos cinco meses Dilma y Lula, que no integra el gabinete pero influye más que cualquier ministro, están obligados a construir la gobernabilidad perdida desde el primero de enero cuando se inició el actual mandato de Rousseff.

Frenada, provisoriamente, la escalada desestabilizadora es el momento de poner en orden la economía en recesión debido a las medidas ortodoxas del ministro de Hacienda Joaquim Levy. Ayer Lula aseguró que no trabaja para la salida del ministro y ex funcionario del FMI a pesar de lo que se rumorea en los pasillos del Congreso y del Planalto. Y de las declaraciones formuladas esta semana por el presidente del PT, Rui Falcao, cuando recomendó al ministro adoptar medidas para reactivar una economía en recesión del 3 por ciento. Lula y el PT están conscientes de la necesidad de parar la espiral recesiva y su efecto colateral más nocivo: el crecimiento del desempleo, que según datos oficiales del jueves, subió al 7,6 por ciento en septiembre, con 1,8 millones de desocupados en las seis capitales más importantes.

Hasta el momento la crisis política contaminó en parte la economía, pero si ésta entra en una recesión aguda con desempleo arriba de los dos dígitos allí el gobierno no tendrá posibilidades de reconquistar sus bases electorales.

Las próximas semanas serán marcadas por el tironeo gobierno y oposición dentro en un clima de golpismo más o menos explícito. Y cuando no surjan denuncias para implicar al gobierno en el Petrolao se reciclarán historias antiguas. Eso fue lo que ocurrió el viernes cuando el grupo de medios Globo montó una cobertura especial, “minuto a minuto” de la deportación de un ex director del Banco de Brasil, Henrique Pizzolato, condenado a más de 12 años de prisión por el escándalo del Mensalao destapado en 2005. Denunciando no haber tenido derecho a defensa en la causa por el Mensalao, Pizzolato, antiguo miembro del PT, había huido a Italia en 2013, con un pasaporte falso que utilizó en el vuelo que lo llevó de Buenos Aires a Barcelona, de donde continuó viaje hacia Italia.

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