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El mundo|Lunes, 21 de diciembre de 2015
Las elecciones presidenciales dieron un vuelco histórico al mapa político en España

Las urnas repartieron el poder

El PP venció, aunque sin mayoría absoluta, los socialistas se ratificaron como segunda fuerza y los partidos Podemos y Ciudadanos quedaron en tercer y cuarto lugar, con un papel clave en la búsqueda de pactos para el nuevo Ejecutivo.

Por Flor Ragucci
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El PP de Mariano Rajoy perdió 63 diputados respecto de 2011, quedándose con 123 muy lejos de la mayoría absoluta.

Página/12 En España

Desde Barcelona

El bipartidismo perdió el mando de la política española y el Partido Popular (PP) perdió su mayoría absoluta, pero el grupo de Mariano Rajoy ganó las elecciones y el Partido Socialista (PSOE) se reafirmó como segunda fuerza. Nada es blanco o negro tras las elecciones presidenciales de este domingo en España. La pluralidad que ya modificó las reglas de juego durante la campaña electoral se ratificó en las urnas y el Congreso a partir de hoy se verá fragmentado como nunca. El partido encabezado por Mariano Rajoy obtuvo la victoria con 123 escaños y un 28,7 por ciento de los votos, el PSOE resultó segundo, con el 22 por ciento de los votos y 92 escaños, Podemos quedó en tercer lugar, con 69 diputados y Ciudadanos se convirtió en la cuarta fuerza con 40 parlamentarios, protagonizando una de las sorpresas de la noche tras meses de encuestas que le auguraban un ascenso mucho mayor.

Dado que ninguna agrupación consiguió la cantidad de escaños suficientes (176) para hacerse con la mayoría absoluta requerida para investir al nuevo presidente, la única salida es la búsqueda de pactos. Los partidos de centroderecha (PP y Ciudadanos) consiguieron juntos tan solo un diputado más (163) que los de izquierda (PSOE, Podemos e Izquierda Unida), lo cual implicará no sólo sentarse a negociar sino también hacerlo alrededor de una mesa más grande. Tanto el hipotético frente de izquierdas como el de derechas necesitarán incluir a otros partidos afines para formar gobierno, y las agrupaciones que también obtuvieron representación parlamentaria en estos comicios son la izquierda independentista catalana, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y los secesionistas de centroderecha Democràcia i Llibertat, con 9 escaños cada uno; los nacionalistas vascos PNV (6 diputados) y EHBildu (2 diputados), y Coalición Canaria (1 parlamentario).

Se abre así un abanico múltiple de posibilidades que deja al país ante las elecciones más inciertas de su historia. Todos hacen sus apuestas pero recién a partir de hoy los partidos empezarán a reunirse para plasmar en la realidad sus ofertas e intentar investir presidente antes de que se cumpla el plazo de dos meses marcado por la ley. Si eso no ocurre, el rey firmará un decreto y convocará nuevas elecciones.

De momento, lo que sí se puede afirmar en base a los resultados de estos comicios es el final de una era política marcada por el bipartidismo. El PP perdió 63 diputados respecto a 2011, quedándose con 123 muy lejos de la mayoría absoluta que ostentó durante su última legislatura. El PSOE, la otra gran fuerza tradicional, también bajó en 19 escaños con respecto a los que sacó en las anteriores elecciones y el porcentaje de votos obtenido fue cinco puntos menor. En cambio, dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, irrumpieron con fuerza en el Parlamento convirtiéndose en pieza clave para la formación de un nuevo Ejecutivo.

“Hoy ha nacido una nueva España que pone fin al sistema del turno”, afirmó Pablo Iglesias, líder de Podemos, al valorar los resultados en la sede de Madrid. Con más de cinco millones de votos y 69 escaños en el Congreso de los Diputados, el partido heredero del movimiento indignado se situó como tercera fuerza política, a 400.000 votos del PSOE. El apoyo en las urnas se vio reflejado, principalmente, en territorios clave como Cataluña y el País Vasco, donde son primera fuerza; y en antiguos bastiones del Partido Popular como Galicia, Comunidad Valenciana, Navarra, Baleares y Madrid, donde ocupan ahora el segundo lugar.

En su comparecencia, Iglesias condicionó cualquier acuerdo con otros partidos a que se reforme la Carta Magna y a tres puntos que, para su formación, son “inaplazables e imprescindibles”: el blindaje en la Constitución de los derechos sociales, la reforma del sistema electoral y el revocatorio ciudadano a mitad del mandato si el presidente no cumple su programa. Según fuentes del partido, la intención es esperar a después de las fiestas para negociar y pensar con calma una decisión que los coloca en una seria encrucijada. Los números de escaños instan a Podemos a investir a Pedro Sánchez para no permitir la continuidad de Mariano Rajoy al mando del país pero eso significaría un suavizamiento –aún mayor del que ya vienen haciendo– de su discurso. Iglesias, consciente de ello, quiso tomar distancia de esta posibilidad y recordó que el PSOE “ha obtenido el peor resultado de toda la democracia”.

Cierto es que los socialistas, con 90 escaños y el 22,02 por ciento de los votos, consiguieron el número más escaso de diputados en toda su historia –muy por debajo de los 110 que logró en 2011 con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato– pero, pese a todo, Pedro Sánchez logró mantenerse a flote dentro del partido y seguir siendo la segunda fuerza más votada. Y no solo eso. El líder del PSOE sería, de momento, la opción más probable para encabezar un Ejecutivo progresista en la nueva legislatura. Sánchez asumió, sin embargo, la victoria del Partido Popular e instó a la formación que dirige Mariano Rajoy a buscar su investidura. “España quiere izquierda y quiere cambiar, pero los españoles hoy (por ayer) han decidido que la primera fuerza política sea el PP. Por eso felicito a Mariano Rajoy y al Partido Popular y corresponde a la primera fuerza política intentar formar Gobierno”, afirmó ante los más de trescientos simpatizantes que llenaron la sede socialista de la capital.

El PP fue el partido más votado pero a su cabeza de lista, Mariano Rajoy, le será muy complicado formar una mayoría que le permita gobernar. “Voy a intentar formar un Gobierno estable”, aseguró el hasta hoy presidente de los españoles en un breve discurso desde el balcón de la sede de su grupo en Madrid. Sin embargo, los resultados de ayer no respaldan su optimismo. Además de perder 63 escaños y más de 4,5 millones de votos frente a los de las elecciones generales de 2011 –cuando Rajoy obtuvo el mejor resultado del Partido Popular, 186 escaños– el PP cuenta con un posible aliado mucho menos poderoso de lo que parecía. El desinfle de Ciudadanos, que prometía alcanzar el segundo puesto y se quedó en el cuarto, hizo que entre los dos juntaran un número de diputados insuficiente para la mayoría absoluta y necesiten buscar nuevas alianzas.

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, evitó calificar lo sucedido e hizo hincapié en “la nueva etapa de esperanza e ilusión, una nueva etapa política que empieza en España”. Rivera proclamó que “se acabó la resignación”, puesto que “vamos a participar del cambio político de este país con 40 mujeres y hombres valientes que van a pensar en el futuro de los ciudadanos”. Y advirtió que el cambio se llevará a cabo de forma conjunta con los 350 diputados de las Cortes Generales: “Van a ser nuestros compatriotas y no mis enemigos”, aseguró, a la vez que incidía en el papel “decisivo” de su agrupación “para formar unas mayorías para gobernar este país”.

Aunque el partido emergente “naranja” se postuló durante toda la campaña como la verdadera “llave de gobierno” y las encuestas, sobre todo al principio, parecían corroborarlo, el grupo de Rivera no voló tan alto y la clave pasó a manos de formaciones regionales que son, en su mayoría, nacionalistas. Ante la mínima diferencia que aleja al posible grupo de centroderecha conformado por PP y Ciudadanos del de centroizquierda de socialistas, Podemos e Izquierda Unida, la única forma que tienen ambos bloques para que las cuentas cierren y puedan conseguir mayoría es aglutinar otros partidos con representación en el Parlamento.

Entre estos grupos, el PP cuenta con muy pocos amigos. Su gobierno en solitario durante los últimos cuatro años lo apartaron del diálogo con otras fuerzas políticas y más aún con representantes de opciones independentistas, aunque estas sean también conservadoras, como Democràcia i Llibertat –la nueva marca de Convergència, el partido de Artur Mas en Cataluña–, que sacó 5 escaños, y el Partido Nacionalista Vasco (PNV), con otros 6.

Por el lado de la hipotética coalición de izquierdas, el acuerdo se presenta algo más factible dado que los grupos secesionistas de Cataluña y País Vasco (ERC y EHBildu) podrían apoyar a Podemos si este mantiene la que hasta ahora fue una de sus condiciones infranqueables: la celebración de un referéndum de autodeterminación.

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