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El mundo|Viernes, 5 de agosto de 2016
OPINION

La persecución a Lula confirma que ya no hay democracia

Por Emir Sader

La obsesión de sacar a Lula de la vida política brasileña, configurando una verdadera persecución política, confirma que Brasil abandonó la democracia y avanza peligrosamente hacia una dictadura, por medio de un golpe, de la acción o inacción del Poder Judicial y de las campañas sistemáticas de difamación llevadas a cabo por los medios.

Es lo que Lula denuncia al afirmar que entramos en un estado de excepción y lo que expresa en su documento a las Naciones Unidas, siguiendo el mismo camino de Julian Assange, amparado por el mismo abogado.

El escándalo político y jurídico de acusar a Lula sin ninguna prueba, por declaraciones sin fundamento hechas por un político corrupto confeso, alegando que Lula habría intentado ínterrumpir investigaciones sobre corrupción; el intento de apresarlo sin nada que lo justificara, configuran una persecución política que supera cualquier límite de los espacios democráticos. Cuando el Poder Judicial es cómplice de esa persecución, cuando los medios son el principal agente que intenta culpabilizar en la opinión pública sin ninguna prueba, los marcos del Estado democrático de derecho fueron rebasados y sustituidos por la persecución pura y simple.

Intentar excluir de la vida política brasileña al único líder que tiene prestigio frente al pueblo es intentar imponer un verdadero golpe en la legitimación de la política brasileña, para abrir espacio para aventureros golpistas y para salvadores fascistas de la patria. Para eso es indispensable intentar invalidar el liderazgo político que ha rescatado la dignididad de Brasil y la autoestima de los brasileños. Es indispensable intentar colocar en la misma bolsa a los golpistas y corruptos que asaltan al Estado brasileño y al líder popular que más ha contribuido a democratizar el pais.

En caso de que siga existiendo un liderazgo como el de Lula en la plenitud del ejercicio de su conducción popular, esos aventureros no podrán dar continuidad a la destrucción sistemática de la democracia que promueven, a la liquidación del patrimonio público, de lo derechos de los trabajadores, de los recursos públicos que han servido para democratizar el acceso del pueblo a los derechos elementales garantizados por las políticas públicas.

Lula es la verdadera piedra en el zapato de esos vándalos que atacan a la democracia y asaltan al Estado brasileño. Están mancomunados los más corruptos políticos y los que dicen combatir a la corrupción. La existencia de un liderazgo popular incuestionable como el de Lula desmiente la tesis de que los políticos son todos malos, de que la vida política brasileña está totalmente corrompida, de que no hay esperanza de rescate de Brasil y de que debemos entregarnos, arrodillados, al Imperio que ellos tanto adulan.

La obsesión por destruir la imagen pública de Lula sólo puede concretarse por actos dictatoriales de violación de los derechos del ex presidente y candidato favorito a volver a ser presidente de Brasil. Si ellos confían en las encuestas que ellos mismos fabrican, que dejen a Lula ser derrotado por el pueblo en una competencia democrática. No habría más grande condenación a Lula que la practicada por el pueblo, democráticamente.

Ocurre que ellos saben que sus encuestas son amañadas. Pongan a Lula y a otros candidatos cualesquiera en campaña a ver lo que ocurre. Los otros no van siquiera a ser capaces de organizar comicios, no se van a exponer públicamente a los escraches de la población. Cada vez que Lula se encuentra con el pueblo, en comicios, en reuniones, por las calles, los golpistas tiemblan y se dan cuenta de que sólo mediante un golpe, la persecución jurídica y política, pueden sacarlo de la cancha. Pero al hacerlo, confirman que Brasil ya vive en una dictadura.

Si les incomoda la denuncia de Lula a las Naciones Unidas, demuestren que Brasil aun vive en una democracia, dejando que el pueblo se pronuncie libremente sobre quién quiere que dirija al pais. Abandonen definitivamente la persecución a Lula, renuncien a un gobierno golpista por la forma en que accedió al poder y por la perversión de poner en práctica un programa opuesto al que el pueblo votó.

No hay más democracia en Brasil si el mayor líder popular de la historia del país es perseguido sistemáticamente, sin ninguna prueba en su contra, y se le impide someterse a la decisión democrática del pueblo en las urnas. De nada sirven las protestas por las denuncias de Lula al mundo. Hasta hace poco la opinión pública internacional se dejaba llevar por lo que decía los medios golpistas brasileños. Pero cuando los medios internacionales vinieron a Brasil, se dieron cuenta de las mentiras que los medios locales propagan y han desprestigiado a los medios brasileños en todo el mundo. Ahora han perdido toda credibilidad. Al mismo tiempo, los medios internacionales han constatado que los corruptos están del lado de Michel Temer y de Eduardo Cunha, los golpistas, y no de Dilma y de Lula.

Ahora los medios internacinales propagan las denuncias de Lula y la evaluación de que el criterio fundamental para juzgar si hay todavía democracia o no en Brasil es terminar de una vez por todas con las persecuciones a Lula y dejar en manos de los brasileños, y no de los golpistas y corruptos, el destino de Brasil.

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