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El mundo|Sábado, 6 de agosto de 2016
REPUDIO EN COPACABANA A LA PRESENCIA DEL PRESIDENTE INTERINO DE BRASIL

El “Fuera Temer” copó la playa

Con pasacalles exigiendo “Fuera Temer”, miles de sindicalistas, campesinos sin tierra y trabajadores urbanos sin techo, muchos de bermudas sencillas y sandalias, se concentraron frente al exclusivo Copacabana Palace.

Por Darío Pignotti
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Protestas contra Temer frente al Copacabana Palace Hotel en Río.

Desde Brasilia

“Los trabajadores, los movimientos sociales y los jóvenes ya ganamos la medalla de oro contra el golpe”, afirmó el presidente de la Central Unica de Trabajadores Vagner Freitas al comentar la manifestación realizada al mediodía de ayer frente a la playa de Copacabana, zona sur de Rio de Janeiro.

Con pasacalles exigiendo “Fuera Temer” miles de sindicalistas, campesinos sin tierra y trabajadores urbanos sin techo, muchos de bermudas sencillas y sandalias, se concentraron frente al exclusivo Copacabana Palace. Varios manifestantes habían pasado la noche viajando desde San Pablo y otros estados para denunciar la deposición de la presidenta Dilma Rousseff, quien es sometida a un impeachment en el Senado.

Debido a la concentración en en la Avenida Atlántica, la que une las playas más conocidas en el sur de la ciudad, el desfile de la antorcha olímpica tuvo que desviarse del itinerario establecido previamente por el Comité Organizador Rio 2016 y la Alcaldía.

A los movimientos sociales y sindicatos, se sumaron trabajadores de la salud y empleados públicos cariocas que repudiaron el derroche de fondos destinados a los Juegos en perjuicio de los servicios escenciales. Los inconformes coreaban consignas como “No va a haber antorcha”, “Policía Asesina” y los “Juegos de la Exclusión”. La foto de un Temer pálido fue enredada en las argollas olímpicas.

Enviados extranjeros y turistas tomaban fotos de la concentración en torno de la cual hubo un aparatoso despliegue de efectivos con uniformes camuflados que no parecían muy amigables. Sindicalistas denunciaron la hostilidad de la Policía Militarizada que interceptó los colectivos procedentes de San Pablo para participar en el mítin, repitiendo una modalidad que se ha observado en otros actos recientes de repudio al gobierno de excepción y en defensa de la restitución Rousseff.

La presidenta electa reiteró ayer su decisión de no participar en la cermonia de apertura en el estadio Maracaná encabezada por el “usurpador” Michel Temer. Temer reconoció que el país enfrenta una crisis política y económica en un comunicado donde dijo estar esperanzado en que las Olimpíadas inicien una etapa de “paz y armonía” entre los diversos actores políticos y sociales.

Esa convivencia declamada por el mandatario interino no se compadece con la realidad de un país político fracturado como lo demuestra el faltazo de los ex presidente Dilma y Luiz Inácio Lula da Silva al evento en el Maracaná, donde además hubo la presencia de menos de 50 jefes de estado, la mitad de los que asisitieron a los Juegos de Londres en 2012.

Difícilmente el nuevo gobierno, que posiblemente se tornará definitivo con la condena de Dilma en el Senado a fines de agosto, podrá transmitir al mundo la ilusión de que en Brasil impera una democracia legítima. Los formalismos institucionales a los que es tan afecto el nuevo régimen son suficientes para disimular el golpe parlamentario en curso y lo que se avisora como una doctrina de la seguridad nacional suave, con la oposición y los movimientos sociales como potenciales enemigos internos.

Paréntesis: a la misma hora que ocurría el acto de protesta en Rio en el centro de San Pablo un llamativo despliegue de policías militarizados apoyados por helicópteros rodeaba uno de los puntos de venta de crack más conocidos de la ciudad, “Crackolandia”.

Tras lo cual la gobernación paulista informaba sobre la detención de varios dirigentes sin techo y aseguraba que ese movimiento social está vinculado al “narcotráfico” y el “crimen organizado”.

Alegría por cadena nacional. El descontento en las calles fue omitido por las cadenas privadas de noticias que en bloque machacaron desde las primeras horas de la mañana en reslatar que todos los males quedaron atrás y ahora “es el momento del alto astral y optimismo”, según el columnista Arnaldo Jabor, de la cadena Globo, un muy conocido paladín de la campaña por la destitución de Dilma y los “bolcheviques” (siempre usa ese adjetivo) del PT .

A las siete de la mañana un reportero radial sintetizaba en la frase “la antorcha llegó al Cristo Redentor, la alegría es brasileña”, el discurso único reproducido por la mayoría de los medios. El contento periodístico llegó al cielo cuando el arzobispo carioca Joao Tempesta bendijo la antorcha en lo alto del cerro Corcovado, ecía la antorcha en lo alto del cerro Corcovado.

El despligue militar y policial en el Corcovado, el Pao de Açucar, la Villa Olímpica, el Maracaná y decenas de favelas favelas componían la escenografía de una ciudad en guerra de baja intensidad, que probablemente no acabará el 21 de agosto con el fin de las Olimpiadas. Ayer el influyente juez Gilmar Mendes, conocido como el miembro de la Corte más explícitamente opositor a Dilma, propuso que las fuerzas armadas continúen ocupando la ciudad hasta las elecciones municipales de octubre. Es casi un hecho que Temer aceptará la sugerencia.

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