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El mundo|Jueves, 1 de septiembre de 2016
El gobierno y las FARC se abocan a la letra chica de los acuerdos de paz

Colombia encara la posguerra

A la firma oficial de los acuerdos le sigue el llamado “flash track”, un conjunto de leyes y reformas de leyes que tendrán que hacerse rápidamente en Colombia para darle viabilidad jurídica a lo pactado en las negociaciones realizadas en Cuba.

Por Katalina Vásquez Guzmán
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Página/12 En Cuba

Desde La Habana

¿Apoya usted el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Es la pregunta que responderán los colombianos el próximo 2 de octubre en el plebiscito que dará legitimidad a los acuerdos conseguidos en La Habana y que, la semana pasada, llegaron a su punto final. Las conversaciones de paz terminaron. La guerra también.

En el Palacio de Convenciones de Cuba, periodistas, asesores y facilitadores se despiden por lo pronto de la hospitalaria isla que, además de hospedar a las partes, medió en los momentos más tensos y abrazó la paz de Colombia. Uno de los últimos en marcharse es Iván Cepeda, senador hijo de Manuel Cepeda, una de las víctimas fatales del conflicto en Colombia. Con una gran sonrisa, Cepeda le dijo a este diario que siente “una inmensa satisfacción” tras el fin de las negociaciones. “Es una conquista histórica para el país, pero todavía es muy prematuro entender lo que significa este logro”, añadió cauteloso frente a lo que llamó “triunfalismos ingenuos”.

Entre tanto, en el Hotel Nacional, el comandante de las FARC ordenó a sus tropas cesar las hostilidades contra la Fuerza Pública, enemigos por más de cincuenta años. Apareció vestido de blanco junto a su Secretariado. Leyó con ímpetu. Y sus palabras tuvieron eco en el mundo entero. Algunos colombianos, además de los guerrilleros que corrieron a abrazar a su comandante cuando terminó la alocución, estaban presentes al borde del llanto.

Sin embargo, hasta la “entrada en vigor” de los acuerdos pactados, el trabajo continuará en Cuba, al menos de parte de la insurgencia, que no puede regresar en grupo a Colombia hasta tanto estén firmes las amnistías para los comandantes y demás rebeldes que forman parte de la Delegación de Paz de las FARC-EP presente en la isla, algunos desde hace cuatro años. Ayer mismo, el Secretariado de las FARC precisó desde La Habana que, según el acuerdo firmado la semana anterior, el desplazamiento de “la guerrillerada” a las 22 zonas de concentración donde entregarán las armas no comenzará inmediatamente después de la firma final que, según se insinúa, sería el 26 de septiembre en Nueva York, sede de las Naciones Unidas; Cartagena, Colombia; o La Habana, Cuba.

La polémica por el llamado “Día D” comenzó su tira y afloja pues gobierno insiste en que es el siguiente a la firma, mientras guerrilla invita a leer acuerdo, que se refiere al Día D como aquel siguiente a la entrada en vigor de las normas.

“Nuestro desplazamiento a las Zonas Veredales de Transición y Normalización y los Puntos de Transición y Normalización se producirá cuando los Acuerdos de La Habana estén en firme y se hayan cumplido los requisitos allí pactados, como la entrada en vigencia de la ley de amnistía e indulto. No vamos a arriesgarnos a que un juez, como sucedió en el Bagre, Antioquia, nos emita una orden de captura por porte ilegal de armas, como miembros de otra organización guerrillera”, declaró ayer la guerrilla desde Cuba.

Mientras, el gobierno arribó vez más a la isla “para cerrar asuntos con Cuba”, según le dijo una fuente de gobierno a este diario, asegurando que no habrá más diálogos en La Habana de parte y parte. Sin embargo, de acuerdo con la recién creada Comisión de Implementación de los acuerdos, el cara a cara entre gobierno y FARC continuará por años, pues ésta se estipula por diez años si se sigue al pie de la letra el acuerdo final dado a conocer el miércoles pasado. En La Habana, por lo pronto, tendrían que ocurrir las primeras sesiones, pues los integrantes, que son tres de cada lado, tendrían más facilidad de verse dada la condición jurídica de los rebeldes.

Los ires y venires entre el gobierno y las FARC siguen y continuarán. A la firma final oficial de los acuerdos le sigue el llamado “flash track”, un conjunto de leyes y reformas de leyes que tendrán que hacerse en Colombia velozmente para darle viabilidad jurídica a lo pactado en Cuba. Luego, el plebisicto que, según aseguran asesores de las FARC, se trata de una medida más política que jurídica, pues, al tratarte de un acuerdo especial que ya debió ser depositado incluso en Ginebra, la votación de los colombianos no podrá modificar.

Después, seguirá la fase de implementación. Hacer realidad los acuerdos, empezando por la dejación y entrega de armas, no es menos difícil que las conversaciones que tardaron cuatro años en La Habana. Para Iván Cepeda, uno de los principales retos es, por ejemplo, materializar una reforma rural integral digna que viene intentándose en Colombia desde décadas atrás, y que justamente es una de las causas de la larga guerra. O bien, el tema del narcotráfico y la cocaína, uno de los motores del conflicto y los grupos ilegales no solo de las FARC sino de las guerrillas que aún no negocian su entrega de armas y de los grupos paramilitares y bandas criminales.

Además, según Cepeda, “tiene que haber un cambio de mentalidad en Colombia, tanto de los futuros ex combatientes, de los líderes, como de todos los colombianos. Todo esto supone un proceso supremamente complejo y arduo (… ) El proceso de transformación de la guerrilla e incluso el gobierno y sus posiciones en la mesa son apenas la piedra de un cimiento enorme que hay que construir”.

Entre tanto la guerrilla ha citado a su décima y última Conferencia, que se realizará entre el 13 y el 19 de septiembre en los Llanos Orientales colombianos, y en la cual se reunirían unos 200 guerrilleros, según el sitio web de las FARC, o unos mil, según fuentes de Página/12 en esa insurgencia, para aprobar los acuerdos de La Habana. “Ese sería nuestro plebiscito”, le explica a este diario un guerrillero que, aunque feliz por dar el gran paso a la salida negociada de la guerra, tiene miedo de volver al país y enfrentarse no sólo al rechazo de ciertos sectores de la sociedad, sino a perder la vida como ocurrió en décadas pasadas con la Unión Patriótica.

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