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El mundo|Lunes, 5 de abril de 2004

El hilo que conduce de Leganés al trágico 11-M

El presunto cerebro de los atentados de Madrid del mes pasado estaba entre los cuatro kamikazes que se detonaron anteayer en un suburbio de la capital española, al ser cercados por la policía.

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La policía continuaba ayer extrayendo información tras las explosiones ocurridas anteayer.
Cuatro sospechosos de los ataques del mes pasado se inmolaron tras el cerco policial.
Por Elizabeth Nash
y Mike Elkin *

El cabecilla de los atentados de Madrid estaba entre los cuatro kamikazes que se detonaron en un suburbio de la capital española luego de que este sábado la policía los rodeara, anunció ayer el ministro del Interior de ese país. “La médula del grupo que perpetró los ataques fue arrestada o murió en el suicidio colectivo del sábado, incluido el cabecilla del operativo comando”, dijo el ministro Angel Acebes. Y confirmó que entre esos cuatro estaba el tunecino Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, identificado por las autoridades como el líder del grupo que habría llevado a cabo los ataques del 11 de marzo en los que murieron 191 personas.
Dos o tres personas podrían haber escapado del departamento antes de la explosión, declaró Acebes (ver recuadro). La policía encontró 10 kilos de dinamita en la vivienda. “Iban a seguir atacando porque algunos de los explosivos estaban preparados, embalados y conectados a los detonadores”, dijo el ministro. Los atacantes del 11 de marzo obtuvieron media tonelada de dinamita, pero gran parte de esta cantidad todavía no ha sido encontrada. Fahket era uno de los seis hombres que tenían pedido de captura internacional desde la semana pasada. Este tunecino de barba era muy conocido entre los inmigrantes de Madrid que rezaban en la mezquita. Desde hacía un año exhortaba a sus seguidores a librar una Jihad o guerra santa contra España. En los últimos meses, los que lo conocían afirman que se había radicalizado aún más, influenciado por las enseñanzas de los extremistas de Al Qaida. Y había empezado a confrontarse con los cristianos acusándolos de “infieles”.
Otro de los hombres con pedido de captura, el marroquí Abdennabi Kounjaa, estaba entre los cuatro que murieron. Un tercer kamikaze, Asri Rifaat Anouar, no figura en esa lista y el cuarto todavía no ha sido identificado ya que la fuerza de la explosión arrastró los restos de su cuerpo a una pileta de natación. Uno de los atacantes muertos fue encontrado con un cinturón con una carga de dos kilos de explosivos atada a su cuerpo, indicó Acebes. La policía encontró 200 detonadores idénticos a aquellos que se utilizaron en los ataques del 11 de marzo y una bomba que había sido colocada el viernes en una vía de ferrocarril entre Madrid y Sevilla y que no pudo ser detonada.
Las explosiones del sábado se desataron cuando la policía antiterrorista trató de entrar en el departamento de un edificio dormitorio de Leganés, en las afueras de Madrid. Un efectivo murió y otros 15 resultaron heridos, incluidos los tres que ayer seguían internados en un hospital. La policía se había acercado al edificio para hacer detenciones que forman parte de la cacería de los responsables de la masacre del 11 de marzo. Los sospechosos vieron a los policías desde una ventana y empezaron a dispararles y a gritar en árabe. Durante dos horas, la policía evacuó a los vecinos que pudo y se preparó para asaltar el departamento. Luego les dio a los terroristas un plazo para rendirse, pero mientras disparaban contra un oficial gritaron “¡Dios es grande! Vamos a salir a matar”. Cuando los policías dispararon contra la entrada de la planta baja, los terroristas detonaron sus explosivos y desataron una onda expansiva que devastó el edificio.
El fallido atentado del viernes, en una vía de alta velocidad, sugiere que los radicales islámicos quieren seguir castigando a España, a pesar de la victoria electoral del líder socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que fue muy claro al ordenar el retiro de tropas de Irak. Un mensaje atribuido a Al Qaida enviado en la noche del 11 de marzo advirtió que España sería un blanco del terrorismo debido a su apoyo a la invasión de Irak de George W. Bush. En los días siguientes se desplegó un operativo de seguridad como nunca se vio en España. A pesar de décadas de alertas terroristas contra los separatistas vascos de ETA, las fuerzas de seguridad se dieron cuenta de que estaban frente a una amenaza mucho mayor. “Estos hombres no hicieron ninguna advertencia sobre lo que planeaban hacer y, a diferencia de ETA, no discriminaron a los civiles:para ellos, cuantos más muertos, mejor”, sostuvo un policía este fin de semana.
Pero a medida que los sospechosos del 11-M iban siendo identificados, la hipótesis que empezó a circular hablaba sobre la probabilidad de un futuro ataque en otro punto de Europa. Y todo apuntó a Gran Bretaña, el otro aliado clave de Bush en Europa, mientras crecían las perspectivas de una prolongada vendetta islámica contra España. Se informó que la embajada española en Egipto recibió el fin de semana una carta de un grupo islámico que amenazaba con nuevos ataques si España no retiraba sus tropas de Irak y Afganistán. Zapatero subrayó su deseo de traer a casa a las tropas españolas apostadas en Irak, pero prometió fortalecer la presencia militar de España en Afganistán. El secretario de Estado norteamericano Colin Powell, que estuvo en España hace 15 días para asistir a los funerales de Estado de las víctimas de los atentados de Madrid, declaró que trabajará con Zapatero en pos de una resolución de la ONU que permita la permanencia de las tropas españolas.
En la carta enviada a El Cairo, las Brigadas de Abu Hafs al Masri, que se atribuyeron los atentados del 11 de marzo, amenazaron con atacar a las misiones diplomáticas de España en el norte de Africa y la región del Mediterráneo a menos que las tropas españolas se retiren dentro de cuatro semanas. En un mensaje enviado el 11 de marzo, el grupo dijo que estaba saldando cuentas con España por viejas y profundas equivocaciones, particularmente la destrucción de Al Andalus, el reino islámico de España destruido por los Reyes Católicos en 1492.
Los servicios de tren entre Madrid y Sevilla volvieron a funcionar el fin de semana luego de la amenaza de bomba del viernes. Pero los soldados y los oficiales de la Guardia Civil continuaron patrullando las líneas, mientras varios helicópteros sobrevolaban la ruta. La bomba del viernes no podría haber sido colocada en un mejor momento para causar un máximo impacto y un caos político: ayer, el Domingo de Ramos marcó el comienzo de la Semana Santa, la celebración más importante del almanaque católico de España y el período de vacaciones más movido del año, cuando millones de españoles viajan a las playas o a sus pueblos natales para descansar.
El tren de alta velocidad de Ave, la principal línea de comunicación con Sevilla, cuyas procesiones son el foco de las celebraciones en toda España, es casi un símbolo de Semana Santa. Por primera vez en 12 años, el tren, generalmente atestado a esta altura del año, hizo su recorrido con muchos asientos vacíos.
Más tarde, como lo demuestran las continuas apariciones del saliente ministro Acebes, España sigue congelada en un ambiguo limbo político. El gobierno conservador renunció luego de su derrota electoral de 14 de marzo, pero el líder de los victoriosos socialistas, Zapatero, no jurará como primer ministro hasta la próxima semana. Acebes se reunirá hoy con altos dirigentes socialistas para mantener informado sobre la actual situación al gobierno entrante. Pero el pesado ejercicio de poder dual difícilmente haya sido diseñado para calmar a una nación temerosa, que apenas ha podido recuperarse de una pesadilla para ser asaltada por las perspectivas de otras más.

* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano.

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