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El mundo|Domingo, 20 de junio de 2004

Bienvenidos a la riña de buitres que pelean los despojos del tirano

Página/12
en Francia

Desde París

Por Eduardo Febbro
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Un joven palestino sostiene un retrato de Saddam Hussein en la Franja de Gaza.
El ex dictador iraquí sigue siendo figura convocante para los desheredados de Medio Oriente.
Saddam Hussein todavía no fue enviado a Irak para ser juzgado en su país, pero sus presuntos abogados siguen peleándose por el “derecho” a defenderlo. Desde que lo capturaron en diciembre del año pasado, el ex presidente iraquí ha visto formarse una suerte de corte espontánea de letrados que, con argumentos más o menos válidos, aseguran que son sus abogados defensores. Hasta hoy, existen dos frentes antagónicos. Uno está formado por un grupo de 20 abogados internacionales dirigido por el abogado jordano Mohammad Al-Rachdane e integrado también por el francés Emmanuel Ludot, coordinador general. Mohammad Al-Rachdane afirma que, apenas dos días después de su captura, la mujer y la hija de Saddam Hussein lo contrataron para que defendiera al ex dictador. Sin embargo, el polémico abogado francés Jacques Vergès, defensor del terrorista Carlos y del ex presidente serbio Slobodan Milosevic, continúa diciendo que el abogado es él. A su vez, Al Rachdane alega lo contrario y argumenta que “la familia del líder no elegiría nunca a un abogado que defendió a Slobodan Milosevic”.
Después de varios meses de polémicas, acusaciones y refutaciones, Vergès volvió esta semana a la carga. Según reafirmó a Página/12 en la capital francesa,”la última palabra acerca de quién defenderá a Saddam Hussein la tiene él”. El antagonismo entre los defensores no es una mera cuestión de oportunismo o de interpretación. Todo parece indicar que detrás de ambos “defensores” se están enfrentando los integrantes de la familia del león de Bagdad. En este sentido, Vergès acota que cuenta con el “mandatode un hermano, de varios tíos, sobrinos y cuñados” de Saddam. Sajida Telfa, la mujer, y las tres hijas de Saddam Hussein –Raghad, Rana y Hala– no tienen buenas relaciones con esa parte de la familia. Por consiguiente, a través de los abogados son los dos sectores de la familia los que se están peleando. Vergès sostiene que a él lo nombraron “42 personas”, mientras que al letrado jordano “sólo tres”. El pasado 23 de mayo, Raghad, una de las hijas de Saddam, restó crédito a Jacques Vergès diciendo que “su estilo y su política de defensa no están en armonía con el comité de abogados que nosotros formamos”.
La crítica de Raghad es más personal que profesional. En varios puntos, los abogados dicen lo mismo. Por ejemplo, Mohammad Al-Rachdane alega que el gobierno del primer ministro iraquí Iyad Allawi es “producto de la agresión (norteamericana) ilegal contra Irak” y, por consiguiente”el gobierno puede ser “considerado como ilegal”. Al-Rachdane también denuncia las condiciones de detención del dictador y el hecho de que ningún abogado ha podido hablar con él. A su vez, Vergès no esgrime argumentos muy distintos cuando habla de “pseudogobierno” y pone en tela de juicio la situación en la que se encuentra el ex mandatario. El abogado francés considera que el prisionero está en una “completa ilegalidad”. Sobre Saddam Hussein pesa una acusación” pero no una “inculpación”, aún no existe juez para juzgarlo y el tribunal todavía no está en funcionamiento. “Está el supuesto acusado pero no el sistema judicial apropiado”, dice Vergès, que agrega “si Estados Unidos transfiere a Irak a Saddam Hussein podemos temer por su destino”. Con el estilo cortante y directo que lo caracteriza, el letrado francés confiesa que “poco importa lo que yo pueda pensar sobre Saddam Hussein. Para mí se trata de un caso y, hoy, este caso nos remite al desorden mundial de estos tiempos”. La estrategia defensiva de Vergès se basa en acusar a los acusadores, es decir, los miembros eminentes de la administración norteamericana. Por ello piensa llevar ante los jueces a todas las personalidades que apoyaron a Saddam Hussein en el pasado, entre ellas al secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld y al ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. “Parte de la verdad es una mentira –dice Vergès–. Yo quiero la verdad completa. Las acusaciones contra el ex presidente circulan en los medios de comunicación, no son judiciales. Por eso citaré a que gente como Rumsfeld o Kissinger comparezcan ante el tribunal. Poseo una fotografía donde Donald Rumsfeld le está estrechando la mano a Saddam Hussein. Creo que algunos de estos responsables serán inculpados como Saddam.” Jacques Vergès, que también defendió al nazi Klaus Barbie –jefe de la Gestapo extraditado de Bolivia a Francia en los años 80– está convencido de que como no “existen pruebas” y no se sabe cuánto de “realhay en las acusaciones”, el juicio será largo. A sus 72 años bien puestos, Vergès tiene tanta confianza en su cliente como en los fallos de una acusación que, asegura, caerá como una fruta madura con el correr del tiempo. Parece olvidar, sin embargo, que Saddam Hussein ha sido, con la amable colaboración de Occidente, uno de los peores dictadores que la historia ha conocido.

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