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El mundo|Sábado, 25 de septiembre de 2004

Teleguerra sucia al máximo en el último tramo de campaña electoral

A menos de seis semanas de las elecciones, un nuevo sondeo otorgó a George W. Bush ocho puntos de ventaja sobre su contrincante John Kerry. Republicanos y demócratas pelean con dichos y avisos cada vez más agresivos en campaña y pantallas de TV.

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John Kerry es acusado de ir donde sopla el viento.
Por José Manuel Calvo*
Desde Washington

En la pantalla, el candidato demócrata, John Kerry, hace windsurf. El fondo musical del vaivén en el oleaje es El Danubio Azul. El narrador se pregunta: “¿Hacia dónde nos llevaría Kerry?”, y mientras el senador cabalga las olas hacia la izquierda y la derecha, alternativamente, el narrador recita: “Votó a favor de la guerra en Irak, votó en contra, la apoyó y ahora vuelve a estar en contra...” Mensaje final: “John Kerry: por donde sople el viento”. En otra pantalla de otra televisión, imágenes de la guerra de Irak, en un color tipo años ’70 que evoca la pesadilla de Vietnam. Un soldado se hunde en arenas movedizas, mientras se escuchan las afirmaciones exageradamente optimistas que el gobierno hace casi a diario sobre la situación y se recuerdan las estadísticas de muertos y heridos.
Los últimos anuncios televisivos de la campaña electoral estadounidense confirman lo que ya se sabía: que casi todo vale en esta tremenda pelea por la Casa Blanca. Pero el nivel de agresividad crece cada día. Los anuncios mencionados llevan la firma de las campañas; los que son patrocinados por grupos paralelos –los grupos 527, que recaudan y gastan dinero libremente a condición de que no coordinen sus planes con los partidos– son mucho más fuertes. Media Fund acaba de lanzar al aire dos anuncios en los que se dice que los vínculos entre la familia Bush y la “poderosa y corrupta” familia real saudita son “demasiado estrechos como para no intranquilizarnos”. En otro anuncio de MoveOn.org –la plataforma que tuvo que retirar un anuncio que asimilaba a Bush con Hitler– aparece el vicepresidente Dick Cheney en un discurso editado de forma que lo que en origen era una cita de Al Qaida sobre “el principio del fin de América” se convierte en una afirmación suya. En el campo contrario, los ya famosos Veteranos de las Lanchas Rápidas vuelven a la carga contra Kerry: “Incluso antes de que Jane Fonda fuera a Hanoi a reunirse con el enemigo y burlarse de EE.UU., John Kerry se reunió en secreto con líderes enemigos en París...” Para compensar, los Texanos por la Verdad acusan en otro anuncio a Bush de “escaparse” de su servicio militar y les piden “una explicación a nuestros soldados”.
La guerra política televisiva tiene ya 40 años de vida en EE.UU. Arrancó en 1964, cuando la niña que deshojaba una margarita y contaba los pétalos se transformaba en la cuenta atrás de una explosión nuclear: “Vote por Johnson el 2 de noviembre; nos jugamos demasiado como para quedarnos en casa ese día”. Esa guerra conoció su esplendor en 1988, cuando la propaganda republicana –de un grupo paralelo– destrozó al demócrata Michael Dukakis, gobernador de Massachusetts, con el caso de Willie Horton, un criminal que consiguió un pase de fin de semana previsto en el programa de rehabilitación del gobernador y violó a una mujer. Curiosamente, fue Al Gore, en las primarias demócratas, el que evocó el caso, sin nombrarlo, para atacar a Dukakis.
Las campañas sucias no son una novedad, pero este año hay más dinero que en ninguna campaña anterior, y el destino principal de esos millones de dólares es la publicidad televisiva. A menos de una semana del primer debate electoral entre Bush y Kerry, que estará dedicado a política exterior, los candidatos y sus maquinarias de propaganda –las propias y las próximas– entienden que en la recta final hay que volcarse. Los candidatos dicen siempre que les espanta la publicidad negativa, pero no dejan de utilizarla; los expertos confirman que es eficaz: aunque muchos votantes digan que no les gusta, la mayoría forma sus opiniones sobre la base de lo que rechazan en los candidatos.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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