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El mundo|Domingo, 24 de octubre de 2004
INEDITA MOVILIZACION DE LOS AFROAMERICANOS DE FLORIDA PARA EXPULSAR A BUSH DE LA CASA BLANCA

Cobra vida la pesadilla más negra del Presidente Fraude

Florida, el estado que les negó el voto a muchos electores negros con oscuros pretextos en 2000, y que decidió el resultado de las elecciones a favor de George W. Bush, es ahora escenario de una impresionante campaña de voto entre los afroamericanos, según cuenta el enviado especial de Página/12.

Por Eduardo Febbro
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Partidarios negros de John Kerry en un acto de campaña ayer en Pueblo, Colorado, antes de su desembarco de hoy en la crítica Florida.
Charles Wellons cuenta los días que lo separan de la elección presidencial del 2 de noviembre, como si fueran campanadas que marcan la ejecución de una sentencia. “Este es el epicentro de Estados Unidos. Si existe un problema se resolverá acá y no en otro lado”, dice con una convicción inalterable. Wellons es un ex policía, hoy encargado de la sede del Partido Demócrata en Liberty City, el inmenso barrio de la comunidad negra de Miami. Wellons está convencido de que el futuro electoral de Estados Unidos se jugará en Florida y, más precisamente, que ese futuro electoral dependerá del voto de los negros. Del voto, en sus labios, es una forma amable de decir: el hombre siente que en las elecciones del 2000 las cartas fueron trucadas y que los 537 votos de diferencia que le dieron a George W. Bush la victoria no se corresponden con nada real. Los estudios poselectorales le dan la razón. Las decenas de miles de boletas de voto anuladas sin motivo, pertenecían en su gran mayoría, a los barrios negros donde los demócratas tienen un voto cautivo desde hace décadas. En esos barrios, más del 90 por ciento de los negros norteamericanos eligen al partido del senador Kerry.
En Riviera Beach, otra ciudad poblada por una mayoría de negros, los habitantes siguen creyendo que Bush “robó” la última elección. En Riviera Beach, el 16 por ciento de los votos expresados en las elecciones de 2000 no fueron tomados en cuenta, lo que equivale al doble de la media nacional. William Carter, un mecánico de Riviera, no se olvida: “No les puedo perdonar que nos hayan dejado afuera de las urnas. Por eso voy a ir a votar con los ojos bien abiertos”, dice con aire ofuscado. Susan McManus, una experta en política de la Universidad de Florida del Sur, constata que “los estudios muestran que la comunidad negra se siente más privada de su derecho electoral que otras minorías del Estado de Florida”. Otro universitario de la misma universidad, Robert Jackson, refleja el sentimiento de los negros estadounidenses diciendo que “los negros consideran que existen un montón de fuerzas que operan en su contra”. El intendente de Riviera Beach, Michael Brown, no cree que el desaliento empuje a los electores a no acudir a las urnas. “Es cierto que estamos desalentados, pero no por ello hemos perdido nuestras ilusiones”, dice. Charles Wellons es todavía más radical. El ex oficial de policía no cree que el colapso del 2000 haya sido provocado por un “desperfecto generalizado”. Para él, lo ocurrido formó parte de un “operativo fraudulento cuyo único objetivo era excluir a la comunidad negra del Estado”. Wallons promete que esta vez no ocurrirá lo mismo. Si hace cuatro años los problemas del recuento de los votos los tomaron desprevenidos, ahora todo el mundo se ha organizado para evitar un segundo acto similar. Pero la “venganza” no es el único motor del voto negro. También hay otras, más profundas y cotidianamente reales. “Razones para votar por Kerry no nos faltan”, explica Wallons. “En Liberty City, más del 60 por ciento de la población está sin trabajo, la gente no tiene seguro social, los crímenes aumentan y las viviendas se han degradado”.
Sin embargo, el argumento central de los negros de Florida sigue siendo la “humillación” de 2000. La gente se siente desposeída, utilizada en bien de los intereses de sus enemigos políticos. Los ejemplos para ilustrar la ira y la desconfianza son legión. En mayo pasado, la comisión electoral del Estado anuló el derecho de voto de más de 22.000 personas que habían salido de la cárcel en las últimos meses. La comisión se negó primero ahacer pública la lista de los nombres y luego, cuando al fin lo hizo, la evidencia saltó a la vista: la mayoría de los nombres eran de negros condenados a penas cortas en la casi totalidad de los casos. John Kerry, que este domingo tiene previsto venir a Florida para asistir a una misa en el seno de la comunidad negra, no ha cesado de poner a los negros en el centro de sus discursos políticos. Cada vez que pudo recordó las fechas históricas de la comunidad negra, desde el quincuagésimo aniversario de la decisión de la Corte Suprema que condenó la segregación escolar, hasta el cuadragésimo aniversario de la ley sobre los derechos civiles. A propósito de Africa, el senador Kerry marcó sus diferencias con el campo republicano. Sobre el sida, el candidato demócrata proclamó que la lucha contra esa enfermedad es la “obligación más grande de nuestro tiempo” y acusó a Bush de haber “cerrado los ojos” ante el genocidio que se estaba perpetrando en Sudán.
“Los negros de Estados Unidos no tenemos muchas esperanzas. Yo voy a votar Kerry; tal vez, al menos, él nos pueda dar un poco de lo que más nos falta, trabajo”, dice Rose, una desempleada de Liberty City. En este barrio, la movilización de los electores es aplastante. Las paredes están cubiertas con afiches a favor de Kerry o decorados con murales a la memoria de Martin Luther King. No hace falta ser demócrata o de izquierda para darse cuenta de que, en Liberty City, la miseria, el olvido social y la desprotección son la moneda con que viven los negros norteamericanos. Afiches de Bush no hay por ninguna parte y la única “presencia” de los republicanos hay que buscarle en las escasas publicidades emitidas por la radio de la comunidad negra FM The Beat.
Para estas comunidades despojadas, el voto del 2 de noviembre es una cuestión de honor y de Justicia. Desde hace cuatro años, decenas de organizaciones sociales locales se crearon para capacitar a la juventud a fin de supervisar el voto. La fundación People for the American Way creó un centro de urgencia y preparó un sólido ejército de abogados, cuyo trabajo consiste en constatar las irregularidades en caso de litigio y, por consiguiente, presentarlas ante la Justicia.
En Liberty City, nada ha sido dejado en manos de la improvisación. Al voto anticipado que se organiza en Florida y otros Estados del país dio lugar a una campaña de acompañamiento poco común. Los militantes demócratas del barrio organizan fiestas especiales al cabo de las cuales acompañan a los electores a las oficinas de voto a lo largo de una caravana festiva. Orquestas, cantos, banderolas, gospel, blues, todos los recursos honestos son válidos para hacer que los electores concurran a las urnas. Hasta las iglesias participan de la concientización partidaria y ciudadana. En los últimos días, los sermones mezclan referencias bíblicas con las realidades políticas. Los pastores baptistas aseguran a su auditorio que votar contra Bush es un deber, tanto como creer en la palabra de Cristo. “El 3 de noviembre será un día de gloria para nosotros, tanto más glorioso cuanto que le ofreceremos al señor nuestra más férrea fe en él”, decía un pastor. Directa o indirectamente, los demócratas reciben el apoyo de decenas de asociaciones y de grupos de jóvenes que incitan a votar. Y, en la comunidad negra, votar significa hacerlo por los demócratas. La asociación creada por el millonario y productor de música hip-hop Russell Simmons, el Hip-Hop Summit Action Network (HSAN), hizo desfilar una inmensa caravana por los barrios más pobres de Miami con el único propósito de sensibilizar a la llamada “generación hip-hop” para que acuda a las urnas. Nadie sabe decir qué hizo exactamente Kerry por los jóvenes negros y la comunidad en general, pero todos sueñan con que algo distinto ocurra. A nivel nacional, los sondeos le otorgan a Bush un 18 por ciento de los votos de la comunidad negra del país contra 8 por ciento en el 2000. Kerry, a su vez, obtiene el apoyo de casi el 65 por ciento del electorado negro, muy lejos del 90 por ciento obtenido por Al Gore hace cuatro años. En la golpeada zona urbana de Overtown, los jóvenes negros que antes no pensaban en votar han cambiado sus prioridades. Entre música, hip-hop, miseria, desempleos y esperanzas, la política ingresó en sus vidas de la mano de lo que consideran un fraude. “Votar”, claro, dice John. Y agrega: “Tal vez antes no lo hubiese hecho, pero ahora es distinto. Ese tipo que está ahí en la Casa Blanca, lo único que ha hecho es robarnos los votos y ocuparse de los ricos. Ahora va a saber lo que es el color de la venganza”.

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