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El mundo|Viernes, 11 de marzo de 2005
CRONICA DEL ENGAÑO DELIBERADO
DEL GOBIERNO PRO-EE.UU. DE AZNAR

Lo que no le contaron del 11-M

Hace hoy exactamente un año, una serie de explosiones simultáneas en Madrid dejaba 192 muertos y 1900 heridos. En un principio, y sin ninguna base, el gobierno pronorteamericano de José María Aznar acusó a ETA, pero siguió haciéndolo cuando supo que era un atentado de Al Qaida por la invasión de Irak.

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Así quedó uno de los trenes que estallaron en la trágica mañana de hace un año en Atocha.
Por Ernesto Ekaizer *

El Ejecutivo mantuvo desde apenas tres horas después del atentado hasta la detención de cinco sospechosos (tres de ellos marroquíes) que la matanza de los trenes era responsabilidad de ETA, la tesis principal que Angel Acebes repitió en cuatro conferencias de prensa entre el 11 y el 13 de marzo de 2004.
Eran las 10 de la mañana del 11 de marzo de 2004, cuando el presidente del gobierno, José María Aznar, tomó una decisión política: convocar para el día siguiente, viernes 12 de marzo, una manifestación en Madrid. Aznar resolvió el contenido de la pancarta que encabezaría el acto: “Con las víctimas, con la Constitución, por la derrota del terrorismo”. Minutos más tarde, el presidente del gobierno informó al rey Juan Carlos; al secretario general del Partido Popular, Mariano Rajoy, y al líder del Partido Socialista Obrero Español, José Luis Rodríguez Zapatero. Se lo explicó también al líder catalán Jordi Pujol, quien lo llamó por teléfono desde Barcelona mientras estaba reunido con los dirigentes de Convergència i Uniò. Aznar le dijo que ETA era responsable de la matanza y que convocaba a una manifestación para el día siguiente. ¿Qué pruebas o indicios tenía Aznar para introducir subliminalmente, a través de la palabra Constitución en la pancarta, la presunta autoría de ETA? La respuesta es: cero. Tenía cierta idea de lo que debía ser. Y así, ante las elecciones del 14 de marzo, se decidió a definir el contenido de una movilización, que esa misma mañana del jueves 11, tras colgar con el presidente del gobierno, Pujol calificó ante sus colegas como un “acto electoral”. En ese hecho inicial de Aznar se encierra todo el drama que se desplegará en las horas y días siguientes en contra y a pesar de toda evidencia.
El atentado en campaña
En la mañana del 11 de marzo de 2004, el ministro de Ciencia y Tecnología, Juan Costa, se encontraba en Castellón. Era la recta final de la campaña electoral. Costa era número uno de las listas del PP por Castellón al Congreso de los Diputados. Vicente Dalda, de 46 años, era asesor de comunicación de Costa. El jefe de gabinete del ministro, Eduardo San Frutos, y María Teresa Arcos, directora de gabinete de la Secretaría de Estado de Comunicaciones, acompañaban al ministro.
A primera hora de la mañana del 11 de marzo sonó el teléfono de la habitación que ocupaba Vicente Dalda en el hotel de la cadena AC. Era su hermana, desde Madrid. Le cuenta lo que ha ocurrido. Dalda enciende la televisión. Llama por teléfono al ministro y quedan en reunirse en el vestíbulo del hotel. Allí todos miran la televisión. El ministro pide ayuda a Maite Arcos, que conoce al director general de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso. Debe localizarlo. Dalda, que es también funcionario de policía, intenta por su lado ponerse en contacto con altos cargos de la Dirección General de la Policía, en Madrid.
Al otro lado del teléfono, López Valdivielso explica a Maite Arcos que ETA ha provocado la matanza. Costa sigue la conversación hasta que, finalmente, decide tomar él mismo el auricular. Mientras el director general de la Guardia Civil le repite que se trata de un atentado de ETA, Dalda ha conseguido hablar con el subdirector general técnico de la Dirección General de Policía, Gabriel Fuentes. Las impresiones procedentes de la madrileña calle de Miguel Angel, sede de la policía, difieren de la que el ministro acaba de escuchar de boca de López Valdivielso.
Gabriel Fuentes acaba de explicarle a Dalda que, a esas horas, existen muchas dudas sobre la autoría del atentado. Tres cosas, según precisa, no encajan. La primera es que, contra lo que suele ser su conducta, la ETA no ha avisado antes del estallido de las bombas; segundo, se trata de un ataque indiscriminado cuyo objetivo central ha sido provocar el mayor número de muertes posible; y tercero, llama la atención la gran cantidad de explosivos metidos en las bolsas.
El ministro, tras colgar con López Valdivielso, señala a Dalda que ETA ha provocado la matanza. Por su parte, Dalda apunta que la Dirección General de la Policía tiene muchas dudas de que se trate de la citada banda terrorista. El ministro le repite las explicaciones de López Valdivielso.
–El director de la Guardia Civil me acaba de decir que ha sido ETA. Parece que ya lo intentaron en Navidad, en la estación de Chamartín.
Dalda, a su vez, resume lo que ha recogido en la calle de Miguel Angel:
–Ministro, es la policía la que dirige la investigación. No les cuadra que sea ETA –y enumera las tres razones esgrimidas por Gabriel Fuentes.
Los argumentos quedan en el aire. El ministro y sus colaboradores se trasladan a la sede del Ayuntamiento de Castellón, que está a un tiro de piedra del hotel. Allí ya hay mucha actividad. El alcalde en funciones, Alberto Fabra, está rodeado de varios concejales. Los miembros de la Junta de Portavoces –populares socialistas e independientes– acaban de redactar un comunicado ante la matanza. Al llegar, todos se ponen de pie para saludar al ministro. Juan Enrique Más, jefe de gabinete del alcalde titular, que ese día está fuera de la ciudad, tiene un papel en la mano y tras sentarse todos se lo extiende al ministro.
Juan Costa lee para sí mismo el comunicado. Dice así: “El Ayuntamiento de Castellón manifiesta su profunda indignación por los criminales atentados cometidos en varios puntos de Madrid, provocando la muerte de decenas de personas. La Junta de Portavoces de este Ayuntamiento, en la que están representados los tres partidos políticos de la Corporación Municipal, afirma que las acciones terroristas de ETA, por muy sangrientas que sean, no disminuirán las convicciones democráticas de nuestro pueblo ni afectarán a la estructura del Estado de las autonomías. Nuestra profunda confianza en que desde el Estado de derecho se dará la adecuada respuesta política a esta bárbara provocación de los terroristas, a la vez que respaldamos la actuación de las Fuerzas de Seguridad del Estado, en su trabajo de persecución y localización de los terroristas para que respondan ante la ley. Los métodos terroristas atentan contra el más elemental de los derechos humanos, el derecho a la vida, por lo que no pueden justificarse bajo ningún punto de vista”.
El ministro, según explicó meses después, se dijo que mientras leía advirtió que era simplemente uno de esos comunicados clásicos de condena de un atentado de ETA. Pensó que no era fundamental en Castellón dar por hecho algo sobre lo que, según le aseguraba Vicente Dalda, la Dirección General de la Policía tenía sus dudas.
–No está todavía claro que se trate de ETA. No me parece necesario precipitarse en estos momentos. Basta ahora con condenar el atentado... —dijo.
–Pero ministro, ¿quién va a ser si no ETA? El lehendakari Ibarretxe ha salido hace apenas una hora para decir que se trata de ETA –repuso Juan Enrique Más.
–Nos dicen que hay dudas... tiempo habrá para decirlo –sugirió el ministro.
Después de este contrapunto, nadie se opuso a quitar la palabra ETA del comunicado.
El párrafo quedó algo confuso: “La Junta de Portavoces de este Ayuntamiento, en la que están representados los tres partidos políticos de la Corporación Municipal, afirma que las acciones terroristas por muy sangrientas que sean no disminuirán las convicciones democráticas de nuestro pueblo ni afectarán la estructura del Estado de las autonomías”.
¿Qué acción terrorista que no fuera la de ETA podía afectar al Estado de las autonomías, esto es, invocar la presunta independencia de Euskadi? Larespuesta es obvia. Así como la pancarta pergeñada por Aznar, en la cual la movilización del viernes 12 se planteaba por la defensa de la Constitución, el comunicado del Ayuntamiento de Castellón perdía su sentido sin la referencia a la autoría de ETA. Pero así se hizo.
Todos se pusieron de pie. A la una estaba previsto observar cinco minutos de silencio como respuesta a la barbarie terrorista. Jordi Sevilla estaba junto con los concejales socialistas. Vicente Dalda se le acercó para estrecharle la mano. En la Plaza Mayor, el alcalde en funciones, Alberto Fabra, leyó la última versión del comunicado antes del silencio.
Los “miserables” de Acebes
Poco antes de la una, en la calle de Miguel Angel se hizo presente el ex director general de la policía, Juan Cotino, actual consejero de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Comunidad Valenciana. Entró al despacho de Gabriel Fuentes y tomó asiento. Según explicó, venía de la sede del PP en la calle de Génova. Cotino señaló que se trataba sin duda alguna de ETA. Fuentes dijo que las piezas no encajaban. Cotino repuso que si luego se obtenían datos diferentes, se aclararía, pero que todo apuntaba a ETA. Ambos, tras un breve intercambio, bajaron a la calle para participar juntos en el acto de protesta de cinco minutos de silencio.
El ministro Juan Costa decidió regresar a Madrid en el vuelo de las dos de la tarde, marchó sin pérdida de tiempo hacia el aeropuerto y dejó su coche oficial a cargo de Dalda, quien de vuelta en el hotel se plantó frente al televisor. Serían 15 minutos después de la una. El ministro del Interior, Angel Acebes, se disponía a informar de los hechos en una conferencia de prensa. Estaba en el palacio de La Moncloa.
“ETA buscaba una masacre en España, me lo han oído ustedes decir en los últimos meses y en los últimos días...”, empezó Acebes. Era como si se tratara de una profecía convertida a sí misma en realidad, la del 11-M. “Pero en esta ocasión ETA ha conseguido su objetivo”, prosiguió el ministro Acebes. Y atacó a quienes ponían en cuestión la autoría de ETA. “Por tanto, me parece intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigido por parte de miserables a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia y este drama.”
Dalda estaba sorprendido. El acababa de persuadir al ministro Costa de que era mejor evitar la palabra ETA a la luz de lo que le habían informado en la Dirección General de la Policía. ¿Qué había ocurrido? ¿Ya se sabía quién había organizado la matanza?
Acebes prosiguió: “Los atentados han consistido en 13 explosiones: tres en Atocha, cuatro en las proximidades de la calle Téllez, una en Santa Eugenia y dos en el Pozo del Tío Raimundo. Además se han producido otras tres explosiones controladas, porque eran bombas trampa, con temporizadores colocados con retraso buscando más muertes...”.
¡Bombas trampa! La identificación con ETA no podría ser más clara. Es la práctica de ETA.
Tras la presentación inicial, Acebes abrió el turno de preguntas. La corresponsal de un medio de comunicación extranjero preguntó:
–¿Hay posibilidad de que el atentado pueda ser obra de un grupo como Al Qaida?
El ministro respondió:
–En estos momentos las fuerzas y cuerpos de Seguridad y el Ministerio del Interior no tienen ninguna duda de que el responsable es ETA. Y también estamos asistiendo a un proceso de intoxicación que ha iniciado el señor Otegi de manera miserable para desviar la atención...
Vicente Dalda no lograba salir de su asombro. Pensó, según recordó más tarde, que quizá la Dirección General de la Policía ya debía poseer los datos. Dalda explicó a Fuentes que acababa de ver al ministro Acebes por televisión. ¿Qué estaba pasando? ¿Había datos que apuntaban a ETA?
Fuentes le informó que allí, en la Dirección General de la Policía, también acababan de ver la rueda de prensa del ministro del Interior.
Dalda insistió. Acebes decía que no existían dudas de que era ETA. ¿Se ha confirmado?
Fuentes le aseguró que no había ningún indicio nuevo. Que el ministro tenía la misma información que habían comentado por la mañana, cuando Dalda lo había llamado por teléfono. Dalda insistió. Quería saber, entonces, por qué Acebes había asegurado que ETA era la autora de los atentados.
–Vicente, él sabrá por qué ha dicho lo que ha dicho...
Lo que pensó Myers
El 11 de marzo de 2004, el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, se encontraba en Buenos Aires en misión oficial. El presidente argentino, Néstor Kirchner, confió al vicepresidente, Daniel Scioli, la tarea de reunirse y mantener después una rueda de prensa. Myers es el hombre que llevó adelante el diseño de la invasión de Irak, un general muy próximo al presidente estadounidense, George W. Bush.
Scioli, según recordaría meses después, cuando Kirchner lo envió a Madrid para representar al gobierno argentino en los funerales por las víctimas del 11-M, estaba especialmente interesado en conocer la opinión de Myers. La agenda prevista tenía un contenido bilateral. Scioli no pudo contenerse y le preguntó quién podía ser el organizador de la matanza. Eran aproximadamente las cuatro de la tarde hora de Buenos Aires, las ocho de la noche en Madrid.
–¿Qué impresión tienen ustedes? ¿ETA o Al Qaida? –inquirió el vicepresidente argentino.
–No tengo todavía precisiones, pero la simultaneidad de las bombas y las características del atentado nos hacen pensar que no ha sido ETA.
Scioli prosiguió:
–Al Qaida, ¿tiene capacidad operativa semejante?
–Sí, tiene ramificaciones locales en diferentes países. Desde el punto de vista operativo, puede haberlo hecho.
Scioli no pudo saber si Myers poseía información preliminar. Suponía que el general estaba en condiciones, a esas horas, de haber mantenido alguna conversación telefónica con sus colaboradores en Washington.
“Fue su primer análisis del atentado. No sé si fue intuición, pero resultó muy claro”, dijo Scioli meses después.
Esa misma tarde del 11 de marzo, el presidente Kirchner despachó hacia Madrid a Rafael Bielsa, ministro de Relaciones Exteriores argentino, para participar en la manifestación del viernes 12 de marzo de 2004. Bielsa, abogado de una curiosidad inagotable, venía con la idea de develar el misterio sobre la autoría del atentado del 11-M.
Nada más llegar llamó al embajador argentino, el escritor y diplomático Abel Posse, quien lo esperaba en su residencia, en el palacete de la madrileña calle de Fernando el Santo. A primera hora del viernes 12, Bielsa solicitó a Posse que intentara averiguar a través del enlace de la embajada argentina con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) detalles sobre la autoría del atentado. Los contactos tempranos de Posse, realizados durante la víspera, 11-M, hablaban de ETA.
El embajador Posse explicó al enlace que el ministro Bielsa necesitaba contar con información de primera mano. El enlace hizo algunas llamadas. Antes de marcharse, Posse le dijo que apenas consiguiera algún dato lo llamara por teléfono. Que le dijera simplemente si había sido ETA, si se trataba de un atentado mixto (ETA-islamistas) o sólo de terroristasislamistas. El enlace, según recordó Posse meses más tarde, logró reunirse, en la sede del CNI, con un alto responsable de inteligencia. A media mañana, el enlace llamó al teléfono móvil de Posse, quien estaba junto a Rafael Bielsa.
–Ha sido islamista –dijo el enlace.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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