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El mundo|Sábado, 30 de abril de 2005

Un día de regreso a las armas para abortar el nuevo gobierno en Irak

Anteayer, la Asamblea Nacional iraquí había dado su aprobación al nuevo gobierno de Ibrahim al Jaafari. Ayer, la resistencia sunnita contraatacó, mientras un líder fundamentalista llamaba a redoblar la lucha. Hubo treinta y ocho muertos y más de cien heridos.

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Humo y llamas ascienden desde un coche bomba que estalló a metros de una mezquita chiíta.
Un día después de la aprobación parlamentaria del gobierno del chiíta Ibrahim al Jaafari, 38 personas murieron y más de 100 resultaron heridas en una docena de atentados con coches bomba en Irak, en una de las jornadas más sangrientas de los últimos meses. Los atentados, ocurridos en el día de oraciones de los musulmanes, ocurrieron menos de 24 horas después del voto de confianza otorgado por el Parlamento al nuevo gabinete iraquí, surgido de las primeras elecciones en la historia del país, pero donde siete puestos quedaron vacantes y que fue criticado por la minoría sunnita, recibido con beneplácito por Washington y con prudencia en algunos países árabes.
La principal ola de ataques comenzó en Bagdad hacia las ocho de la mañana con una serie de explosiones de cuatro coches bomba en los barrios sunnitas de Adhamia y Saligh, que dejaron 13 muertos y 50 heridos. Allí, siete soldados, dos policías y cuatro civiles fallecieron, según una fuente del Ministerio del Interior, que precisó que entre los heridos había 35 civiles, 13 soldados y dos policías. En Adhamia, donde al menos un ataque fue obra de un kamikaze, las explosiones destruyeron edificios y varios vehículos. A mitad de la mañana, en el este de la capital, dos coches bomba estallaron con poco tiempo de diferencia, el primero al paso de un convoy del ejército iraquí y el segundo cuando la policía quiso inspeccionar un vehículo sospechoso. Dejaron un muerto y ocho heridos.
En Madaien, 30 kilómetros al sur de Bagdad, tres coches bomba estallaron al paso de una patrulla de la policía, una central telefónica y cerca de un hospital, causando nueve muertos, entre ellos un policía y dos miembros del Ministerio del Interior, además de 35 heridos. Las fuerzas iraquíes habían entrado en Madaien el 17 de abril para verificar si había allí rehenes chiítas detenidos por rebeldes sunnitas, pero no encontraron nada.
Además, en un suburbio en el este de la capital, un coche bomba explotó durante la oración, cerca de una mezquita chiíta, dejando una persona herida.
En la ciudad kurda de Erbil, 350 km al norte de Bagdad, dos personas, un zapador y un civil, murieron en la explosión de una bomba, según el jefe de la policía de la ciudad, Farhad Karim. En Basora, 550 km al sur de Bagdad, un miembro de la fuerza de guardafronteras murió y otros dos quedaron heridos por la explosión de una bomba al paso de su patrulla, según una fuente de los hospitales. En Baaba, en el nordeste de la capital, un ataque suicida mató a un policía e hirió a otros 11, además de a cuatro civiles, según fuentes militares y de los hospitales. Otras ocho personas fallecieron en ataques en distintos lugares del país, según las mismas fuentes, lo que transforma la jornada del viernes en una de las más sangrientas de los últimos meses.
Al final del día, tres soldados norteamericanos murieron y dos resultaron heridos en la explosión de dos coches bomba, una en el oeste de Irak otra en el norte de Bagdad, anunció el ejército estadounidense.
Estos decesos llevan a 1568 la cantidad de soldados estadounidenses muertos en Irak desde la invasión del país, hace dos años. En un comunicado, el ejército estadounidense anunció el arresto de siete personas, sospechosas de haber participado en los atentados en Bagdad y su región.
Un consejero chiíta en materia de seguridad nacional, Mouaffak al Rubaie, vio en estos atentados un intento de desatar “una guerra intercomunitaria” entre sunnitas y chiítas y para “crear el caos”. El jefe de la red terrorista Al Qaida en Irak, Abu Musab Al Zarqawi, que reivindicó varios de los atentados de la jornada, instó ayer a los musulmanes a intensificar sus ataques a las fuerzas estadounidenses, en un mensaje de audio titulado “A los hijos de la nación islámica: firmeza, firmeza”.
En sus oraciones del viernes, los imanes chiítas indicaron que esperan que el nuevo gobierno se centre en los problemas de la inseguridad, y uno de ellos, Sadreddin al Kubbanji, del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak (Csrii) de Abdel Aziz Hakim, exigió incluso la ejecución del derrocado Saddam Hussein, que espera en prisión ser juzgado. En cambio, los sunnitas, que estiman que la composición del flamante gabinete –donde lograron sólo puestos secundarios– consagra su marginalización, dicen que temen una campaña de represión en su contra, teniendo en cuenta que son los acusados de animar la rebelión.
El éxito del proceso electoral, donde votó más del 60 por ciento de los iraquíes pese al sabotaje y las amenazas de la resistencia, pareció dar un impulso a la institucionalización del país. El propósito de los nuevos ataques es hacer descarrilar ese proceso. Las esperanzas del gobierno parecen depender, así, de la rapidez y la eficacia con que logre capacitar a sus fuerzas militares, que no casualmente son los principales blancos de los atentados.

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