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El mundo|Viernes, 6 de mayo de 2005
HISTORICO TERCER MANDATO
LABORISTA, PERO CON MAYORIA REDUCIDA

Un día de victoria con luces rojas

El Partido Laborista de Tony Blair cayó de un 43 a un 37 por ciento del voto popular en las elecciones británicas de ayer, pero gobernará con una mayoría cómoda por un histórico tercer mandato consecutivo. La economía ayudó a Blair, pero la guerra en Irak lo debilitó.

Por Marcelo Justo
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Tony Blair, con su familia antes de votar en Trimdon, Inglaterra, en la mañana de ayer.
El laborismo de Tony Blair obtuvo una tercera e histórica victoria electoral consecutiva en las elecciones parlamentarias celebradas ayer, pero pagó un alto precio por la aventura bélica en Irak. Al cierre de esta edición, con la mitad de los escaños contabilizados, las proyecciones totales estimaban que el laborismo perdería más de 90 bancas y la mayoría abrumadora en el Parlamento que gozó en ocho años de gobierno. No sólo eso. Según estos mismos datos provisionales, el porcentaje de votantes que se inclinó por el partido de Tony Blair descendió del 43 por ciento de los últimos comicios a un 37 por ciento. En sus primeras declaraciones tras el inicio de la divulgación de resultados, el primer ministro admitió “una mayoría reducida” y dijo que la guerra en Irak había “dividido” a los británicos, pero prometió que el futuro gobierno responderá “de manera responsable y sabia” al mensaje del electorado. El ex canciller británico y ex jefe de la bancada parlamentaria laborista Robin Cook, quien renunció dos días antes de la invasión a Irak, resumió la situación. “Es evidente que la guerra ha tenido un gran impacto en esta elección. Incluso en mi caso, a pesar de que me opuse, mucha gente me dijo que no podía votarme por lo que había hecho el laborismo”, declaró Cook a la BBC.
Blair contaba con 50 trimestres de crecimiento económico a favor, bajo desempleo y baja inflación, pero ni aun así consiguió que un considerable porcentaje de británicos le perdonaran su duplicidad de cara a la guerra. El impacto del conflicto en Irak fue evidente en decenas de distritos electorales con fuerte influencia musulmana. Así y todo, el canciller Jack Straw, una de las caras más visibles de la guerra, consiguió mantener su escaño en Blackburn, al norte del país, a pesar de que los musulmanes eran una cuarta parte de los votantes. Aunque a nivel nacional el laborismo retiene una mayoría suficiente para gobernar con holgura, el primer ministro ha quedado debilitado. El resultado le viene de perillas al ministro de Finanzas, Gordon Brown, número dos del laborismo, que espera desde hace años el eclipse de Blair. La economía es su feudo y ha probado ser uno de los pilares del voto laborista. Hace meses que los sondeos detectaron una tendencia que se confirmó anoche: el electorado confía en Gordon Brown, pero no en Blair. El analista político de la BBC Andrew Marr anticipó que Blair no terminaría su tercer mandato. “Si se confirman estos resultados, creo que Blair no va a poder completar su tercer período. Seguramente Gordon Brown terminará reemplazándolo en unos dos años”, indicó Marr.
Según estos resultados preliminares, el principal partido de oposición, el Conservador, se encaminaba a ganar unos 50 escaños y pasar de 165 que tenía a más de 200. Este hecho y el traspié personal de Blair aportaron una módica dosis de optimismo a los tories. Patético consuelo del partido político más antiguo del Reino Unido, que hunde sus raíces en el siglo XVII, fue una fuerza dominante en el XIX y el XX, y hoy parece conformarse con un pasaje de segunda. Pero el resultado es suficiente para mantener en su puesto al líder Michael Howard, quien centró su campaña en la falta de credibilidad de Blair y el peligro que constituían los inmigrantes.
El tercer partido, el liberal-demócrata, eterno perjudicado del sistema electoral británico, tan favorable al bipartidismo y el voto táctico, se perfilaba como uno de los ganadores de la noche: un 22 por ciento de los votos con respecto al 18,5 por ciento de las últimas elecciones. Lamentablemente para los liberal-demócratas no estaba claro aún si este aumento en el número total de votos se traducirá en un incremento de bancas parlamentarias. Las elecciones demostraron que el abstencionismo se ha convertido en un nuevo protagonista de la vida política británica. A pesar de la campaña explícita de los partidos para lograr que la gente concurra a las urnas, los niveles de participación electoral apenas superaron el 60 por ciento, un poco por encima del 58 por ciento del 2001, pero muy por debajo del promedio de 70 por ciento de todas las otras elecciones de posguerra. El clima no ayudó. El día estuvo entre nublado y lluvioso, con algunas efímeras apariciones del sol. Pero lo cierto es que el clima no ha variado mucho en estas islas. Los analistas políticos consideran que una sumatoria de factores está contribuyendo a este creciente desinterés. El sistema electoral es uno de los más nombrados. Al no haber representación proporcional en el Parlamento con respecto al porcentaje de votos totales que obtienen los partidos, en muchos de los 646 distritos electorales del Reino, una considerable proporción de votantes ve sus opciones reducidas a votar tácticamente al candidato más afín con sus ideas o abstenerse por completo.
La oferta electoral misma se ha convertido en un problema. Laboristas y conservadores tienden a borrar sus diferencias y a parecerse cada vez más en la búsqueda del voto centrista. Con sólo sugerir un modesto aumento de los impuestos para la franja más acomodada de Gran Bretaña, los liberal-demócratas se colocaron a la izquierda del espectro político.

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