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El mundo|Martes, 30 de agosto de 2005
CINDY SHEEHAN, LA LIDER ANTIGUERRA DE EE.UU.

“Mi hijo murió por una mentira”

Por Yolanda Monge *
Desde Crawford
Cindy Sheehan era una mujer de parroquia, dedicada a Dios y a su familia. Su hijo Casey, de 24 años, muerto en la guerra de Irak hace más de un año, plantó 1100 árboles dentro de su proyecto de boy scout. Casi hasta que partió a la guerra, Casey Sheehan fue también un devoto chico de altar. Hasta que un día sorprendió a toda la familia y se alistó voluntario para luchar en la guerra de Irak donde moriría a los pocos días de llegar dentro de un equipo encargado de buscar las armas de destrucción masiva que desencadenaron la invasión del país en marzo de 2003. Toda la fe religiosa de esta mujer alta y robusta, que se casó a los 20 años con su novio de toda la vida y del que ahora se acaba de divorciar, se ha transformado en activismo político.
Con 48 años y tras haber traído al mundo a cuatro hijos –Casey era su primogénito–, Sheehan asegura que nunca pensó en ser activista de nada más que su fe. “Incluso ahora no me veo a mí misma de esa manera, incluso ahora que voy a ir a Washington, sólo quiero que acabe la guerra y voy a utilizar todos los medios a mi alcance para que así sea.” Sheehan vive prácticamente rodeada de un equipo de asesores, entre los cuales se encuentra el grupo de mujeres CodePink contra la guerra. Estas mujeres de rosa, color que las define como asociación, planifican cada minuto del día de Sheehan. Conceden entrevistas de cinco minutos y se justifican explicando que “ayer dedicó casi 20 horas del día a entrevistas”. Quizá por eso todos aseguren que la mujer que se ha convertido en icono del pacifismo en Estados Unidos no duerme más allá de cuatro horas al día. A dos días de emprender un viaje de tres semanas que le llevará hasta la capital de la nación, Cindy Sheehan asegura que “la administración de Bush infravaloró nuestra capacidad de convocatoria, a todo un movimiento que le está diciendo lo que nadie se atreve a decirle: ‘Esta guerra fue un error”. Cindy Sheehan se explica tranquila y con una voz que recuerda otros tiempos en los que daba charlas en la iglesia. “Me acusan de antipatriota por querer traer las tropas a casa, y yo les digo que ‘es una obligación patriótica proteger a un país de su gobierno’.”
El típico estilo de vida americano en el que pasaba los días Cindy Sheehan se quebró con la muerte de su hijo. Procedente de una familia de clase media, Sheehan creció en las afueras de Los Angeles para formar con el tiempo otra familia de clase media en Vacaville, a medio camino entre Sacramento y San Francisco (California). Pero el 4 de abril de 2004 su hijo moría por “una mentira”. “Se ha demostrado que esta guerra se basó en mentiras y traiciones. Mi hijo murió por una mentira y la única manera de apoyar a nuestros jóvenes es sacarlos de allí y traerlos a casa sanos y salvos.”
Confiesa que tiene el corazón roto y que su dolor sólo se mitigará cuando sepa que ninguna otra madre pasará por lo que ella está pasando. Cree que 1862 madres de 1862 soldados muertos en Irak son demasiados corazones destrozados. “Mi hijo Casey fue asesinado por Bush y su insana, arrogante y cruel política exterior”, cuenta Sheehan. Desde que el pasado 6 de agosto decidiera convertirse en la pesadilla del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y amargarle las vacaciones frente a su rancho de Crawford (Texas), Sheehan ha reclamado una entrevista con el comandante en jefe del Ejército. Este se ha negado a recibirla en todo momento. Al principio de la acampada en Crawford, Bush le hizo llegar un mensaje a través de los medios de comunicación a esta madre con una causa. “Me dijo que mi hijo había muerto por una causa noble. Quiero de verdad saber cuál es esa causa”, afirma Sheehan. “Y lo quiero saber por él”. Sin que en ningún momento se le quiebre la voz, la mujer que ha emprendido la cruzada contra la guerra en Estados Unidos continúa: “Esta guerra no sólo es ilegal sino inmoral. Nuestro deber como seres humanos con moral esoponernos a ella con todas nuestras fuerzas”, dice. Pero el presidente dice que hay que seguir en Irak para honrar la memoria de los soldados caídos como Casey. Y Sheehan le responde: “¿Por qué habría de querer nadie otra madre con el alma rota en América porque mi hijo ya esté muerto? No quiero que Bush justifique su muerte y su asesinato y su política exterior imperialista con la sangre y el honor de mi hijo. Quiero que honre a mi hijo sacando las tropas de Irak y trayéndolas a casa inmediatamente”, concluye Sheehan sin ni siquiera hacer una pausa. Es Cindy Sheehan. Cargada de razones y camino de Washington.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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