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El mundo|Viernes, 9 de septiembre de 2005
LAS AUTORIDADES ESTAN LISTAS PARA EVACUAR A LA FUERZA CUANDO TERMINE LA SALIDA VOLUNTARIA

El drama de aferrarse a una ciudad en ruinas

Quince mil residentes de Nueva Orleans oponen resistencia a la orden del gobierno de dejar sus casas. Bush anunció subsidios de emergencia (de 2 mil dólares) para los afectados. El Congreso aprobó la partida adicional de 51.800 millones.

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Sigue la búsqueda de cadáveres en las aguas que inundan la ciudad.
Por Andrew Buncombe *
Desde Nueva Orleans

La campaña para despejar Nueva Orleans de 15.000 residentes que aún permanecían en la ciudad fue incrementada ayer cuando la policía y las tropas de la Guardia Nacional llevaron a cabo registros puerta por puerta a lo largo de la golpeada ciudad, mientras Bush y la Cruz Roja estadounidense disponían subsidios de emergencia para los damnificados.
El vicealmirante Thad Allen, jefe de personal de la Guardia Costera de Estados Unidos, que fue nombrado esta semana para hacerse cargo de la respuesta federal en Nueva Orleans, dijo que las autoridades registrarían la ciudad cuadra por cuadra. Hablando en televisión nacional, declaró: “Necesitamos a todos afuera para poder continuar con el trabajo de restaurar la ciudad”. Los temores por el brote de enfermedades crecen diariamente, ya que aquellos que se han negado a irse están viviendo entre aguas tóxicas contaminadas con desperdicios, desechos humanos y cadáveres.
Botes continúan navegando las aguas en busca de los miles que se temen muertos por el huracán Katrina, y la Casa Blanca despachó un equipo de alto perfil, incluyendo al vicepresidente Dick Cheney (ver aparte), para recorrer la zona destruida. La Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA por sus siglas en inglés) envió a la ciudad 25.000 bolsas para cadáveres. El jefe de policía de Nueva Orleans, Edwin Compass, dijo que las autoridades estaban preparadas para forzar a las personas a irse cuando el proceso de evacuación voluntaria estuviera completo. Pero cientos de residentes parecían determinados a quedarse en lo que quedaba de su vecindario antes que aventurarse a lo desconocido. Todd Gower y su pareja, Violet Watson, son ejemplos típicos de esta tendencia intransigente. Antes del huracán, el señor Gower trabajó como “barker” (promotor que rodea a clientes y los invita a pasar a uno de los tantos bares) en Bourbon Street. Watson se ganaba la vida entreteniendo a los turistas –tragándose una víbora viva por unos pesos por truco–. Por ahora, no tiene intenciones de ir a ningún lado, a pesar de la orden de evacuación obligatoria.
Sentado en la terraza de su pobre casa en el distrito Marigny de la ciudad, Gower dijo: “Estuve aquí muchos años. Amo esta ciudad. Si cerramos las puertas detrás nuestro no pueden forzarnos a salir”. 15.000 otros parecen ser igual de desafiantes. Sobrevivieron al huracán Katrina sin ayuda alguna de las autoridades, dicen, y seguirán sobreviviendo ahora.
Funcionarios de distintos cuerpos estatales y federales admiten que no quieren ser vistos forzando a personas a irse de sus casas. El superintendente de la policía de la ciudad, Eddie Compass, dijo que la evacuación se llevaría a cabo “con la mínima fuerza necesaria para sacar a todos”. Mucha gente no quiere irse porque tendrían que abandonar a sus animales. Gower y Watson tiene dos perros, además de Calígula, la boa de cola roja peruana con la cual ella actuaba. Para probar la veracidad de la historia, demostró su truco traga-víbora para este diario. “Esta es nuestra casa, éste es el lugar donde vivimos”, dijo Watson, originaria de Arkansas. Cory Smith, miembro de la Humane Society, uno de los tantos grupos que ha estado organizando una base de datos de animales e intentando cuidar a aquellos que son abandonados, dijo que dejar a sus mascotas era uno de los peores temores de la gente.
“Obviamente, la gente no quiere dejar su propiedad, pero diría que aun menos quiere dejar a sus mascotas”, declaró. Dijo que había confusión acerca de si se permitía a la gente llevar a sus mascotas con ellos –el resultado de la falta de coordinación entre los varios grupos– y que algunos evacuados se encontraron forzados a abandonar a sus mascotas en la calle.
Mucha gente dijo que simplemente no tenía otro lugar a donde ir. El casero de Gower, Charlie Lenon, 68, también se negaba a irse. “¿Dónde iría?”, preguntó. “Amo este lugar. Hay tantas de mis cosas aquí.” Mientras grupos de imposición de la ley patrullaban el distrito Marigny y toda la ciudad, recordando a la gente que una orden de evacuación había sido emitida, muchos residentes simplemente sonrieron y dijeron que iban a quedarse en sus lugares.
Milton Peterson era inflexible señalando que no se iría. El jubilado de 57 años dijo que su esposa murió este año y que la casa está llena de cosas pertenecientes a ella y demasiado importantes como para que él se vaya. Sus seis hijos, ya mayores, ya se han ido. Querían que él también se fuera, pero se negó. Nunca estuvo fuera de Louisiana y vivió en su casa por 37 años. Estaba preparado para encerrarse detrás de las rejas de hierro de su casa y esperar a que la policía viniera por él. “No conozco gente en Chicago o Nueva York”, dijo. “¿Por qué querría ir allí? ¿Qué sé yo acerca de esos lugares?”
Por otra parte, el presidente estadounidense, George W. Bush, anunció ayer una serie de medidas de emergencia, entre las cuales se contaba un subsidio de 2000 dólares para cada damnificado de Katrina, prometiendo minimizar los trámites burocráticos para su distribución. Esta “ayuda de emergencia” servirá para cubrir las necesidades inmediatas de los afectados, señaló Bush en Washington. La declaración del presidente, a quien se ha reprochado una lenta reacción al peor desastre natural de la historia del país, se produjo mientras el Congreso aprobaba la partida extraordinaria de 51.800 millones de dólares solicitada por Bush para asistencia de primera necesidad a los damnificados.
La Cruz Roja estadounidense llevó a cabo una tarea similar ayer en Houston, Texas, al distribuir tarjetas de débito, con fondos limitados en función del tamaño de la familia, a miles de refugiados albergados en un complejo de la capital de Texas. “Es una tarjeta utilizable en los cajeros automáticos y comercios (...) con un valor de cerca de 1500 dólares”, declaró en conferencia de prensa el funcionario de la Cruz Roja, Greg Smith. Los damnificados deben presentar una tarjeta de identidad para que se les entregue la de débito, que será utilizable doce horas más tarde.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.

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