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El mundo|Sábado, 10 de septiembre de 2005
WASHINGTON SABIA DE LOS DAÑOS QUE CAUSARIA UNA CATASTROFE

El huracán sopla ahora sobre Bush

Bajo fuerte presión, Michael Brown, el cuestionado jefe de la Agencia Federal de Control de Emergencias, fue desplazado del mando de las operaciones de rescate en Nueva Orleans, que ayer entraron en su fase más sensitiva, al iniciar el desalojo de los que no quieren irse.

Por Andrew Gumbel *
Desde Baton Rouge
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Una evacuada de cuatro años juega con su muñeca sentada en un carrito de compras.
Unidades de la policía y la Guardia Nacional comenzaron ayer la difícil tarea de sacar de sus hogares a los residentes más reticentes de la devastada ciudad de Nueva Orleans, haciendo lo que podían para convencerlos de irse antes de que ellos tuvieran que recurrir a la fuerza. Esta fase sensitiva de la operación coincidió con el traslado a Washington de Michael Brown, el cuestionado jefe de la Agencia Federal de Control de Emergencias (FEMA, por sus iniciales en inglés), y su reemplazo en el terreno por un militar, el vicealmirante Thad Allen. Y surgieron nuevas evidencias de que Washington estaba al tanto de la magnitud de los daños que causaría un huracán como el Katrina sobre Nueva Orleans.
Con las aguas tóxicas retirándose centímetro a centímetro –sólo un quinto de las bombas de la ciudad está funcionando–, las autoridades están determinadas a completar su total evacuación y evitar el riesgo de un gran brote de enfermedades. Pero se enfrentan a un impresionante desafío por parte de los residentes que o bien sienten que no tienen nada que perder, o viven en la parte seca de la ciudad y quieren comenzar el proceso de hacer volver la vida a la ciudad. Las autoridades rápidamente caracterizaron a los duros, estimados en unos 10.000, como gente que está perdiendo el sentido de la realidad. “Están llegando a un punto donde se ponen a delirar”, dijo Jason Rule, de los guardacostas, después de sacar a 18 personas de sus hogares. “Algunos no saben quiénes son. Creen que el agua va a bajar en un par de días.”
La amenaza de la evacuación forzada sacó a relucir un rasgo de obstinación en lo que siempre fue una ciudad tenazmente independiente. Cientos, posiblemente miles, de los residentes desplazados dejaron en claro que quieren volver ahora y revivir a Nueva Orleans antes de que el gobierno federal o cualquiera pueda tomar la decisiones de demoler y abandonar vastos pantanos de la ciudad. “Oigo decir que el agua vuelve y la electricidad también. No nos van a poder echar tan fácilmente”, dijo Ron Graham, un gerente de restaurante y residente del Barrio Francés que volvió al área de Nueva Orleans ayer después de una estadía de tres semanas en la casa de su madre en Ohio. “Siguen hablando sobre la amenaza de enfermedades, pero ¿cuánta gente se ha enfermado hasta ahora? Yo no lo creo.” A los residentes de los suburbios de Nueva Orleans, a diferencia de los que vivían en el centro de la ciudad, se les permite volver de a poco, por lo menos para recuperar sus pertenencias. Los residentes de la parroquia de Jefferson regresaron el jueves y los de la parroquia de Tammany lo hicieron ayer. La electricidad y otros servicios básicos están siendo restaurados lentamente en esas áreas.
Ensombreciendo el tema de la evacuación está la profunda y creciente desconfianza a toda la autoridad gubernamental después de la fallida respuesta a Katrina en los primera horas y días vitales. Colin Powell, que fue secretario de Estado en el primer gobierno de la administración Bush, se convirtió ayer en la última figura de alto rango en expresar sorpresa y asombro ante la inadecuada respuesta. “Creo que hubo muchos fracasos en varios niveles, local, estatal y federal”, le dijo a la televisión ABC. “Hubo más que suficientes advertencias a lo largo del tiempo sobre los peligros que corría Nueva Orleans. No se hizo lo suficiente. No creo que se haya aprovechado el tiempo del que disponíamos, y simplemente no sé por qué.” Pero Powell negó que hubiera un componente de racismo en las demoras. En Washington, congresistas demócratas rechazaron una propuesta de que la administración llevara a cabo una investigación sobre sí misma, diciendo que se niegan a participar en cualquier cosa salvo una comisión independiente en regla semejante a la que investigó la conducta gubernamental antes de los ataques del 11 de septiembre sobre el Pentágono y el World Trade Center. Los críticos de la administración siguieron echando leña a Michael Brown, el jefe de FEMA, cuya tarea por 10 años antes de unirse a la administración Bush fue administrar la Asociación Internacional de Caballos Arabes. Los críticos dicen que la única calificación verdadera para FEMA era haber sido amigo del director anterior, Joe Allbaugh, que era un asistente de George Bush cuando éste era gobernador de Texas. Bajo presión, el funcionario se vio obligado ayer a dar un paso al costado en el escenario de la catástrofe, pero se ignora si deberá dejar su puesto. Al hacer el anuncio, Michael Chertoff, secretario de Seguridad Interior, dijo que Brown se trasladaba a Washington para poder disponer de “una visión más amplia” del problema.
Pero parece que incluso en Washington ya se sabía todo y no se hizo nada. Un informe de la propia FEMA, fechado en 2004 y divulgado ayer por la oposición demócrata, muestra que la agencia calculaba en un millón de evacuados y entre 300.000 y 350.000 personas atrapadas en las aguas el saldo de un poderoso huracán sobre Nueva Orleans. “Un aumento del nivel del agua superior a los seis metros anegaría los diques de protección... Más de 518 kilómetros cuadrados de zonas urbanas se inundarían. Drenar Nueva Orleans podría llevas varias semanas (...), las operaciones de rescate serían difíciles porque gran parte de la zona sólo sería accesible por barco o helicóptero (...) Los hospitales quedarían desbordados de pacientes y los generadores de emergencia se averiarían o quedarían sin combustible antes de que los pacientes pudieran ser trasladados a otro lado.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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