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El mundo|Jueves, 26 de enero de 2006
IMPORTANTE SURGIMIENTO DE HAMAS EN LAS ELECCIONES PALESTINAS

Votar entre las urnas y las armas

El grupo fundamentalista Hamas obtuvo ayer entre un 35 y un 39 por ciento de los votos en Palestina, cuestionando la mayoría oficialista.

Por Donald Macintyre *
Desde Gaza
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Milicianos palestinos en una jornada electoral menos turbulenta de lo que se esperaba.

Bajo la mirada expectante del mundo, el pueblo palestino mantuvo al partido oficialista Fatah como primera mayoría –46 o 42 por ciento, según los boca de urna–, aunque le quitó su poderío sobre el Consejo Legislativo. Hamas, el gran protagonista de ayer, consiguió entre un 35 y un 39 por ciento de los votos. Cualquiera fuera el resultado, Mahdi Hassouna, un mecánico, estaba encantado. “Es excelente”, aseguró y agregó: “Esperábamos que hubiera más problemas, pero todo se realizó muy tranquilamente”. La noche ya había caído cuando Hassouna, de 40 años, salió del trabajo para hacerse paso entre la ruidosa multitud de jóvenes con sus gorras de béisbol y sosteniendo sobre sus cabezas carteles verdes de Hamas y amarillos de Fatah, para votar en la escuela secundaria Karmel, en el centro de la ciudad de Gaza. El griterío no impresionó mucho a Hassouna, que emitió su voto por el pequeño partido de izquierda La Alternativa, que incluye al Frente Democrático para la Liberación de Palestina, que hizo un ambicioso y pionero llamado, en 1974, a una solución para el conflicto con Israel con dos estados.

Sin embargo, su placer anoche fue uno más patriótico que partisano. “Estoy muy orgulloso de que el pueblo palestino haya enviado una buena imagen, una hermosa imagen al mundo. Elecciones como éstas no suceden en otro lado. Ha habido algunos problemas pero pueden suceder en cualquier lugar. Espero que ayude a la gente a reconocer que debería haber un Estado palestino.” El orgullo de Hassouna por las elecciones para el Consejo Legislativo en Gaza y en Cisjordania no podía, por supuesto, encubrir los problemas posteriores al resultado de la elección parlamentaria de ayer, la primera en una década y la primera en la que el dominio de Fatah enfrenta un desafío electoral real. Mientras hablaba, nadie podía prever –en una franja de tierra en donde las armas son más abundantes que los trabajos– cómo reaccionarían los desilusionados ante los resultados en medio las extensas y expectantes multitudes concentradas a la entrada de algunas de las estaciones de votación mientras la elección llegaba a su fin. Aún menos predecibles son las profundas consecuencias que tendrá para Medio Oriente el formidable desempeño que se vislumbra para Hamas, una organización que gran parte del mundo califica de terrorista. No obstante, sin que importara lo que sucediera al final del día, resultó un ejercicio electoral increíblemente ordenado.

Los palestinos están comprensiblemente irritados con la idea de que de repente han descubierto la democracia, habiendo elegido un Parlamento y a Yasser Arafat como presidente hace diez largos y sangrientos años. Sin embargo, el carnaval de entusiasmo ayer –reforzado por los bocinazos de los autos que llevaban a los electores a votar, los pasacalles colgados, y las enormes banderas partidarias pegadas a las bicicletas de los niños– era increíble. La tasa de concurrencia del 77,6 por ciento, la mayoría de los 1,3 millón de votantes inscriptos, en una elección libre e impredecible con once partidos en las difíciles circunstancias de ocupación y en una entidad que ni siquiera es un Estado, haría avergonzar a cualquier país occidental, ni hablar de los árabes. No fue perfecto, por supuesto. Hubo un tiroteo en Khan Yunis, probablemente por razones tribales en sus orígenes; hubo combate en Hebron; dispararon armas al aire en un funeral en Nablus de un activista asesinado por una agrupación rival de Fatah; hubo forcejeos entre activistas y votantes impacientes en varias estaciones electorales. Pero en su mayor parte, la elección refutó las predicciones de que sería una jornada en la que las armas estarían, si no siempre fuera de la vista, al menos fuera de uso.

La ciudad de Rafah, la más austral de Gaza, es una de las más dañadas por más de cuatro años de conflicto letal y no fue sorprendente que las perspectivas de un final decisivo estuvieran en los pensamientos de muchos de los votantes. “Necesitamos tener una buena paz”, dijo Harba Suleiman, de 38 años y madre de cuatro niños, antes de votar por Fatah en el campo de refugiados de Yibna. “Perdí a mi padre en 1967 y quiero que todo esto termine.” Hani al Barama, de 30 años, un ingeniero civil del sector privado que trabaja con un equipo de la ONU reciclando los montículos de escombros que quedaron de las casas demolidas por Israel –incluyendo la suya–, declaró: “Le pedimos a Alá que todos voten bien”. Y agregó: “No quiero decir cómo voto porque no todos son democráticos aquí. Algunos son dictadores”. Aunque aseguró: “No sé cómo reaccionará Israel si Hamas obtiene más del 50 por ciento. Espero que no vuelvan a acá, pero cualquier cosa es posible”. Muchos electores, sin embargo, sabiendo muy bien que la elección de ayer no puede resolver el conflicto por sí misma, estaban más preocupados por los asuntos más mundanos e internos que, con desesperación, esperan que resuelva.

Nowal Kamal, de 50 años y madre de diez niños, declaró: “Queremos mejorar nuestras vidas, disminuir el desempleo y mejorar nuestra situación económica. Elijo a Hamas. Son religiosos, directos y no son corruptos”. La idea de cambio, importante en la esclerótica y, como muchos palestinos creen, corrupta Autoridad Palestina (AP), fue citada por casi todos los votantes de Fatah como los de Hamas durante un tour por los centros de votación de Gaza. En el pueblo norteño de Beit Hanoun, desde donde Hamas ha lanzado muchos misiles Qassam a Israel y donde opera su consejo desde enero, las opiniones diferían sobre su desempeño. Hiyat al Masri, una ama de casa y estudiante de 28 años, dijo que habían mejorado las rutas y que era “excelente”. Agregó: “Espero que mejoren la economía y la seguridad. Son religiosos y si pueden decirle a la gente que deje de robar, habrá más dinero para la construcción”.

Por el contrario, Awad Naim, un contador de 42 años y simpatizante de Fatah, declaró: “Nada ha cambiado. Tienen problemas con la limpieza de las calles, con las facturas de agua y con el desempleo, y están empleando personas de Hamas para puestos municipales”. Pero era apenas menos crítico sobre el actual Consejo Legislativo. “Nada ha cambiado en diez años”, aseguró. Cualesquiera sean las consecuencias globales y regionales de la elección de ayer, lo que los votantes conseguirán será un cambio –un cambio dramático–. Ya sea de manera prematura o no, algunos activistas de Fatah estaban celebrando el éxito de las elecciones ayer, lo que sugiere que la facción –aunque perdía su mayoría absoluta– se mantenía como la primera mayoría.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Laura Carpineta.

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