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El mundo|Sábado, 8 de abril de 2006

Cuenta regresiva para el retiro de la precarización

En Francia llegó a hablarse ayer del retiro del polémico Contrato Primer Empleo, pero el gobierno necesita salvar la cara y está dividido. Los estudiantes amenazan con nuevas acciones el martes 11.

Por Eduardo Febbro
Desde París
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Manifestantes vuelcan el auto que los embistió ayer en el Boulevard Saint Germain.

El Contrato Primer Empleo (CPE) del jefe de gobierno francés Dominique De Villepin tiene pocas horas de vida pero aún no se sabe bien cómo morirá. Al principio de la tarde se lo anunció en estado de coma pero aún sigue con vida, al menos hasta el lunes. Al cabo de una nueva jornada de negociaciones entre los parlamentarios de la mayoría conservadora y las 12 organizaciones sindicales y estudiantiles que exigen el retiro del proyecto, las partes dieron la impresión de que habían llegado a un acuerdo para sacar de circulación el explosivo contrato. Al final de la tarde se especuló incluso con que el nuevo proyecto de ley sería divulgado el fin de semana, pero a la noche el suspenso volvió a envolver el esquema de la solución. El presidente del grupo UMP (derecha oficialista) en la Asamblea Nacional, Bernard Accoyer, se limitó a anunciar que elaboraría “una síntesis” de las reuniones del viernes. Todo estaba, sin embargo, “atado”, a tal punto que el presidente de la UMP y ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, había dado una entrevista al diario conservador que debía aparecer este sábado. Pero, a falta de acuerdo final, la publicación fue aplazada para la semana próxima.

Todo indica que la salida de la crisis choca con los desacuerdos en el seno del gobierno y del grupo parlamentario UMP. Dos opciones se oponen: una, preconizada por Sarkozy, apunta a “suspender” el CPE por varios meses, mientras los actores sociales elaboran un texto más amplio sobre las medidas destinadas a activar el mercado laboral para los jóvenes. La segunda, presentada por el ministro de Inserción Social, Jean-Louis Borloo, quiere implementar rápidamente un dispositivo de inserción consagrado exclusivamente a los jóvenes de menos de 26 años que enfrentan dificultades para encontrar trabajo. Entre ambas propuestas está en juego el “honor” del primer ministro. A pesar del caos festivo que los estudiantes provocan en todo el país, del cierre de las universidades y liceos y del hecho de que los exámenes no podrán llevarse a cabo en las fechas previstas –hay más de un mes de atraso–, la presidencia y el jefe del Ejecutivo abogan por una solución que no los deje en ridículo. Una vez más, la sociedad asiste a la increíble opereta de un sector del poder que prefiere limpiar su imagen antes que responder a las demandas de la colectividad. Los diputados tienen que articular un texto que satisfaga a los sindicatos y a los estudiantes sin que aparezca como una abdicación del gobierno.

Frente a una mayoría gubernamental dividida y cuyos “bandos” compiten ante la opinión pública para demostrar quién lleva la batuta, el frente antiCPE está más unido que nunca. Estudiantes y sindicatos repitieron ayer que llamarían a una nueva jornada de protesta nacional para el martes 11 similar a las de los últimos dos martes (con tres millones de personas en las calles) si no se anunciaba oficialmente el retiro del CPE. Y ampliaron ayer sus acciones relámpago en todo el territorio ocupando estaciones de trenes, cortando rutas, calles, vías férreas, peajes de autopistas, salidas de fábricas, entradas de museos. La última moda de la acción social consiste en organizar “picnics salvajes” en las calles céntricas de París. Los estudiantes y los bachilleres llegan por cientos, se sientan en medio de las avenidas y los boulevares, comen y beben tranquilamente hasta que, dos horas más tarde, se levantan y repiten la aventura en otra calle. París es un hormiguero de sirenas de autos de la policía que recorren todo el día la ciudad intentando controlar en vano a los grupos de estudiantes que se divierten jugando al gato y el ratón con las fuerzas del orden, al mismo tiempo que reiteran su exigencia de que se retire el CPE. Algunos automovilistas bloqueados se muestran comprensivos; otros, exacerbados, van a insultar a la policía porque no hace nada para restablecer el orden. Pero ayer, un automovilista furioso arremetió contra los manifestantes, causando dos heridos leves.

La acción política real, es decir, la sensación de poder, no emana del corazón del Ejecutivo sino de sus márgenes, como si, de pronto, por arte de magia, la conducción hubiese desaparecido en beneficio del jefe de un partido, en este caso Sarkozy. Gobierna más el partido que el gobierno. Ayer, el ex primer ministro socialista Lionel Jospin denunció al CPE como un proyecto “mal concebido”, cuyo “principio es arbitrario” y que, según él, “ya está muerto”. Jospin, que también llamó a la izquierda a unirse para “ofrecer otra alternativa”, consideró que “el poder debe tener la sabiduría de terminar francamente con un proyecto sin porvenir”.

Por ahora, el primer ministro en ejercicio sonríe, el presidente no aparece por ningún lado, los parlamentarios implicados en las discusiones dan conferencias de prensa relámpago de dos minutos, el jefe del partido mayoritario, Nicolas Sarkozy, bautizado “primer ministro Bis”, espera con el cronómetro en la mano la hora de anunciar su victoria... y los estudiantes siguen sin cursos, sin exámenes pero construyendo en la calle una conciencia social que, muchos lo confiesan, antes no tenían. La derecha francesa ha realizado una fructuosa inversión a favor de la conciencia social de la juventud. Un caso inédito en la historia.

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