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El mundo|Martes, 20 de junio de 2006
RENUNCIO EL SUBSECRETARIO DE ESTADO DE EE.UU., ROBERT ZOELLICK

Una ficha liberal menos en la región

El segundo de la Cancillería republicana renunció –se supone– porque no lo nombraron como secretario del Tesoro. Es un impulsor de los tratados de libre comercio en América latina y el mundo.

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Hasta ayer, la mano derecha de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, Robert Zoellick.

Un predicador del libre comercio deja el gobierno de George W. Bush. El segundo de Condoleezza Rice renunció ayer, sumándose a la serie de cambios de los últimos tiempos en la primera línea de la administración. Robert Zoellick anunció que se pasará al sector privado como directivo de asuntos internacionales en uno de los principales bancos de inversiones del mundo, Goldman Sachs. Según estimaron los medios estadounidenses, el hasta ayer subsecretario de Estado quedó decepcionado al no ser elegido como secretario del Tesoro semanas atrás. El nombre de Zoellick aparece una y otra vez en los acuerdos y las negociaciones comerciales de las últimas décadas entre Estados Unidos y América latina. En sus 16 meses como subsecretario de Estado, defendió los intereses nacionales con pocos escrúpulos.

Cuando asumió en febrero del año pasado, Zoellick traía consigo dos grandes logros como representante de Comercio: cerrar las negociaciones para que China y Taiwan se incorporaran en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y concluir tratados de libre comercio con los cinco países centroamericanos y República Dominicana –conocido como el Cafta-DR por sus siglas en inglés–. Para conseguir los acuerdos con Centroamérica y República Dominicana, Zoellick no se privó de utilizar ninguna herramienta. En general, los gobiernos de esta región mantienen una alianza fiel con Washington. Sin embargo, Nicaragua y Costa Rica le complicaron un poco el trabajo al entonces número dos de Rice.

En el primer caso, el problema no fue el gobierno de Managua, sino el rechazo orquestado desde la oposición de liberales y sandinistas. Este obstáculo se veía agravado por la posible victoria del Partido Sandinista –que gobernó el país después de la revolución en 1979– en las elecciones presidenciales de diciembre próximo. Frente a este escenario adverso, Zoellick tomó cartas en el asunto. En octubre pasado, viajó a Nicaragua para presionar al Partido Constitucional Liberal (PCL), la oposición de centroderecha más importante, que se niega a romper con el ex presidente Arnoldo Alemán, condenado por fraude y lavado de dinero. La intención de la Casa Blanca es que el PCL se convierta en un partido “políticamente aceptable” para poder apoyarlo, en contra del crecimiento electoral sandinista.

Para convencer a los liberales, Zoellick recurrió a amenazar con limitar los eventuales beneficios del Cafta-DR, la promesa de condonación de la deuda y la participación, supuestamente ya asegurada, en el Fondo para el Desafío del Milenio, que otorga créditos y ayuda a países con extrema pobreza. Luego de su visita a Managua, al embajador estadounidense, Paul Trivelli, se le ocurrió una novedosa forma de asistencia electoral. Les propuso a los partidos de centroderecha organizar primarias, a las que podría ayudar con conocimiento técnico si fuera necesario, para llegar a las elecciones presidenciales con un candidato único.

En Costa Rica, el problema fue directamente con el gobierno. El presidente Abel Pacheco se negaba a enviar el acuerdo al Parlamento, ya que consideraba que se estaban haciendo ciertas concesiones imposibles de cumplir sin perjudicar al país. El nudo de la cuestión era la liberalización de las telecomunicaciones. La respuesta de Zoellick fue contundente: si Costa Rica no realiza algún tipo de apertura en esta área, el Cafta se firmará sólo con cuatro países centroamericanos. Evidentemente, un país del tamaño y la pobreza de Costa Rica no puede darse el lujo de quedar aislado en una región que se alía económicamente con la potencia más grande del mundo. Meses después, el presidente Pacheco enviaba el proyecto al Congreso.

Zoellick también fue uno de los negociadores iniciales, a principios de los noventa, en el proyecto estadounidense para crear una zona de libre comercio a lo largo de todo el continente americano, más conocida como el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). También participó en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), firmado con Canadá y México en 1993. Un año después fue parte del cierre de los ocho años de la Ronda Uruguay, que culminó con la creación de la OMC. En su función como subsecretario de Estado, se destacó al conseguir un acuerdo de cese de fuego en Sudán.

La Casa Blanca no quiso adelantar el reemplazo de Zoellick y los medios estadounidenses tampoco han mencionado posibles candidatos. Tanto Condoleezza Rice como su equipo de trabajo intentaron destacar la labor de Zoellick. “Era uno de los consejeros más cercanos y competentes de Rice en todos los temas internacionales”, reconoció ayer un asesor de la secretaria de Estado. La salida de Zoellick probablemente no tendrá como consecuencia un cambio significativo en la política exterior estadounidense, dado que no se trató de una iniciativa de Bush.

Informe: Laura Carpineta.

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