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El mundo|Lunes, 24 de julio de 2006
ISRAEL ORDENO UNA EVACUACION EN TYRE Y LUEGO ATACO UNA CARAVANA

Dejaron todo y los alcanzó un misil

Miles de desplazados musulmanes chiítas llegan a Sidon para luego ser enviados al norte libanés. Ya han pasado más de 34 mil personas en cuatro de los doce días de escalada.

Por Robert Fisk *
Desde Beirut
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Un ataque aéreo israelí causó la muerte de tres pobladores de la ciudad fronteriza de Tyre.

Están en las escuelas, en los hospitales vacíos, en los pasillos, en las mezquitas y en las calles. Los refugiados musulmanes chiítas en el sur del Líbano, desplazados de sus casas por los israelíes, están llegando a Sidon de a miles, asistidos por los musulmanes sunnitas y luego enviados al norte para sumarse a los 600 mil libaneses desplazados en Beirut. Más de 34 mil han pasado por aquí como una marea de miseria y odio, sólo en los últimos cuatro días. Les llevará años poder curar sus heridas, y miles de millones de dólares reparar sus propiedades.

¿Y quién podría culparlos por su huida? Por segunda vez en ocho días, los israelíes cometieron ayer un crimen de guerra. Les ordenaron a los pobladores de Tyre, una ciudad fronteriza, que dejaran sus casas y después –cuando la caravana de autos y camionetas avanzaba obedientemente hacia el norte– la fuerza aérea israelí disparó un misil contra la última camioneta, matando a tres refugiados e hiriendo de gravedad a otros 13 civiles. Se cree que el cohete que los mató habría sido un misil Hellfire hecho por la empresa Lockheed Martin, en Florida. Nueve días atrás, el ejército israelí hizo lo mismo con un grupo de habitantes de una ciudad vecina, Marwaheen, que obedecieron la orden israelí de huir.

Los israelíes tampoco se compadecieron de Sidon. Una montaña de escombros y paredes aplastadas es todo lo que queda de la mezquita Fatima Zahra, una institución de Hezbolá en el centro de la ciudad. Su torre y su domo yacen sobre el concreto, con una bandera negra todavía flameando sobre el techo. Cuando los aviones de guerra israelíes llegaron ayer a la mañana temprano, el cuidador de 75 años no tuvo tiempo de salir del edificio. Murió por las heridas horas después. Es improbable que la mezquita haya sido utilizada para fines militares. Al lado funciona una escuela de los Hariris, la familia sunnita más poderosa de Sidon. Ellos nunca habrían permitido armas adentro de la mezquita.

Tampoco Hezbolá –que mató ayer a otros dos civiles israelíes con sus cohetes en Haifa– respetó Sidon, cuya población es en un 95 por ciento sunnita. Intentaron disparar misiles hechos en Irán a Israel desde varias partes de la ciudad la semana pasada, pero los pobladores se opusieron físicamente a que los lanzaran.

La multimillonaria Fundación Hariri –creada por el ex primer ministro Rafik Hariri, asesinado el año pasado– ha ayudado a 24 mil refugiados chiítas a huir del sur hacia Beirut, pero su generosidad no fue aceptada felizmente. “Nos dicen que estamos trabajando para los estadounidenses y que por eso los estamos sacando”, aseguró Ghena Hariri, la sobrina de Rafik y una graduada de la Universidad de Georgetown.

No obstante, muchos chiítas aprendieron cuán buenos sus vecinos sunnitas pueden ser, en este bello puerto cruzado. “Estamos aquí, ¿a dónde más podríamos ir?”, se preguntó Nazek Kadnah mientras se sentaba en una esquina de una mezquita que Rafik Hariri había construido y dedicado a su padre, Haj Baha’udin Hariri. “Pero ellos están allí cuidándonos como a sus hermanos y hermanas, y ahora estamos a salvo”, afirmó. Estos sentimientos provocan preguntas oscuras. ¿Por qué, por ejemplo, Tony Blair no les puede mostrar la misma compasión a estas personas que supuestamente sintió por los musulmanes en Kosovo, cuando eran echados de sus hogares por los serbios? Estos miles están tan aterrados y desamparados como los albaneses de Kosovo, que huyeron a Macedonia en 1998 y por los cuales Blair aseguró que estaba librando una guerra moral.

¿Y cuál es exactamente el objetivo de echar a más de medio millón de personas de sus hogares? Muchas de estas pobres personas están sentadas, aferradas a las llaves de las puertas de sus casas, igual que los palestinos de Galilea cuando llegaron al Líbano hace 58 años para pasar el resto de sus vidas como refugiados. Sí, los musulmanes chiítas probablemente se irán a casa. ¿Pero a qué? ¿A una guerra entre Hezbolá y una fuerza de intervención occidental? ¿O a más bombardeos israelíes?

En su casa en Sidon, Bahia Hariri –la madre de Ghena, la hermana del asesinado premier y una miembro del Parlamento local– estaba sentada con mirada sombría, intentando controlar su enojo. “Estamos en esta terrible situación pero no tenemos ninguna posibilidad de resolverla”, aseguró. “Rafik Hariri no está más con nosotros. ¿Quién está con nosotros? Dios. Y el mundo árabe, que esperamos nos ayude. La única resistencia que podemos mostrar es la de un Líbano unido. Pero tenemos solamente un pequeño margen para poder soñar”, explicó.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Laura Carpineta.

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