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El mundo|Viernes, 18 de agosto de 2006
LOPEZ OBRADOR SUBE LA APUESTA EN MEXICO Y DESAFIA AL EJERCITO

De la resistencia a la desobediencia

Mientras se acortan los plazos para decidir la validez de los comicios presidenciales, un desfile militar, un feriado patrio, la vuelta a las clases y las tanquetas antimotín complican la campaña de la centroizquierda.

Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México DF
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Simpatizantes de López Obrador reparten propaganda en la entrada de un supermercado en el DF.

El calendario político se estrecha y complica para el movimiento de resistencia civil que encabeza Andrés Manuel López Obrador. El candidato de centroizquierda postulado por la coalición Por el Bien de Todos a la Presidencia de México, entre otros frentes, ha abierto el que tal vez resulte el más conflictivo de todos: con el ejército. Aunque no menos difícil lo es para el presidente Vicente Fox, su derechista Partido Acción Nacional y su cada vez menos fuerte candidato Felipe Calderón, que buscan desesperadamente cualquier alianza con el otrora hegemónico Partido Revolucionario Institucional, al extremo de que el candidato de la derecha a gobernador del estado de Chiapas –sede del Ejército Zapatista de Liberación Nacional– declinó ya a favor del candidato del PRI, en un intento por arrebatarle la gobernatura al PRD en las elecciones locales de este próximo domingo.

Esto prefigura lo que será el futuro para el Partido de la Revolución Democrática (del cual ya fue presidente López Obrador), de sostener su apoyo en forma institucional al movimiento de resistencia civil: fácilmente podría quedar aislado –otra vez– en las cámaras de Diputados y de Senadores, a pesar de ser la segunda fuerza política nacional, pues PAN y PRI alcanzarían una mayoría simple sumando sus bancadas. Aún más, podría ser vuelto a anatemizar con el mote de “esos del todo o nada”, tal y como ocurrió en 1988, cuando nació el PRD y se convirtió en la tercera fuerza. Ese año, su candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas fue víctima de supuesto fraude electoral por parte del PRI y su candidato, Carlos Salinas de Gortari.

El próximo 29 de agosto se instalará la LX Legislatura, ante la cual el presidente Fox deberá rendir su sexto y último informe de gobierno, el 1º de septiembre. Ese día, los mexicanos ya sabremos si la elección presidencial del pasado 2 de julio fue declarada válida –o no– por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que tiene como plazo el 31 de agosto para desagotar los juicios de inconformidad interpuestos por todos los partidos políticos tras los comicios presidencial y legislativos del 2 de julio.

Mientras espera esa resolución, López Obrador ya ha anunciado que el 1º de septiembre él se plantará a las puertas del Congreso de la Unión, durante el sexto informe de Fox, para protestar, en un acto más de resistencia civil que, según anuncia la coalición, “no será un día de campo para Fox”. Pero tal vez tampoco lo sea para ellos. Apenas el lunes pasado, elementos de la Policía Federal Preventiva y tropa del cuerpo de Guardias Presidenciales y del Estado Mayor Presidencial desalojaron a golpes a legisladores del PRD que pretendían instalar un campamento frente a la Cámara de Diputados. Al día siguiente, más de 800 militares y policías sitiaron el lugar, colocaron vallas metálicas, cortaron la circulación de vehículos e instalaron retenes. Además, estacionaron media docena de tanquetas antimotines, equipadas con cañones de agua. Ese equipo represor está casi nuevo. Hasta ahora, sólo ha sido utilizado en una ocasión, en septiembre de 2003, contra globalifóbicos de todo el mundo que se dieron cita en Cancún para manifestarse durante la cumbre de la Organización Mundial de Comercio. Pero ante el anunciado plantón de militantes de la coalición, están listas para ser usadas de nuevo.

Al margen de lo que ahí ocurra ese día, a mediados de septiembre se presagia otro enfrentamiento: cada año, la noche del 15 se celebra la fiesta cívica más importante del país: la ceremonia del Grito de Independencia, que recuerda el inicio de la gesta de 1810. Tradicionalmente, decenas de miles de personas se congregan en el Zócalo capitalino para presenciar los fuegos artificiales que siguen a la aparición del presidente en turno en el balcón central del Palacio Nacional, quien –al grito de “vivan los héroes que nos dieron patria”– tañe la histórica campana de la iglesia del pueblo de Dolores, la misma que hizo sonar el cura masón Miguel Hidalgo y Costilla para llamar a la rebelión contra la corona española, usurpada por un sobrino de Napoleón.

Pero hoy el Zócalo está ocupado y López Obrador ha anunciado que él dará su propio “grito” desde el templete instalado frente al Palacio Nacional desde hace 19 días. Con suerte, a lo mejor al primer presidente de derechas que tiene México no le importa este detalle, considerando que la historia real –que no es la oficial– registra que Hidalgo, en realidad, gritó “¡viva Fernando VII, muera el mal gobierno!”, pues originalmente su movimiento no buscaba la independencia de México, sino devolverle la corona al monarca depuesto por la invasión napoleónica, dos años antes. De hecho –valga el breviario–, el verdadero nombre de lo que llamamos los mexicanos Zócalo es “Plaza de la Constitución de 1812”, recordando la Constitución de Cádiz.

Cualquiera que sea la versión histórica que se prefiera, en cualquier caso a la mañana siguiente, el 16, está programado el desfile anual militar, un ritual castrense que –salvo contadas excepciones– termina “sin novedad”. El año pasado sirvió para lucir vehículos de asalto nuevos, operados por las secretarías de la Defensa Nacional y la de Marina, que enviaron a las calles a 15 mil 165 elementos, los cuales saludaron al jefe supremo de las fuerzas armadas, es decir, el presidente de la República, justo frente al balcón central del Palacio Nacional, como siempre. Hoy, nadie sabe todavía cómo lo van a hacer.

Hasta ayer, el gobierno capitalino y el gobierno federal trataban de negociar con la coalición la liberación no sólo del Zócalo, sino de Paseo de la Reforma y las demás calles del centro de la ciudad, bloqueadas por el plantón contra el fraude electoral, que son precisamente por donde avanza cada año la parada militar. La coalición negó que existieran contactos con la administración de Fox.

No va a ser tan simple. López Obrador ha convocado para el mismo día 16 de septiembre a una Convención Nacional Democrática, con la cual pretende decidir el papel que asumirá en la vida pública de México. La última vez que López Obrador convocó a la gente al Zócalo, a finales de junio, respondieron alrededor de dos millones de personas.

“La Convención Nacional Democrática es una iniciativa para organizar la resistencia civil pacífica de la sociedad y exigir el respeto de la voluntad popular y un diálogo democrático por la libertad, la justicia y la democracia, entre las diversas expresiones sociales, políticas y culturales de la nación. Se trata de una discusión sobre la crisis política abierta por la imposición antidemocrática y la solución a los problemas fundamentales de México”, dicen los organizadores, entre quienes destacan la actriz Jesusa Rodríguez y la escritora Elena Poniatowska. Se prevé que ese día, el movimiento pase de la resistencia civil y pacífica a la abierta desobediencia civil.

Según el jefe de gobierno capitalino, el perredista Alejandro Encinas, tanto la convención como el desfile militar pueden convivir en el mismo espacio. “Es sólo una cuestión de horarios”, declaró en una conferencia de prensa, en la que aceptó que está negociando con la coalición Por el Bien de Todos para evitar que los manifestantes coincidan en tiempo y espacio con los militares.

Para acabar de complicar las cosas a todos, el próximo lunes regresan a clases cientos de miles de niños y adolescentes de primaria y secundaria. Encinas ha reconocido que al menos 145 mil niños resultarían directamente afectados, de persistir el plantón sobre Paseo de la Reforma, donde no hay una sola escuela, pero es zona de cruce y tránsito de decenas de colonias densamente pobladas.

Un calendario ciertamente difícil para la lucha poselectoral.

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