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El mundo|Sábado, 9 de septiembre de 2006
LA BELLA EX MINISTRA, FAVORITA EN FRANCIA PARA LAS ELECCIONES

Sólo Ségolène seduce al socialismo

Con una campaña armada por fuera de las estructuras partidarias, con posiciones moderadas que irritan a los líderes de la izquierda, Royal parece la única socialista en condiciones de vencer a Nicolás Sarkozy en las presidenciales del año que viene.

Por Eduardo Febbro
Desde París
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Royal, la favorita en las elecciones presidenciales, durante una entrevista televisiva.

La investidura socialista para las elecciones presidenciales del año que viene está a punto de provocar una crisis matrimonial. Llamarse François Hollande, ser el primer secretario del PS y al mismo tiempo el compañero y el padre de los cuatro hijos de Ségolène Royal puede acarrear algunos dolores de cabeza. Sin hacer campaña explícita ni presentarse con ninguna intención manifiesta, Royal se convirtió en apenas seis meses en la candidata más segura del socialismo francés para derrotar al ministro de Interior Nicolas Sarkozy. Los sondeos de opinión no sólo la ubican a la cabeza de todos los combates contra la derecha sino también por encima de los otros pretendientes presidenciales del PS. Es la líder política preferida de los franceses pero aún no fue designada por los socialistas como candidata oficial para defender los pétalos de la rosa en las presidenciales de mayo próximo.

Y a fuerza de estar primera, Royal empezó a sacar las cartas de su programa, sobre todo en sectores altamente sensibles como el de la educación, verdadera línea histórica de fractura entre la izquierda y la derecha. Pero como el proceso de designación oficial aún no se ha abierto y su marido es el jefe de los socialistas, las declaraciones de Royal suscitaron la ira de los otros candidatos y motivaron una advertencia de su compañero. A sus 52 años, Royal es un pájaro solitario en el cielo electoral, que llegó a las alturas con la discreción de un monje. Con 70% de opiniones favorables, esta ex ministra socialista es la política con mayor popularidad en el país. A su vez, dentro del PS, 68% de los simpatizantes apuestan por ella. Si el candidato de la derecha Nicolas Sarkozy (62% de opiniones favorables) y ella se enfrentasen hoy en una segunda vuelta presidencial, Royal derrotaría a Sarkozy por un margen que oscila entre uno y dos puntos.

Estos son algunos de los datos que desencadenaron el primer conflicto serio entre ella, la dirigencia socialista, es decir, su compañero, y el resto de los candidatos potenciales. Hace unos días, Royal osó tocar el sacrosanto mapa escolar francés. Se trata de un dispositivo que obliga a los alumnos a inscribirse en los colegios próximos a sus domicilios. La norma tiene un objetivo histórico declarado: favorecer la mezcla entre las clases sociales. Pero la candidata virtual propuso modificar el sistema para permitir que las familias opten entre dos o tres centros educativos. “Terminemos con la hipocresía. La mezcla de clases sociales en la educación no existe”, dijo Royal. De inmediato, los guardianes del templo socialista le salieron al paso y obligaron a François Hollande a marcar los límites de la solidaridad matrimonial.

“No está incluida ni puede ponerse en entredicho la supresión de esta medida educativa... Velaremos para que el mapa escolar garantice la mezcla de clases sociales... Si alguien se desmarca del proyecto del partido debe saber que no encarna la posición socialista”, dijo François Hollande.

Más allá de este entredicho político-matrimonial, el tema de la candidatura socialista es apasionante, tanto más cuanto que Royal se instaló en el centro de la escena sin un aparato interno propio. Los aspirantes socialistas a la investidura son cinco, cada uno representante de una tendencia. Los ex ministros Dominique Strauss-Kahn, Jack Lang, Laurent Fabius, el ex primer ministro Lionel Jospin y el mismísimo François Hollande. En caso de primarias socialistas, Royal se ubica primera con 52% de intenciones de voto frente a un 17% para Lionel Jospin. Las diferencias son humillantes. Mientras sus adversarios del PS formaron sus equipos de campaña apoyándose en la base de las corrientes socialistas, Royal salió a la arena electoral con un modesto blog llamado “Deseo de porvenir”. Silenciosa, precavida, sin entrar demasiado en los temas y ayudada paradójicamente por la derecha, la “candidata a la candidatura” socialista rompió los esquemas y los record de audiencias. Es la preferida sin haber nunca declamado realmente sus preferencias. “Después de las vacaciones la gente se va a decidir por ella. Los socialistas se dicen: no vamos a estropear esta posibilidad”, dice el diputado europeo Gilles Savary, uno de sus tres portavoces. Savary alega que Ségolène Royal sobresale por su coraje: “Ségolène no retrocede ante ningún tabú y ha quedado de manifiesto su voluntad de enfrentar la realidad cotidiana del pueblo francés”. Para la derecha su popularidad es un buen negocio. Los conservadores están seguros de derrotar a Royal en mayo próximo y hacen todo lo posible para instalarla con antelación como la candidata segura. El razonamiento es el siguiente: Ségolène Royal protege a la derecha de un eventual retorno del ex primer ministro Lionel Jospin. Confidencias de los allegados a Nicolas Sarkozy indican que si bien ser mujer constituye un argumento importante, la verdadera amenaza es Lionel Jospin. El ex jefe de gobierno, que se había retirado de la vida política luego de quedar eliminado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2002 por el candidato de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, no hace más que multiplicar sus intervenciones públicas. El hombre quiere volver al primer plano. Humillado por la extrema derecha, Jospin dejó huérfanos a los socialistas en medio de la derrota –presidenciales y legislativas–. Se esfumó en un mutismo herido. Hoy pugna por el gran desquite. Pero se le ha cruzado una mujer en el camino. A no ser que la inesperada popularidad de Ségolène Royal sea una estrategia socialista para proteger al auténtico guerrero que pronto saldrá de las sombras de la derrota para tomarse la revancha. Con las mujeres todo es posible. Y con la política también.

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