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El mundo|Miércoles, 27 de septiembre de 2006
A DOS MESES DE LOS COMICIOS, EL CHAVISMO BUSCA AGRANDAR SU BASE

El voto divide aún más a los venezolanos

Por Diego González y Lucía Alvarez
Desde Caracas

Gorros y banderas rojas inundaban la céntrica Plaza Bolívar de Caracas en el marco de un nuevo acto antiimperialista. Una pancarta pedía el Premio Nobel de la Paz para Hugo Chávez, mientras una gran pantalla repetía una y otra vez el discurso del presidente en la ONU. En un rincón, empujones, gritos y tensión. Las cámaras de Globovisión, uno de los tantos canales opositores, transmitían el evento y los manifestantes enfurecidos le hacían difícil la tarea a la reportera. “Fuera, escuálidos”, gritaba una señora gorda y morena; “somos diez millones” cantaba el resto. Una muestra más de la polarización que avanza a pasos agigantados en las calles y los medios y que se debate, de cara a las presidenciales del 3 de diciembre, entre el candidato unitario por la oposición, el gobernador del Estado petrolero del Zulia, Manuel Rosales, y el actual presidente.

Las encuestas, por su parte, abundan en mensajes contradictorios. Mientras que el grupo estadounidense Penn Shoen & Berland sostiene que la diferencia es de 13 puntos (Chávez obtendría un 50 por ciento de apoyo y Rosales un 37), para el Instituto de Análisis de Datos (Ivad) la diferencia es de 37,7, dándole a Chávez un 55,4 y a Rosales un 17,7 por ciento de intención de voto. Desde Miraflores aseguran que esto se debe a una estrategia opositora que consistiría en la manipulación de datos para, ante una eventual derrota, tener el campo libre para denunciar el fraude como lo hicieron en el referéndum revocatorio de 2004.

En lo que refiere a la campaña electoral, el oficialismo no presenta un programa clásico: “Es que nuestra revolución no tiene recetarios”, dijo a Página/12 el alcalde mayor de Caracas y dirigente del Movimiento Quinta República, Juan Barreto. La apuesta es por un nuevo paso adelante, un avance en la radicalidad del proceso como lo fue el antiimperialismo y luego el socialismo del siglo XXI. Las deudas pendientes son claras: “Todavía no hemos podido romper con este Estado pesado, corrupto y burocrático, donde la jerarquía, la división del trabajo y la especialización niegan la participación directa del pueblo. Este Estado no sirve para llevar a cabo el socialismo del siglo XXI o el socialismo en el siglo XXI, que son dos formas de nombrar lo mismo”, agregaba Barreto.

Al parecer, este nuevo impulso va de la mano con la idea anunciada por Chávez, hace dos semanas, de crear un partido único donde se fusionen todos los partidos de la revolución. “La idea es que sobre la base de la unidad se les dé más apoyo a las organizaciones sociales, que se priorice el trabajo en las comunidades y así se acabe con el burocratismo”, dijo Omar Galíndez, historiador y docente de la Universidad Central de Venezuela.

En contraposición, la estrategia opositora parece estar basada en una combinación entre consignas como “Atrévete” y la tarjeta “Mi Negra”, hasta ahora la única promesa electoral, que asegura un subsidio de entre 660.000 y 1,2 millón de bolívares al mes (entre 900 y 1680 pesos) “para los 2,5 millones de familias que sufren el desempleo y la desocupación” y uno de por vida para los familiares de las victimas de la inseguridad. Con la primera se apela a captar todo el espectro de opositores llamados “ni ni” que, sin estar del todo convencidos de esa unidad que abarca desde el trotskismo de Bandera Roja hasta la derecha de Primero Justicia, pueden encontrar en Rosales un espacio donde canalizar el descontento. La segunda apela a aquellos chavistas desencantados de las clases populares que ven en esta tarjeta una suerte de salvataje. En este juego, los medios opositores juegan un rol fundamental con editoriales y titulares como “Programas como Mi Negra han sido exitosos en Noruega y Kuwait”.

Sin embargo, los grupos oficialistas todavía no descartan el fantasma del abstencionismo e incluso “aventuras violentas por parte de sectores recalcitrantes”, según Barreto. A poco más de dos meses para las elecciones la tendencia parece clara, pero es la polarización la que vuelve al escenario venezolano permeable a nuevos cambios.

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