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El mundo|Martes, 10 de octubre de 2006
CORREA LIDERA LOS SONDEOS PARA LOS COMICIOS EN ECUADOR

Un amigo de Chávez es el favorito

El ex ministro de Economía nacionalista y candidato de Alianza País, Rafael Correa, podría vencer el domingo en primera vuelta. Cuenta con el voto de muchos indígenas del Movimiento Pachakutik. Si gana, Ecuador se sumará al eje Venezuela-Bolivia.

Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz
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El candidato de Alianza País se opone tenazmente al Tratado de Libre Comercio con EE.UU.

Las últimas encuestas plantean un nuevo escenario político-electoral para Ecuador, el último país andino en definir su futuro político si se considera que el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela estaría asegurado. Los ecuatorianos irán a las urnas el próximo 15 de octubre después de una sucesión de presidentes derrocados por sublevaciones populares y conspiraciones parlamentarias, y con su voto definirán si este país se suma al eje nacionalista de Hugo Chávez-Evo Morales o al club liberal de Alvaro Uribe-Alan García.

De acuerdo con la encuestadora Informe Confidencial, el ex ministro de Economía nacionalista y candidato de Alianza País, Rafael Correa, obtendría el 27 por ciento de los votos, seguido por el socialdemócrata y abogado de bancos León Roldós (17 por ciento), el millonario bananero Alvaro Noboa (16 por ciento) y Cynthia Viteri, ex presentadora de televisión y candidata del Partido Socialcristiano, aún liderado por el viejo caudillo guayaquileño León Febres Cordero, que cosecharía el 9 por ciento. En la medición, Correa sube al 35 por ciento si –como establece la metodología oficial– no se cuentan los votos blancos y nulos. Según la constitución ecuatoriana no es necesaria una segunda vuelta si el candidato más votado obtiene la mayoría absoluta o 40 por ciento con una diferencia de 10 por ciento sobre el segundo. Por lo que Correa podría vencer en primera vuelta. Sin embargo, el 41 por ciento que aún no decidió el color de su voto relativiza cualquier medición. Los indígenas del Movimiento Pachakutik –un actor central de la política ecuatoriana de los últimos quince años– quedaron al margen de la contienda con el uno por ciento de las intenciones de voto. Muchos de sus seguidores ya piensan en votar por Correa.

Hay algunos hechos que marcan la historia reciente de este país dividido entre la Costa –liderada por el puerto de Guayaquil, capital económica del país– y la Sierra –con epicentro en Quito–. En 2000, la moneda nacional fue reemplazada por el dólar por el presidente Jamil Mahuad y los ecuatorianos todavía recuerdan las andanzas y consejos de Domingo Cavallo por esos lares. Diez años antes, los indígenas de la Sierra organizaron un levantamiento que hizo temblar el edificio estatal construido por las elites blanco-mestizas e inició un camino que culminó con la llegada al poder del Movimiento Pachakutik de la mano del coronel Lucio Gutiérrez. Era el año 2002. El matrimonio duró poco: en seis meses los ministros indígenas fueron expulsados del gobierno y el coronel se transformó en el mejor aliado de Estados Unidos en esta zona sensible del continente, fronteriza de otra aún más sensible: Colombia.

El “gutierrato” como lo llaman los ecuatorianos, no sin parecidos con el menemismo, no pudo resistir la movilización de la calle: la mezcla de corrupción y abuso de poder –incluida la manipulación de la Corte Suprema– movilizó a las clases medias y luego a los jóvenes en una gran insurrección popular en la ciudad de Quito. Allí nació el movimiento de los “forajidos”, que tomó como nombre propio un insulto presidencial. Gutiérrez fue el tercer mandatario depuesto en ocho años por una mezcla explosiva de conspiraciones en los cuarteles, protestas callejeras e intrigas políticas que el politólogo Franklin Ramírez considera un “dispositivo de derrocamiento” propio de Ecuador. Allí aparecieron también dos formas de protesta tomadas de la crisis argentina: los cacerolazos y los escraches, junto a la consigna “que se vayan todos”.

“El voto a Correa tiene mucho de voto protesta, la masa de sus electores serán amplios sectores de la clase media y sectores populares que rechazan lo que él llama la partidocracia mafiosa”, le dijo a Página/12 desde Quito el analista político Marc Saint-Upéry. Pese a su posgrado en Estados Unidos y sus antecedentes de consultor del PNUD, este economista de 43 años está lejos de la personalidad del tecnócrata. Tal como se vio en el debate televisivo de esta semana, organizado por la CNN, Correa aparece extrovertido, irónico y nada acartonado.

A diferencia del resto de los candidatos, el candidato de Alianza País se opone al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, rechaza la dolarización (aunque dice que sólo se podría salir en el marco de una moneda sudamericana), propone rescindir contratos con empresas petroleras transnacionales y es apoyado por Chávez. Después de que el mandatario venezolano comparara a su par estadounidense con el diablo, al hablar ante las Naciones Unidas, Correa dijo: “El diablo debe estar ofendido”. Cartas suficientes para que Washington considere que cualquiera de los otros candidatos es preferible a él. Los inversores opinan más o menos igual y ya le bajaron el pulgar: las encuestas provocaron la caída de la cotización de los bonos de la deuda ecuatoriana. “El mercado está cada vez más ansioso por una posible victoria en primera vuelta de Correa, y sus comentarios recientes sobre los potenciales miembros (izquierdistas) del gabinete alimentaron el nerviosismo”, dijo Leo Goldstein, analista de la firma Finisterre Capital.

Ante la enorme cantidad de indecisos, a cinco días de los comicios, los candidatos reemplazaron las propuestas por los regalos, desde sillas de ruedas hasta preservativos con el lema “sé responsable”, algo que bien vale para el momento de pararse ante las boletas electorales y definir el rumbo, hacia la izquierda o hacia la derecha, de este país sudamericano.

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