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El mundo|Sábado, 4 de noviembre de 2006

Prodi, rehén de la camorra italiana

El premier italiano anunció un plan de emergencia para la región más violenta de Europa y puerto de entrada de la droga.

Por Enric González *
Desde Nápoles
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Los asesinatos continuaron ayer, a pesar de la presencia policial.

Nápoles es la ciudad más violenta de la Unión Europea. Su criminalidad organizada, la Camorra, ha asesinado desde 1980 a más de 3600 personas: más que la suma de IRA, ETA y Brigadas Rojas, y mucho más que la Cosa Nostra siciliana. Pero el rojo de la sangre es sólo un aspecto de la calamidad. La otra cara del problema es negra: una ciudad que vive de la economía sumergida se condena a vivir del otro lado de la ley. Los jefes de clan, los usureros y los mafiosos sustituyen gradualmente a los políticos, los bancos y los policías. El gobierno italiano enviará a la ciudad más de mil agentes de policía.

Con la violencia fuera de control por enésima vez, Romano Prodi viajó a Nápoles para anunciar la llegada de los nuevos policías y para rogar a los napolitanos que dejen de ser “escépticos” sobre su propio futuro.

Nápoles mostraba el jueves un aspecto peor del habitual. La víspera hubo inundaciones (el asfalto y las alcantarillas, obra de empresas vinculadas con la Camorra, no soportan una lluvia fuerte), había grandes montones de desperdicios en las calles (la recolección de basura es uno de los negocios “legales” de la Camorra) y el tiempo era gris. Había más policías que de costumbre, dada la visita del presidente del gobierno, pero aún así se registró un nuevo episodio violento: Luigi Leonardi, de 34 años, con amplios antecedentes penales, fue apuñalado a las 5 de la madrugada en pleno centro.

En Scampia, uno de los barrios más degradados, escenario en 2004 y 2005 de la guerra entre el clan Di Lauro y un grupo disidente conocido como Los Españoles, porque sus jefes se refugiaban en Barcelona y la Costa del Sol, el ambiente era el habitual: camellos, clientes, mujeres que iban a la compra, avenidas anchas y semivacías. Los niños perseguían a los periodistas haciéndose pasar por palos (vigilantes callejeros de los clanes) y pedían 50 euros a cambio de “contarlo todo”. La mayoría de las cámaras de televisión preferían, sin embargo, pulular por Sanitá, el barrio céntrico donde se desarrolla la guerra de este año.

Los ciclos de las guerras camorristas se han acelerado. La sustitución del contrabando de cigarrillos por el tráfico de drogas, a principios de los ‘80, disparó los ingresos de los clanes e hizo más tentadores los golpes internos y más habituales los asaltos a los mercados ajenos. Nápoles es ahora el principal mercado europeo de la droga, lo que reporta a un clan potente unos beneficios diarios cercanos a los 500.000 euros. Una parte de esa droga se derrama a precios de mayorista sobre la juventud local: la pastilla de éxtasis que cuesta 50 euros en Milán se paga en Scampia a sólo 15. Cada vez son más frecuentes los atracos improvisados y brutales: grupos de muchachos en estado más o menos eufórico apuñalan y golpean por un reloj, un teléfono, un ciclomotor o unos cuantos billetes.

Algunas cifras dan idea de la situación. Entre enero y octubre, 50.000 empresas y 90.000 comercios de Campania, la región napolitana, han sufrido robos, atracos o extorsiones. Más de 10.000 han cerrado. Los datos son de SOS Impresa, una organización de empresarios locales.

Mientras el número de asesinatos de la Camorra, casi todos relacionados con guerras internas, se mantiene relativamente estable desde hace dos décadas, la llamada microcriminalidad muestra en los últimos tiempos una intensidad inusual. El desempleo es muy alto. En la región ronda el 20 por ciento. En el barrio de Scampia supera el 50 por ciento.

Romano Prodi se vio obligado a viajar con urgencia a Nápoles, donde en cuatro días se habían cometido siete asesinatos mafiosos. Se entrevistó con las autoridades locales y con el arzobispo, anunció que firmará un plan de emergencia con el envío de mil policías más y la instalación de videocámaras en las calles, y se declaró “angustiado”. Dijo que el ejército, por el momento, no sería desplegado, pese a la opinión favorable del ministro de Justicia, Clemente Mastella, y, según un sondeo de la RAI, del 87 por ciento de los italianos. “No bastan la vigilancia y la represión, lo primero es acabar con el escepticismo de los propios napolitanos ante su propio futuro”, declaró.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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