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El mundo|Domingo, 25 de marzo de 2007
HUBO AL MENOS 65 MUERTOS EN OTRA JORNADA VIOLENTA

El interior de Irak, en llamas

Por Patrick Cockburn *

Desde Khanaqin

Bagdad volvió a sufrir una jornada de violencia ayer. Al menos 65 personas murieron y otras cien resultaron heridas en una oleada de atentados suicidas y ataques que sacudieron la capital iraquí y el resto del país. En el sur, unos 20 iraquíes murieron y otros 26 resultaron heridos cuando un coche bomba se estrelló contra una comisaría. A unas cuadras de allí, varios disparos de mortero dejaron más víctimas fatales. La violencia también alcanzó a la ciudad de Mosul, en el norte. Alrededor de 12 personas, entre ellas cuatro policías, fallecieron como resultado de varios atentados. Unos kilómetros hacia el este, cerca de la frontera con Siria, tres coches bomba mataron a más de 20 personas e hirieron a otras 35.

Muchas veces la información sobre atentados en el interior del país se conoce recién varios días después. La dificultad de informar sobre Irak es tan peligrosa que se torna imposible saber lo que está pasando en la mayoría del país, más allá de Bagdad. George Bush y Tony Blair aseguran que en muchas partes de Irak hay paz. Esto es mentira, pero al mismo tiempo es difícil de probarlo, sin arriesgarse a morir en el intento. Por eso hice un viaje al interior del país, a Sulaymaniyah, una atractiva ciudad rodeada por montañas con picos nevados en el este del Kurdistán.

Desde ahí empecé a manejar hacia el sur, recorriendo pueblos kurdos hasta Khanaqin, un enclave kurdo relativamente seguro en el nordeste de la provincia de Diyala, uno de los lugares más violentos de Irak. Mientras manejo hacia el sur, veo los pueblos mixtos –kurdos y árabes– arrasados por enfrentamientos pasados. Llamativamente, en la ruta casi no hay camiones. El año pasado, este mismo camino estaba repleto de camiones. Más tarde me explicaron que el gobierno iraquí cerró la cercana frontera con Irán, lo que significó un duro golpe para el comercio de Khanaqin, que depende de la mercadería que proviene del país vecino.

Llegamos a la supervigilada oficina del segundo de la Unión Patriótica del Kurdistán, Mamosta Saleh, para que relate la situación en Diyala. Según cuenta, la situación empeoró y los insurgentes ya tomaron el control de Baquta, la capital provincial. “También están atacando a una tribu kurda llamada Zargosh en las montañas Hamrin”, aseguró. La seguridad es tan débil en esa zona que el gobierno no recibe provisiones desde hace siete meses.

Mientras recorro el pueblo, escucho por todos lados que “la seguridad es mejor en el centro”. Todos dicen eso en Irak, aun en ciudades donde no parece haber uno. Hace seis semanas, una bomba mató a doce e hirió a 40 personas en el centro de Khanaqin.

Sigo mi recorrido por el Kurdistán y llego a Halabja, la ciudad a la que Saddam Hussein roció con gas venenoso en 1988. Alrededor de 5 mil personas murieron. La ciudad está en medio de un llano fértil con vistas a las montañas Howraman, totalmente blancas en este momento del año. En la entrada de Halabja se encuentra uno de los monumentos más extraños del mundo. A la distancia parece una mezquita y fue construido como un recordatorio de aquellos que murieron en el ataque químico. Tiene la forma de una carpa de circo de concreto que se convierte en un nudo que sostiene un globo.

Hoy, del monumento sólo quedaron sus ruinas. Los sobrevivientes del ataque de Saddam Hussein lo destruyeron el año pasado. Estaban cansados de que el gobierno kurdo siempre lamentara a los muertos y se olvidara de los que quedaron vivos. Para el gobierno, en cambio, los sobrevivientes fueron impulsados por los fundamentalistas islámicos.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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