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El mundo|Lunes, 16 de abril de 2007
FALTA UNA SEMANA PARA LOS COMICIOS PRESIDENCIALES

Recta final para Francia

Los cuatro principales candidatos –Sarkozy Royal, Bayrou y Le Pen– librarán su última batalla por captar 37 por ciento de indecisos.

Por Eduardo Febbro
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La socialista Royal descarta una alianza con Bayrou.

Desde París

“Con todo lo que le pasó y aún sigue tan alto, seguro que Ségolène (la candidata socialista) va a ganar”, dice Jeannine apoyada en el mostrador de un bar de la Rue Mouffetard, muy concurrido por la gente que el domingo a las seis y media de la madrugada se apresta a instalar los productos en los stands de la feria del barrio. Enfrente de ella, Paul, un aguerrido vendedor de pescados, le responde sonriendo: “Que Dios no te escuche, mi vieja. Esa es una amazona disfrazada de Madame Republicana. ‘Sarko’ (el candidato conservador Nicolás Sarkozy) gana a muerte”. Junto a ellos, dos opulentos vendedores de fruta levantan la primera copa matinal para celebrar la “fortaleza de Jean-Marie (Jean-Marie Le Pen, líder de la extrema derecha) y su imparable conquista del poder”. Nadie se enoja ni se agrede. La gente ríe y saca una batería de bromas en registros populares sobre los atributos masculinos y femeninos de los candidatos.

A esa hora de la mañana, Le Pen todavía no había tratado a Sarkozy de ser “uno de los jefes de la escoria política”, frase que remite a la célebre fórmula empleada por Sarkozy en 2005 en un suburbio francés cuando prometió limpiar la “escoria” del lugar. Ante un Sarkozy empeñado en sacarle votos a la extrema derecha con la multiplicación de declaraciones sobre los inmigrados y la identidad nacional, Le Pen reorientó ayer sus dardos contra el candidato que osa pasearse en sus tierras cautivas.

A exactamente una semana de la primera vuelta de la elección presidencial, los 12 candidatos presentes protagonizan al unísono una suerte de lucha final. Ocho quedarán solamente como decorado y cuatro pelean para pasar a la segunda vuelta o asegurarse el mejor resultado. Nicolas Sarkozy (30% de las intenciones de voto) y Ségolène Royal (26%) distancian al centrista François Bayrou (17%) y a Jean-Marie Le Pen (13%). Pese a estas cifras, el juego sigue abierto debido a la abultada proporción de indecisos. Le Journal du Dimanche publicó ayer una nueva evaluación que sitúa en 37 por ciento del electorado el porcentaje de votantes que no están seguros por quién van a votar o que pueden cambiar su decisión. El candidato conservador, Sarkozy, emprende esta recta final con la declarada intención de atraer el voto de lo que él llama “la mayoría silenciosa”, de aquellos que votaron por la extrema derecha en las elecciones de 2002, de los que se opusieron al Tratado Constitucional europeo en 2005 y, más globalmente, a los desencantados de la política, según sus propios términos. Por su parte, la candidata socialista repite su convicción de que su victoria será un “acontecimiento planetario” pero, pese a las cifras de los últimos sondeos, está bajo la amenaza del cambiante voto a favor del centrista Bayrou. Muchos electores socialistas están a medio camino entre las urnas de Royal y las de Bayrou.

La cuestión se le complicó aún más este fin de semana luego de que dos poderosos dirigentes socialistas –el ex premier Michel Rocard y el ex ministro de Salud, Bernard Kourchner– llamaran a formalizar una alianza útil con Bayrou en la perspectiva de la segunda vuelta (6 de mayo). Royal descartó los “arreglitos” a espaldas de los electores, pero lo cierto es que la incertidumbre es tanto más opresiva cuando los socialistas se sienten expuestos a una repetición de lo que ocurrió hace cinco años, es decir, la eliminación de su candidato desde la primera vuelta.

En pleno delirio sondeológico con más de 230 estudios de opinión –nunca se realizaron tantas encuestas como en esta campaña–, los resultados de los sondeos han marcado el ritmo y el contenido de la campaña. Sin embargo, hay datos sorprendentes. Esta elección presidencial se caracteriza por el número impresionante de nuevos electores –cerca de 2 millones–, pero esos votantes recién ingresados al sistema son jóvenes, muchos de los suburbios, y no tienen línea telefónica fija. Tal vez, como dice Le Pen, “haya una sorpresa”. Puede que sea a su favor, o puede que, de una buena vez, Francia saque del escenario a un hombre político cuya emisión de odio es proporcional a los votos que gana. Por ello Sarkozy lo imita.

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