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El mundo|Domingo, 22 de abril de 2007
HOY SE VOTA PARA PRESIDENTE PERO NO HAY UN FAVORITO; HABRIA SEGUNDA VUELTA

Dura batalla para entrar en el ballottage

Después de una larga campaña que incluyó las arengas nacionalistas de Sarkozy, las dudas alrededor de la socialista Royal, la sorpresiva emergencia del centrista Bayrou y la vigencia del ultraderechista Le Pen, nadie se anima a pronosticar un ganador.

Por Eduardo Febbro
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La socialista Royal y el derechista Sarkozy son leves favoritos para entrar en el ballottage.
Desde París

Doce postulantes, un cambio generacional en el horizonte, 44,5 millones de electores y 3,3 millones de nuevos inscriptos en los padrones (última cifra suministrada por el Ministerio de Interior), candidatos jóvenes, con un promedio de edad de 50 años, una voluntad reiteradamente repetida de cambio o de ruptura, una mujer con sólidos argumentos de victoria, partidos renovados o en renovación, una generación de líderes políticos que sale de escena, dudas, arrepentimientos, ganas de que todo cambie realmente, ansiedad, titubeos, indecisión y, al mismo tiempo, compromiso electoral y militancia de votante altamente comprometidos, la elección presidencial de este domingo es una apuesta colectiva para un nuevo país.

La historia y los componentes de la elección presidencial francesa podrían narrarse con una extensa frase sin punto alguno. Francia se busca, se tantea, se interroga en torno de una pregunta recurrente: “¿ellos o ella? ¿Nicolas Sarkozy (derecha), François Bayrou (centro), Jean-Marie Le Pen (ultraderecha) o Ségolène Royal (socialista)? ¿Voto útil, voto del corazón o voto cerebral? Una vuelta por los 20 barrios de París refleja esa fluctuación de un electorado para quien la campaña electoral no reflejó ni sus problemas ni los del país, pero que se siente más interpelado que nunca a elegir correctamente. “No podemos desinteresarnos de lo que nos va a pasar como en 2002” (Albert Legrand, 44 años, distrito 19 de París). “Mi voto no va a cambiar, irá a la derecha, como siempre, pero lo que siento es que, con Sarkozy, lo que ha cambiado es la derecha” (Marianne Reneaud, 51 años, distrito 8). “Hay una propuesta nueva, que es la de Bayrou. Los socialistas me cansaron. No se renovaron a tiempo. Pero igual dudo. ¿Y si Bayrou gana y en vez de gobernar al centro vuelve a los brazos de la derecha?” (André Borris, 35 años, distrito 12). “Ségolène, contra viento y marea. Los socialistas le robaron la campaña porque son cobardes, pero si ella gana todo el PS va a cambiar. Para mí, votar por Ségolène es votar por dos cambios: el del PS y el de Francia” (Agnés Dupont, 29 años, distrito 4).

El próximo presidente francés tendrá entre 52 y 55 años. Promedio joven en una clase política fosilizada e incrustada en los aparatos de poder. A su manera y cada uno con su opción, la prensa nacional del fin de semana recoge ese cambio generacional y esa aspiración nacional al cambio. En Libération, Laurent Joffrin escribe: “Francia va a cambiar de aire. Cansada de sus elites, Francia busca nuevos dirigentes, una nueva política, una nueva República que, al fin, la saque del marasmo, de la desesperanza social y del cinismo”. Cambio a la derecha, con Nicolas Sarkozy, y también a la izquierda. En las páginas de Le Monde, el historiador Christophe Prochasson observa: “La izquierda al estilo antiguo ha muerto”. El mismo historiador analiza el clima de una campaña muy particular en donde la persona, es decir el yo, pesó más que las ideas o las plataformas defendidas... y que casi nadie conoce. El matrimonio de Nicolas Sarkozy, sus presuntas amantes, el compañero de Ségolène Royal, sus presuntas historias paralelas. Christophe Prochasson comenta: “Nunca habíamos asistido a semejante puesta en escena del yo por parte de los candidatos. (...). Vivimos un período de baja intensidad ideológica o doctrinal. El triunfo del ‘yo sobre el ‘nosotros’ acarrea una psicologización sin precedentes de la vida política”.

Prueba por el absurdo de la veracidad de ese análisis, el semanario Nouvel Observateur consagró su última edición a los secretos de diván de los candidatos, es decir, al psicoanálisis: “¿Cuáles son sus motivaciones escondidas, sus conflictos interiores? ¿Por qué Royal, Sarkozy o Bayrou se lanzaron en esta carrera sin piedad?”. En suma, Freud y Lacan como agentes de interpretación política. El semanario le encargó a 10 psicoanalistas la tarea de psicoanalizar a los candidatos con el intento (textual) de no confundir “el consultorio con la oficina de voto”. Un resumen de los cuatro principales. Ségolène Royal: “¿sublimadora o castradora?”. Nicolas Sarkozy: “vigilar y punir”. François Bayrou: “el centro soy yo, el complejo de Narciso”. Jean-Marie Le Pen: “el padre de la horda primitiva”. El profesor Pascal de Sutter, experto en psicología política en la OTAN, hizo un retrato analítico de las personalidades de los dos protagonistas de esta elección, Sarkozy y Royal: “Ambos son ambiciosos, dominantes y killers”.

Fuera del diván, las plataformas electorales divergen entre sí. A su vez, todas las opciones de victoria, o por lo menos las tres principales, Sarkozy, Royal o Bayrou, conducen a un cambio: con Sarkozy se termina la derecha gaullista y surge un conservadurismo liberal, mezcla de Bush con el Vaticano. Con Royal tiemblan las estructuras del Partido Socialista, una combinación de corrientes y ambiciones presidenciales que no termina de definirse entre un movimiento social demócrata o una izquierda nueva era. Con Bayrou explotaría el esquema actual y se desembocaría en la creación de un partido democristiano al estilo de lo que existe en Europa del Norte.

Royal, Bayrou, Sarkozy, Le Pen, detrás de este cuarteto, en el cual figuran los dos nombres del próximo presidente, vienen 8 candidatos que representan corrientes de pensamiento, algunas históricas como los comunistas y la extrema izquierda, otras más nuevas como la ecología. Ha sido una campaña más extensa que su propio calendario. Dramática por momentos, insultante también, con golpes bajos, rumores y calumnias, centrada en lo nacional y la identidad, machista hasta la vergüenza con una elite política y de medios de comunicación reacia a ver a una mujer jugar en las primeras ligas. La noche desciende tranquila sobre París. En la madrugada, como cada día, las brigadas que pegan afiches vendrán, clandestinamente, a tapar el de sus adversarios en una ronda a escondidas. La noche viene suavemente. Hace calor. Los bares están llenos, las terrazas colmadas. La gente discute sobre el destino de todos. Hoy se acaba la primera guerra plural. El domingo, a las ocho en punto, empezará la otra. Sólo dos nombres estarán en los afiches. ¿Ella o ellos? ¿Ella o él?

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