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El mundo|Viernes, 28 de septiembre de 2007
EL LIDER OPOSITOR BIRMANO EN EL EXILIO, SEIN WIN, LE PIDE AYUDA A OCCIDENTE

Critican el apoyo de Pekín a los militares

Por J. M. Marti Font *

El líder opositor birmano, Sein Win, primer ministro del gobierno de la Unión de Birmania en el exilio, considera que China tiene una influencia decisiva sobre la junta militar del general Than Shwe, pero denuncia que las autoridades de Pekín, principales compradores del gas natural que produce el país, no hacen nada para impedir los desmanes de los militares. Sein Win, primo de Aung San Suu Kyi, la Premio Nobel de la Paz en arresto domiciliario desde el año 2003 por la junta militar, pronosticó ayer por la mañana que la manifestación en las calles de Yangon acabaría en un baño de sangre, lo que sucedió horas más tarde.

–¿Tiene usted alguna explicación para el hecho de que el ejército sea tan poderoso y haya conseguido mantenerse en poder durante tanto tiempo?

–En otros países los ejércitos dan golpes de Estado, pero van y vienen, no se quedan de forma permanente. Pero el general Ne Win, tras el golpe de 1962, aisló el país y estableció una especie de dinastía. Los generales no piensan en dejar el poder, sólo en cómo mantenerse.

– ¿Por qué los militares no han sido capaces, al menos, de proporcionar un cierto bienestar?

–Birmania es un país rico. Tiene gas natural. Y la junta lo vende. Sacan 3000 millones de dólares al año. China es el principal comprador.

–¿Cuál es el papel de China? –China vende armas a los generales, les concede préstamos y otras muchas cosas. La presencia de China en Birmania es enorme. Tiene una influencia decisiva sobre los militares. El problema es que no la usan.

–Parece que se repite el mismo esquema que en Sudán respecto de Darfur.

–Sí, el mismo esquema. La gente es cada vez más pobre. Al régimen no le importa para nada el pueblo. No hay dinero para sanidad ni para educación. Los precios suben y los salarios bajan. Mucha gente no puede comer dos veces al día. Y ahora, de pronto, deciden subir el precio del carburante. Es por eso que la gente ya no lo tolera.

–¿Qué espera de Occidente?

–Ahora ya saben que Birmania padece uno de los regímenes más brutales del planeta. Los países democráticos deben ayudarnos en cualquier forma que puedan. Le pondré un ejemplo: los militares controlan todos los medios de comunicación, pero el gobierno noruego nos ha dado permiso para emitir nuestros programas de radio desde su territorio. Las compañías occidentales deben abandonar el país. La petrolera Total, por ejemplo, se beneficia de la mano de obra forzada que le proporciona la junta militar para proteger el gasoducto de Yadana.

–¿Cree que el régimen aceptará organizar otras elecciones?

–Soy pesimista. En 1988, cuando los militares prometieron elecciones, se miraron en el modelo de la Indonesia de Suharto. Buscan el modo de legalizarse a sí mismos pero no tienen ninguna intención real de cambiar. Ahora creo que se miran en China y Vietnam, países no democráticos pero a los que les va bien en términos económicos.

–¿Serviría ese modelo?

–Por culpa de las violaciones de los derechos humanos, Birmania sufre las sanciones económicas de los países occidentales. Por otro lado, el problema es que a los hombres de negocios, a quienes no les importan demasiado las sanciones y están dispuestos a invertir donde creen que se puede hacer buen negocio, el sistema legal de nuestro país no les ofrece garantías. Las leyes sólo son papel mojado.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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