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El mundo|Jueves, 18 de octubre de 2007

No más tortura, promete EE.UU.

El nuevo fiscal general se desmarcó de Alberto Gonzales y fue muy enfático al criticar el uso de tortura con sospechosos de terrorismo.

Por David Alandete *
desde Washington
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George Mukasey prometió al Congreso no meterse en política.

La sesión de confirmación por parte del Senado del candidato de la Casa Blanca a la fiscalía general, George Mukasey, fue un duro interrogatorio sobre todos los casos pendientes en ese departamento tras la salida de su polémico antecesor, Alberto Gonzales, que se vio obligado a dejar su puesto el mes pasado rodeado de escándalos. Mukasey dio a los demócratas lo que buscaban: moderación y distanciamiento de sus predecesores. “Desafortunadamente, el anterior fiscal general, Alberto Gonzales, permitió que esta administración acometiera políticas que están en conflicto con los valores norteamericanos, décadas de justicia, una práctica militar seria, la legislación internacional y los derechos humanos”, dijo el senador demócrata Patrick Leahy. El departamento al que aspira está sin líder y sin timón. Es disfuncional, lo han dejado patas arriba. Está desmoralizado y diezmado, añadió el senador demócrata Charler Schumer. Estas críticas a la Justicia no impidieron que la impresión en el Senado fuera que Mukasey sería confirmado sin problemas.

Hubo quien exigió que la primera medida del nuevo fiscal general sea el cierre de Guantánamo. “Esa cárcel es un ojo morado para nuestro país”, explicó el demócrata Herb Kohl. Mukasey se negó a evaluar la posibilidad de un cierre, pero reconoció que esas instalaciones suponen un problema: “Estamos deteniendo a gente sin acusarlas y es cierto que eso es un ojo morado”, reconoció. “El problema con Guantánamo es que nadie quiere que exista.” A Mukasey se le ha saludado como una figura independiente y de perfil moderado. El se esforzó ayer por cultivar esta imagen. “En derecho, las decisiones se toman con los hechos y la ley en la mano. Nada más”, dijo. Los senadores le recordaron que sus dos predecesores cayeron en el juego político con excesiva facilidad. Gonzales perdió la confianza de los senadores de ambos bandos después de enfrentarse a una comisión de investigación sobre el cese de nueve fiscales por motivos políticos. Ayer, los senadores recordaron el polémico papel de Gonzales en otros asuntos como las técnicas de tortura supuestamente respaldadas por la administración republicana y el programa de escuchas secretas a ciudadanos norteamericanos.

Mukasey dio a los demócratas lo que buscaban: distanciamiento de sus antecesores. Su primer paso fue desmarcarse del polémico informe apoyado por el equipo de John Ashcroft en 2002 en el que se autorizaba al presidente a saltarse las convenciones de derechos humanos y respaldar la tortura como técnica de interrogación en casos de terrorismo. Mukasey no pudo ser más claro, al calificarlo de “peor que un pecado”, “un error” e “innecesario”. “Lo primero son las libertades civiles”, dijo, tajante. Mukasey mantiene una estrecha relación con el ex alcalde de Nueva York y candidato presidencial republicano, Rudolph Giuliani. Ambos trabajaron juntos en la oficina del fiscal del estado en Nueva York en los ochenta. El hijo de Mukasey, Marc, trabaja para el bufete de abogados de Giuliani. “No habrá ambigüedades”, prometió ayer Mukasey. Añadió que, según su opinión, la política y la Justicia deben seguir caminos separados. Alguien que lo conoce muy bien le dio la razón. El senador independiente Joseph Lieberman estudió con Mukasey en la Escuela de Derecho de Yale. “Es un hombre de leyes, no un político, explicó ayer.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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