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El mundo|Jueves, 15 de noviembre de 2007
OTRO DIA SIN TRANSPORTE Y CON CORTES DE AGUA Y LUZ EN FRANCIA; EL PARO CONTINUA

Sigue la huelga pero ahora hay diálogo

La huelga fue imponente pero no alcanzó los niveles de octubre pasado. Hoy sigue la medida de fuerza, pero la CGT abrió una instancia de diálogo. Sarkozy vendió bien su reforma y tiene el apoyo de la opinión pública. Los ferroviarios no se rinden.

Por Eduardo Febbro
desde París
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Miles de manifestantes se unieron a la huelga organizada por los gremios del transporte en Francia.

Una nueva jornada deambulando a pie, un país con los transportes públicos paralizados y una perspectiva de negociación en el horizonte sindical, la segunda huelga de la presidencia de Nicolas Sarkozy dejó a la sociedad exhausta y a los antagonistas –gobierno y sindicatos–, en el camino del diálogo. Los sindicatos de transportes públicos habían llamado al paro para oponerse a la reforma de los regímenes especiales de jubilación que apuntan a cambiar el lapso de cotización a la caja de pensiones. El medio millón de activos concernidos y el más de un millón de jubilados amparados por los regímenes especiales cotizan a las cajas de jubilación durante 37 años y medio pero el gobierno ha decidido extender ese plazo a 40 años, es decir, equipararlo con los parámetros válidos en la función pública.

La huelga de ayer fue menos imponente que la realizada en octubre pasado por los mismos reclamos. En el conjunto, el paro que afectó al Metro, los trenes, los autobuses, los suministros de luz y gas fue imponente pero la tasa de participación estuvo por debajo de la de octubre. Según la compañía del Metro, RATP, ayer hubo 44% de huelguistas contra 58% el 18 de octubre. La misma diferencia se comprobó en los trenes: 61,1%, contra el 73,5% de octubre. Las negociaciones en curso no bajaron sin embargo la tensión. Las perturbaciones en los transportes públicos proseguirán este jueves. Sin embargo, una concesión simultánea hecha por la CGT francesa y el gobierno permitió un esbozo de diálogo. Consciente de que el paro podía hacerle perder la batalla de la opinión pública, es decir, en lo concreto, atraerse la antipatía masiva del sector privado, la CGT francesa no cambió el fondo de sus demandas pero sí la forma en que éstas podían ser negociadas. Hasta antes de esta huelga, el sindicato exigía una negociación global con el Estado sobre la reforma de los regímenes especiales. A último momento, la CGT le tendió una mano al ejecutivo proponiendo que se lleve a cabo una negociación tripartita, empresa por empresa, gremio por gremio, y con la participación de las empresas, las organizaciones sindicales y el Estado. Este compromiso intermedio aleja la perspectiva de un conflicto prolongado y, si las discusiones tienen éxito, permite a cada protagonista –gobierno y sindicatos– salir indemne del conflicto. Un portavoz de la presidencia francesa reconoció ayer que la dirección de la CGT actuó “de manera tal que la crisis pueda empezar a resolverse desde el primer día”.

Este cambio de estrategia cegetista no es ajeno ni a la forma de acción política que caracteriza al presidente Nicolas Sarkozy ni a las propias transformaciones internas de la CGT. Bernard Thibault, el secretario general de la CGT surgido del mundo ferroviario, emprendió una reforma profunda del sindicato marcada por la despolitización de la CGT, o sea, su autonomía con respecto al Partido Comunista francés. Thibault abrió el sindicato a los trabajadores del sector privado que en los años ’80 habían abandonado masivamente las filas de la CGT. La reforma defendida por Sarkozy no salió de la nada apenas asumió sus funciones. El presidente instaló la idea en la sociedad antes mismo de las elecciones y fue uno de sus lemas de campaña. Ello equivale a reconocer, como lo resalta Michel Dreyfus, investigador e historiador de la CGT, que Nicolas Sarkozy “vendió su reforma mucho mejor de lo que lo hicieron sus predecesores, además del hecho de que el contexto político ha cambiado”.

Sarkozy reiteró una vez más que no pensaba renunciar a su reforma y que, al mismo tiempo, ésta se aplicaría en un contexto de negociación. La primera respuesta vino ahora de la CFDT. Su secretario general, François Chérèque, estimó que existían “elementos para suspender la huelga”. En lo concreto, esos elementos constan de una carta que fija los parámetros del método con que se negociará enviada por el ministro francés de Trabajo, Xavier Bertrand, a los sindicatos. Queda, no obstante, el misterio del tema de fondo: ¿cómo harán ambas partes para ganar sin ceder? La rama sindical de los ferroviarios no quiere discusiones que desemboquen en compensaciones a cambio de la reforma de las jubilaciones. Y el gobierno tampoco se muestra dispuesto a cambiar una coma de su reforma. En suma, oficialismo y sindicatos comparten el método de negociación pero no el contenido. El líder de la CGT, Bernard Thibault, declaró ayer que anhelaba “la continuación del movimiento” social contra la reforma de los regímenes especiales de jubilación. Sin embargo, por paradójico que resulte, gobierno y sindicatos comparten en esta crisis un mismo objetivo y una doble problemática. Evitar que las huelgas duren demasiado y también que las negociaciones futuras se hagan eternas.

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