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El mundo|Martes, 20 de noviembre de 2007
POR SU ACTUACION CONCRETA DURANTE LA GUERRA CIVIL DE LOS AÑOS 30

La Iglesia española pidió disculpas

El obispo Ricardo Blázquez, presidente de la poderosa Conferencia Episcopal Española (CEE), llamó sorpresivamente a un mea culpa y reorientación de la institución. Era la última asamblea de la CEE que él presidía.

Por Oscar Guisoni
desde Madrid
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Rezos ante la figura de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei en el franquismo.

El obispo Ricardo Blázquez, presidente de la poderosa Conferencia Episcopal Española (CEE), sorprendió ayer a propios y extraños cuando durante el transcurso de la asamblea plenaria del organismo pidió perdón por “las actuaciones concretas” de la Iglesia durante los años treinta, es decir, desde que comenzó la II República hasta que finalizó la Guerra Civil (1936-39). Es la primera vez que un cargo tan alto de la jerarquía eclesiástica se anima a alejarse de la postura oficial de la Iglesia, que consistió siempre en considerarse víctima del bando republicano y jamás asumió su rol activo en los sucesos que terminaron por desencadenar el conflicto más sangriento de la historia española, el 18 de julio de 1936. A su lado, el cardenal Antonio María Rouco Varela, ex presidente de la CEE y máximo representante de la línea dura de la Iglesia actual, no pudo disimular su sorpresa, aunque evitó pronunciarse al finalizar el acto sobre las palabras de su sucesor.

Ricardo Blázquez procede de la diócesis de Bilbao y siempre se ha caracterizado por ser una voz moderada dentro de una institución que ha mostrado sus garras durante los últimos cuatro años de gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, secundando las posturas de los sectores neoconservadores más rancios del opositor Partido Popular. La de ayer fue la última asamblea plenaria de la CEE que le toca presidir, ya que está finalizando su mandato, un dato que seguramente ha tenido en cuenta el obispo ante de lanzarse a efectuar un pronunciamiento de tan hondo calado y tan contrario a lo que piensan la mayoría de los prelados españoles.

Para terminar de completar la carambola revisionista, Ricardo Blázquez homenajeó ayer en su discurso al cardenal Vicente Enrique y Tarancón, el hombre que después de la muerte del general Franco y durante los primeros años de la transición dirigió el timón de la Iglesia sosteniendo una postura aperturista muy criticada en su momento por los obispos más radicales, que se mostraban poco dispuestos a secundar sus posiciones democráticas cercanas al espíritu del Concilio Vaticano II.

Blázquez ha dado más de un disgusto al sector más conservador de la Iglesia durante los últimos tiempos. Así fue cuando se opuso al boicot contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía implementada por la administración Zapatero durante el transcurso de la última reforma educativa y que promovían los sectores más ultras de la jerarquía también en coordinación con la plana mayor del PP. O cuando sostuvo que “la sociedad asumirá medidas de gracia si ETA deja las armas” a finales de 2006, dándole un espaldarazo a las fallidas negociaciones de paz emprendidas en su momento por el gobierno socialista con el grupo separatista vasco, contrariando también con esta postura a los sectores más duros del Episcopado y del Partido Popular, que se oponían a cualquier tipo de amnistía a los actuales presos etarras.

Sus declaraciones de ayer son aún más explosivas si se tiene en cuenta el contexto preelectoral en el que han sido pronunciadas. Faltan apenas tres meses para las elecciones generales, que tendrán lugar el 8 de marzo de 2008, y éstos serán los primeros comicios en los que la espinosa cuestión de la Guerra Civil estará presente desde el retorno de la democracia, debido a que el Partido Popular se ha opuesto con todas sus fuerzas a la recientemente promulgada Ley de la Memoria Histórica, que pretende hacer justicia con las víctimas del franquismo.

La Iglesia ha mantenido una dura batalla con el gobierno socialista durante los últimos cuatro años, en los que ha criticado con dureza la ley que permite el matrimonio homosexual o la permisividad del Ejecutivo con respecto a la investigación científica con cédulas madre. Otro motivo de rispidez fue la postura asumida por la COPE, la radio controlada por el Episcopado, con respecto de los atentados ocurridos el 11 de marzo de 2004, que alimentó la teoría conspirativa sustentada por el PP, en la que se sugería la participación de ETA. Por si fuera poco, desde esa misma emisora el periodista Federico Jiménez Losantos ha emprendido una virulenta campaña contra la corona que ha llegado a pedir la abdicación del rey Juan Carlos, al que considera “demasiado amigo de los socialistas” y poco favorable al Partido Popular.

Las palabras de Blázquez a propósito de la Guerra Civil en las que advierte que “debemos pedir perdón y reorientarnos, ya que la purificación de la memoria, a que nos invitó Juan Pablo II, implica tanto el reconocimiento de las limitaciones y de los pecados como el cambio de actitud y el propósito de la enmienda”, pueden ser leídas también como una clara señal de la Conferencia Episcopal para intentar moderar a los suyos en un momento en el que la Iglesia española tiene demasiados frentes abiertos.

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