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El mundo|Domingo, 1 de septiembre de 2002
COMO ES LA DISCUSION PARA RELANZAR AL PARTIDO DE LIONEL JOSPIN EN FRANCIA

Viaje al final de la noche socialista

En abril, el premier socialista Lionel Jospin fue barrido de la segunda vuelta presidencial por el ultraderechista Jean Marie Le Pen, y en las legislativas que siguieron los socialistas quedaron hechos añicos. Esta es una crónica del modo en que buscan reencontrar su destino.

Por Eduardo Febbro
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François Holland (centro), con el diputado Jean Marie Ayrault y la ex ministra Martine Aubry.
El socialismo francés inició el viernes su “cumbre de verano” sin la figura del padre que lo llevó al poder en 1997 luego de varios años en el purgatorio. El ex primer ministro Lionel Jospin, vergonzosamente derrotado por el ultraderechista Jean Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de abril y mayo pasados, no acudió a esta reunión destinada esencialmente a preparar el camino de la “renovación” de un partido deshecho por la derrota y minado interiormente por las divisiones y los ajustes de cuentas.
El vacío dejado por Jospin luego de que se retirara de la vida política al cabo de la consulta presidencial, y la posterior “paliza” que recibieron los socialistas durante las dos vueltas de las elecciones legislativas de junio, provocaron la explosión en pleno vuelo del PS. La universidad de verano organizada en la localidad de La Rochelle es una suerte de sesión de autocrítica y una plataforma para “saldar cuentas” y unir a las dos corrientes: los defensores de la visión moderna, partidarios de una suerte de socialismo liberal, y aquellos que pugnan por un retorno a las fuentes, por un socialismo de izquierda. La reunión estuvo precedida por duros forcejeos entre ambas opciones y por un libro devastador publicado por Marie-Nöelle Lienemann, ex secretaria de Estado en el gobierno de Jospin. En el libro Mi parte del inventario, Lienemann atacó frontalmente a Jospin, a quien juzgó “un poco limitado para ser presidente”, y fustigó su alejamiento: “Dejar la silla vacía ante la estampida no me parece digno del líder de la izquierda que, en nombre de los nuestros, aspiraba a las funciones más altas del Estado. Frente al adversario, el sentido del deber consiste a veces en olvidarse de uno mismo para privilegiar el interés colectivo. Las renuncias nunca son fundadoras y la de Lionel Jospin no nos deja en posición para el próximo combate, es decir las elecciones legislativas y, más allá, para la reconquista. La dignidad no consiste en abandonar su campo en medio del monte”, escribió la ex secretaria de Estado. Cuando llegó el viernes a la sede de la universidad de verano, Lienemann fue copiosamente silbada por los militantes. Pese a los esfuerzos hechos por el actual primer secretario del PS, François Hollande, que pretende “rearmar ideológicamente al partido”, la unidad soñada es apenas un anhelo verbal.
Si bien los líderes socialistas evitaron ofrecer el lastimoso espectáculo de la división, el tema de fondo, es decir, qué línea política adoptará el partido, mostró los límites del eslogan oficial “todos juntos”. Cuando faltan nueve meses para el Congreso que definirá esa línea y, tal vez, el nombre de nuevo líder, las diversas corrientes del PS no quieren que la dirección ponga un candado en torno de una línea única. “Discutamos, propongamos, experimentemos”, dice a coro la dirigencia socialista. Sin embargo, la pulseada más dura la protagonizan los miembros de la llamada “GS”, Gauche Socialista (Izquierda Socialista), y el polo constituido por los “socialistas liberales”, es decir, los ex ministros de Economía Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn. Ambos encarnan una versión “moderna” del socialismo a la que la base no adhiere con demasiado entusiasmo. François Hollande busca un compromiso intermedio entre socialismo genuino y modernidad con vistas a elaborar una “síntesis” capaz de sacar al PS del estancamiento.
La primera jornada de la universidad de verano estuvo ocupada por un coloquio consagrado a la autocrítica. Con el lema “lecciones de una elección”, el PS buscó comprender por qué perdió las elecciones presidenciales y legislativas de manera tan abrumadora. La ex ministra de Empleo Martine Aubry destacó que uno de los mayores errores cometidos consistió en no tomar en cuenta “los salarios modestos”. A su vez, no sin razón, Marie-Nöelle Lienemann reconoció que el PS había perdido el apoyo”de la clase obrera”. Según la ejecutora de Lionel Jospin, representante del ala izquierda del partido, “el fondo del problema radica en que desde hace muchos años las capas populares no votan más por la izquierda y que el 30 por ciento de la clase obrera vota por Jean Marie Le Pen”. Otros líderes adelantaron que la izquierda francesa no supo tratar con la acción y las palabras debidas el tema de la seguridad y estuvo siempre “a la defensiva” frente a las demandas de los jóvenes y, sobre todo, a la hora de formular un discurso de cara a la globalización.
“Las vías que conducen a la reconquista del poder” parecían atascadas. A pesar de los esfuerzos de su primer secretario, el PS sigue dando la imagen de una familia política huérfana y perdida en medio de una tormenta. El enigma del futuro socialista no está solo en su capacidad para renovarse. Las dos derrotas electorales descompusieron todo el esquema de poder montado por Jospin. La famosa “izquierda plural” que gobernó Francia entre 1997 y el 2002 se hizo pedazos. El poder rosa-verde-rojo perdió todos sus colores: el PS camina a tientas, los ecologistas desaparecieron y el naufragio del comunismo francés es una profecía que se realiza con cada consulta electoral. Sin los votos comunistas y ecologistas, los socialistas se quedan a mitad de camino del sillón presidencial. El debate de estos dos días, además de la plataforma política del partido, apunta igualmente a formular una alternativa para aglutinar al conjunto de la izquierda en el seno del PS. Pero sin un programa tentador y lo suficientemente anclado a la izquierda, ni los verdes ni el PC ni los otros movimientos progresistas aunarán sus fuerzas a las del PS.
Los militantes de base todavía no se reconocen en el rostro del partido que los representa. Un número importante de simpatizantes socialistas silbó a sus líderes y les reprochó haber sido durante cinco años “demasiado complacientes con los caballeros de la industria y las finanzas y totalmente sordos a las demandas de los franceses”.
Incluso si François Hollande no se cansa de repetir que los socialistas tienen pendiente “una revancha”, no aparecen signos de que esa “revancha” y esa “esperanza rosa” haya encontrado un discurso ni un líder a la altura de Jospin. Fuera del caso específico de Marie-Nöelle Lienemann, los herederos de Jean Jaurés ni siquiera se animaron a hacer “el inventario” del jospinismo. “Es difícil pensar que se va a construir el porvenir cuando nadie emprendió una rigurosa autocrítica de lo que pasó. Jospin sigue influenciando el partido y todo parece como si nadie se atreviera realmente a reformular la política que debemos presentar porque todos esperan que Jospin vuelva de un momento a otro”, decía a Página/12 un militante socialista a punto de partir hacia La Rochelle. La base socialista que se encuentra en universidad de verano no cree en “elefantes rosas” (así se apoda en Francia a los dirigentes socialistas de peso) y no cesa de atacar la cumbre de la pirámide socialista. Si los jefes del PS aún no digirieron la derrota, la base todavía menos: “El partido funciona verticalmente, de arriba hacia abajo. No puede seguir así. Hay que darlo vuelta, de lo contrario desapareceremos del mapa político”, decía un militante de la sección de Dijon interpelando a un ex ministro que hablaba en la tribuna. Otro comentaba: “Estamos viudos, dormidos y gobernados por ambiciosos”. El sentimiento de los militantes no se limita sólo al círculo de los “activos” sino que se extiende a una gran mayoría de simpatizantes. Un estudio de opinión publicado por el vespertino Le Monde mostraba que existe un auténtico divorcio entre los anhelos de los votantes progresistas y las prioridades defendidas por los dirigentes del PS. A título de ejemplo vasta mencionar dos cifras: el 35,2 por ciento estima que sus “intereses” están bien defendidos por la izquierda mientras que el 51 por ciento de sus partidarios piensa que la izquierda defiende muy bien el interés de las empresas... Ese mismo estudio revela también una dualidad del electorado de izquierda. Este, por un lado, se queja de que el PS no se ocupa como es debido de la clase obrera y, por otro, elige aLaurent Fabius como la persona que mejor encarna los valores de la izquierda. “Lo que pasa es que, a fuerza de estar en el poder, el socialismo francés terminó construyendo una suerte de izquierda oficial, liberal, moderna y gestionaria. Esta izquierda nada tiene que ver con la de antes. Sin embargo, nadie se atreve a decidir qué vamos a hacer. O somos socialistas y estamos con los obreros, o estamos con la clase media, o estamos con los dos, como se debe. Hasta ahora, lo único que hicimos es correr hacia los brazos de la burguesía y no se hizo nada por las clases más golpeadas”, afirmaba a Página/12 un militante del socialismo parisino. Ni partido obrero ni partido burgués, el PS francés sigue en busca de su destino removiendo los dolores del pasado. Como lo señalaba en su última edición el matutino Liberation, “Jospin no está pero ocupa todos los espíritus”. El ex jefe de gobierno es un espectro para lo bueno y lo malo. En la tribuna de la universidad de verano, los oradores que se suceden no lo nombran... pero lo evocan obsesivamente: “Nuestro balance”, “nuestros errores”, “nuestro fracaso”... Parece un tango. Y mientras dure no vendrá otra orquesta.

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