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El mundo|Viernes, 2 de enero de 2009
De las utopías al sí se puede a pesar de todo

Con la CIA en la puerta

Por Stella Calloni
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Opinión

Hace 50 años sorprendió al mundo y a la región el triunfo de un ejército revolucionario en Cuba, una isla situada a sólo 90 millas de Estados Unidos. Ese ejército de “muchachos barbados” derrocó a principios de enero de 1959 a la dictadura de Fulgencio Batista, el hombre impuesto por Washington mediante un golpe de Estado en 1952 y que luego intentó perpetuarse –en una presunta vía electoral– en 1955.

Pero en ese lapso, ya en el mismo año ’52, el joven abogado Fidel Castro Ruz escribió una carta pública denunciando la ilegalidad del golpe y llamando al pueblo a luchar. Un tiempo después, el 26 de julio de 1953, unos 150 jóvenes, bajo su jefatura y una dirección revolucionaria, atacaron los cuarteles de Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

Aunque fue un fracaso militar, con graves pérdidas para el grupo, ese resultó el comienzo del proceso de liberación. En su defensa, cuando estaba detenido, Castro elaboró su magistral alegato: “La historia me absolverá”, donde delineó un programa revolucionario, planteando que sólo soluciones radicales y de fondo cambiarían esa estructura de poder semicolonial que imperaba.

El ejército rebelde, crecido en la lucha en la Sierra Maestra desde 1956, tenía en sus manos ese programa, inspirado en la propia lucha independentista de finales del siglo XX y en el ideario de José Martí. El triunfo del ’59 aseguraba la continuidad del proceso anticolonial martiano y daba raíces propias y genuinas a la revolución triunfante. Esto fue clave para las formas creativas de resistencia y ayudó a enriquecer dialécticamente las teorías marxistas.

Las fuerzas armadas creadas y asesoradas por Estados Unidos fueron reemplazadas por el ejército rebelde. Nada quedó en pie. Al poner en marcha el plan revolucionario, la estructura de ese semicolonialismo superviviente en lo económico, político, social y cultural, que encarnaban Batista y la clase dominante, se derrumbaron para siempre.

El triunfo de la Revolución significó la recuperación de la independencia real. Fue Estados Unidos, no Batista, quien abandonó el poder en Cuba en 1959. Por esa razón intentó regresar durante todos estos largos 50 años, con metodologías terroristas, invasivas e intervencionistas que nada lograron, como el bloqueo o sitio de guerra que mantienen desde 1962 sobre la isla.

Es innumerable la lista de acciones terroristas contra Cuba que la propia CIA reconoce y que costaron muchas vidas y destrucciones, entre ellas el intento de invasión en Playa Girón en 1961 que fue rechazado por el ejército y el pueblo cubano, constituyéndose en la mayor derrota sufrida por Estados Unidos en nuestro continente. Esto profundizó los pasos revolucionarios y la activa participación popular. “Hija de la cultura y las ideas”, la Revolución produjo un hecho de recuperación social y cultural extraordinario, cuya irradiación continúa hasta hoy.

Algo para recordar

Pero sería difícil entender lo que significaron esos fuertes cambios producidos entre 1959 y 1961 si no se recuerda brevemente el entorno en que surgió la Revolución. Los dictadores y los golpes de Estado impuestos por Washington estaban a la orden del día en los años ’50. Se extendía su dominación regional, con los objetivos fijados para su temprana Guerra Fría con la formación de una cantidad de instituciones, en su lucha contra los países socialistas, como la CIA (1947) y otras similares, con objetivos muy precisos.

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en Colombia en 1948, había probado la eficiencia de sus métodos. Centroamérica estaba “asegurada” bajo las dictaduras instaladas desde los años ’30 en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En este último caso en 1944, le había surgido un desafío con una revolución popular y democrática. En 1954 invadieron Guatemala con las terribles consecuencias que se mantuvieron hasta los años ’90. Fueron los trabajos de la CIA en Bolivia los que hicieron desviar el proceso revolucionario y popular de 1952 y su mano estuvo en el suicidio de Getulio Vargas, en 1954 en Brasil, en el golpe que instaló a Alfredo Stroessner en Paraguay ese mismo año y en el derrocamiento de Juan Domingo Perón en Argentina un año después. En el Caribe, Cuba estaba rodeada por las dictaduras de Haití y República Dominicana, mientras Puerto Rico seguía bajo ocupación colonial.

A grandes rasgos esto y el marco de otras intervenciones en los años ’60 y la siembra de las dictaduras militares que asolaron el continente en los años ’70, evidencia la increíble capacidad de resistencia del pueblo cubano. La Revolución fue, sin duda, la mayor ruptura histórica que se recuerde en el hemisferio. A 50 años de su existencia y como un espejo astillado, Estados Unidos protagoniza en Afganistán e Irak el primer genocidio del siglo XXI.

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