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El mundo|Sábado, 9 de noviembre de 2002
OPINION

Desarmando la crisis

Por Claudio Uriarte
La nueva resolución de la ONU sobre Irak salva la cara a todo el mundo sin que nada haya cambiado: a Estados Unidos le permite decir que su firmeza logró imponer por fin al tirano de Bagdad inspecciones realmente duras, mientras Francia y Rusia pueden alegar que su valiente oposición a los halcones de George W. Bush logró salvar a Medio Oriente y posiblemente al mundo de una guerra catastrófica. En realidad, la resolución de la ONU aleja aún más una guerra que ya no iba a ocurrir, lo que se refleja en tres cosas: el voto favorable de Siria, único país árabe en la actual configuración del Consejo de Seguridad; el precio del petróleo, que ayer subió sólo 40 centavos, permaneciendo en los niveles más bajos de los últimos cinco meses (25,78 dólares por barril), y el hecho de que el Pentágono ha desacelerado un envío ya muy módico de tropas al Golfo (ver recuadro en esta misma página): tiene 62.000 tropas desplegadas desde el Mediterráneo hasta Asia Central (10.000 de ellas solo en Afganistán) cuando necesitaría al menos 140.000 (o preferentemente 250.000) solamente para una guerra en Irak.
La fijación de una serie vertiginosa de plazos puede sugerir una serie vertiginosa de acciones de guerra, pero en realidad es otra parte del bluff. Irak tiene siete días para aceptar o rechazar la resolución, y si la acepta, 30 días más para declarar de qué arsenales dispone. A partir de eso hay 15 días para que lleguen los inspectores de armas de la ONU y 60 días para que realicen su trabajo y completen su informe. Todo esto parece arrinconar a Saddam, pero en realidad lo libera: 60 días es un plazo risible para llegar con un informe serio sobre un país extenso como Irak, que por cuatro años ha estado exento de inspecciones de armas; en realidad, los inspectores podrían pasar un año en el lugar sin haber completado nada más que una aburrida gira de turismo medioriental, ya que si Irak tiene armas químicas, lo más probable es que las tenga enterradas profundamente en desiertos, y que las biológicas se encuentren en vehículos en movimiento constante. E incluso si los inspectores encuentran obstrucciones a su tarea, han desaparecido del texto las cláusulas gatillo que hubieran autorizado una fulminante acción estadounidense: las obstrucciones deben ser “significativas”; la acción militar se tomará recién después de otra reunión del Consejo. Sucede que la “guerra” ya logró su cometido –que los republicanos de Bush ganaran las elecciones–, y estas “concesiones” son la forma elegante del presidente de echarse atrás, mientras parece seguir a la ofensiva.

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