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El mundo|Miércoles, 30 de septiembre de 2009
Llega hoy a Honduras una comitiva de diputados brasileños

El gobierno de Lula se defiende de las críticas

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El canciller brasileño, Celso Amorim.

Al conservador Senado brasileño no le causa mucha gracia que el presidente Manuel Zelaya resista a la dictadura hondureña desde el interior de su embajada en ese país. Menos aún que lo haga acompañado de 60 personas más y con llamados a una insurrección popular cada un par de días. Por eso, ayer, además de aprobar para hoy mismo el viaje de una comitiva de diputados oficialistas y opositores al país centroamericano para verificar la situación de la sede diplomática sitiada por la policía hondureña, el Congreso en Brasilia le solicitó al canciller Celso Amorim que se acercara al recinto y justificara la actuación brasileña. “Brasil se aparta de los grandes problemas internacionales y está preso de un pequeño país”, criticó el senador opositor Arthur Virgilio. “El gobierno compró la agenda política de Hugo Chávez”, le espetó el senador al canciller.

Amorim, por su parte, concedió que el gobierno le está pidiendo a Zelaya que no incite a la violencia; reveló, incluso, que en algún momento no especificado Zelaya le había pedido al gobierno de Lula que le facilitara un avión para volver a su país y que él mismo se lo había negado.

Sin embargo, defendió a rajatabla la decisión de alojar al mandatario derrocado. “Brasil hizo lo correcto al acoger a Zelaya en la embajada. Se trata de un presidente legítimo, así reconocido por la comunidad internacional, que casi literalmente tocó a nuestra puerta. Entonces consideramos correcto darle abrigo”, aseguró, firme, el canciller.

Según Amorim, además, Brasil no está solo en su decisión, sino que cuenta con el apoyo de la comunidad internacional. “La presencia de Zelaya en nuestra embajada es vista por los principales actores como un factor positivo, propiciador de un diálogo que no estaba ocurriendo”, argumentó el jefe de la diplomacia brasileña. Más aún, explicó, no se trata de defender la institucionalidad sólo en Honduras, sino en toda la región en contra de posibles contagios autoritarios.

“Lo que está en juego es el destino de la democracia, por lo menos de América Central, donde la tolerancia podría inspirar otros golpes en la región”, advirtió el ministro de Relaciones Exteriores de Lula. E insistió: “No podemos retirarnos porque sería un gesto de cobardía y desprecio a la democracia, por lo tanto un incentivo a los golpes de Estado, algo que no podemos hacer de ninguna manera”.

Para no dejar dudas acerca de la posición del gobierno, Marco Aurelio García, asesor de Lula en asuntos internacionales, salió ayer también a reforzar el punto y remarcó que los que provocaron la actual situación son los golpistas de Tegucigalpa. “Algunas cosas deben ser dejadas en claro: el origen de todo fue un golpe de Estado, el problema se llama Micheletti, es él quien está aumentando la escalada de violencia. Brasil no se metió en un enredo, sino que fue metido”, sostuvo García.

Para el asesor de Lula, el dictador hondureño, sencillamente, no acierta en ninguna de sus jugadas. “Micheletti está revelando una inhabilidad enorme, se niega a hacer cualquier gesto de negociación y se quitó la máscara al dictar estado de sitio e invadir una emisora de TV y una de radio”, razonó García.

Según el hombre que aconseja a Lula en el ámbito internacional, la situación podría agravarse aún más si el régimen de facto decide seguir adelante con su idea de convocar a elecciones. “Además del boicot internacional, podrá haber un boicot interno en caso de que los golpistas decidan imponer elecciones bajo estado de sitio. Y los boicots no se hacen con flores”, explicó el funcionario.

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