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El mundo|Miércoles, 19 de marzo de 2003

La paz volvió a decirse en francés, alemán y ruso

Jacques Chirac rechazó ayer junto a Alemania y Rusia el ultimátum unilateral de 48 horas con que George Bush emplazó a Saddam Hussein el lunes.

Por Eduardo Febbro
El enfrentamiento entre Estados Unidos y Francia a propósito de la crisis iraquí se deslizó ayer hacia una confrontación personal “cara a cara” entre el presidente francés Jacques Chirac y el norteamericano George Bush. Respondiendo directamente al ultimátum de 48 horas lanzado por Bush, el jefe de Estado francés admitió que el desarme de Irak era “necesario”, juzgó incluso que resultaba “deseable” que hubiese un cambio de régimen en Bagdad, pero restó toda legitimidad al recurso a la fuerza. Chirac afirmó que no había ninguna “justificación a una decisión unilateral para recurrir a la guerra”, tanto más cuanto que, resaltó, “Irak no representa hoy una amenaza inmediata que justifique una guerra inmediata”. Chirac impugnó la falta de legalidad de la iniciativa de la administración Bush y puso de relieve que la utilización de la fuerza sin el aval de las Naciones Unidas es “una decisión grave en momentos en que el desarme de Irak está en curso y cuando las inspecciones de la ONU demostraron que eran una alternativa creíble para desarmar el país”.
Refiriéndose concretamente a la campaña protagonizada por Londres y Washington con el único objetivo de que Francia aparezca como la responsable del fiasco en el Consejo de Seguridad, Chirac puntualizó que “Francia actuó en nombre de la primacía del derecho y en virtud de su concepción de las relaciones entre los pueblos y las naciones”. El mandatario dio vuelta las acusaciones en contra de París y argumentó que “los últimos debates en el Consejo de Seguridad mostraron claramente que el Consejo no estaba dispuesto a caucionar una acción precipitada hacia la guerra”. Pasando a un plano más personal, Chirac, cuya constancia en mantener la misma línea sorprendió hasta a sus más acérrimos enemigos, consideró que el ultimátum de Bush “pone en tela de juicio la idea que nos hacemos de las relaciones internacionales”. Según el presidente, la decisión de Bush “compromete el porvenir de un pueblo, el porvenir de una región y la estabilidad del mundo”.
Berlín y Moscú, los otros dos componentes del llamado “eje de la paz”, se pronunciaron en el mismo sentido. El presidente ruso Vladimir Putin se unió a la posición de París, mientras que el canciller alemán Gerhard Schroeder estimó que la amenaza que representa Saddam Hussein no “justifica una guerra” ni tampoco “la muerte de inocentes”. Cabe resaltar asimismo que París precisó su postura luego de que el embajador francés en los Estados Unidos, Jean-David Levitte, dijera que si Saddam Hussein utiliza armas químicas o biológicas ello “cambiaría totalmente la situación para el presidente Chirac y para el gobierno francés”. La frase fue inmediatamente corregida por la capital francesa. La Cancillería salió al paso diciendo que en la “hipótesis” de que las fuerzas norteamericanas o las de los aliados se vieran enfrentadas a un ataque químico, “Francia evaluaría las medidas de asistencia que podría tomar en un espíritu de amistad y solidaridad”.
El tono del discurso pronunciado por Bush, su envoltorio mesiánico, las promesas y el ultimátum provocaron un hondo rechazo en los medios gubernamentales. Fuentes diplomáticas francesas argumentan que fueron Estados Unidos, Gran Bretaña y España los que “dejaron en el camino la lógica de la paz” para adoptar un perfil “guerrero”. París estima que “el fracaso diplomático recae sobre las espaldas de Washington y Londres” y que Francia está “muy lejos de encontrarse sola”. Los argumentos del campo de la paz se centran en torno a la denuncia de una manipulación. En poco tiempo, alegan los diplomáticos franceses, se “pasó de un calendario diplomático a un calendario militar, del desarme de Irak al cambio derégimen, es decir, un esquema que está fuera de la lógica de la resolución 1441”.
Para los estrategas europeos, la estructura militar norteamericana, por más imponente que sea, no despeja las dudas sobre los objetivos del ataque, juzgados “borrosos” por los especialistas. Un militar francés se preguntaba: “Todo el mundo habla de ataques aéreos, pero ¿ataques contra qué?”. Los servicios secretos franceses hacen un análisis similar. La inteligencia militar señala que si bien las tropas estadounidenses temen ser objeto de ataques químicos –como gas neurológico–, “los norteamericanos carecen de pruebas suficientes sobre su existencia. A lo sumo, al igual que nosotros, cuentan con indicios convergentes..., pero esos indicios no constituyen un blanco para un avión porque faltan los datos para destruirlo”. La misma fuente observa que en lo que atañe al derrocamiento de Saddam, la tarea es más complicada, ya que el presidente iraquí “deslocalizó” las estructuras. Un militar francés que viajó recientemente a Bagdad para entrevistarse con miembros de los servicios secretos iraquíes contó: “Los vi en un hotel de mala muerte porque la sede de la inteligencia iraquí está simplemente vacía. La situación es similar en los lugares sensibles del poder iraquí”.

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