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El mundo|Lunes, 3 de septiembre de 2012
Opinión

El drama televisado

Por Robert Fisk *

Cuando sirios armados irrumpieron en Damasco, el mes pasado, un enfurecido hombre de edad mediana y anteojos apareció en la televisión estatal con un duro mensaje a los enemigos de Siria. “Dicen que es la última batalla –rugió–. Sí, estoy de acuerdo en que es la última... ¡y ellos perderán!”

Los televidentes sirios no están acostumbrados a una declaración franca como ésta en un vocero del régimen, pero éste es Omran Zoubi, funcionario de línea dura recién llegado a lo más alto de las operaciones mediáticas del gobierno. El presidente Bashar al Assad lo nombró ministro de Información para convertir la televisión estatal siria en una fuente creíble de información.

¿Quieren observar tropas sirias abriéndose paso a sangre y fuego en las calles de la capital? Pongan la televisión estatal. ¿Presenciar el sacrificio del ejército: un soldado gravemente herido tendido en un callejón de Alepo, mientras dos de sus camaradas intentan restañar sus heridas? Todo lo que tienen que hacer es sintonizar a la joven cronista –lleva casco azul y un chaleco antibalas con el letrero Prensa, como sus colegas de Occidente– que con voz grave transmite su información en vivo desde Alepo en el canal Dunia, no estatal pero difícilmente contrario a Al Assad.

Los sirios –al igual que Zoubi, quien es un analista político de una especie rara pero intensa en el gobierno de Damasco– han aprendido mucho de CNN y de Al Jazeera. “Soy un convencido de la libertad y la apertura”, me dice Zoubi en el edificio al que siempre me he referido con cinismo como el Templo de la Verdad. Y en los días de Ahmed Iskandar Ahmed y Mohamed Salman –un feroz ministro de Información, que perdonaba a los periodistas errantes pero murió de cáncer cerebral, y un hombre levemente piadoso que ayudaba a periodistas extranjeros si confiaba en ellos, pero acabó bajo arresto domiciliario—, la verdad era difícil de hallar entre la sucesión de planes quinquenales que los pobres sirios tuvieron que devorar.

Pero en la hora más negra de Siria, un poco de verdad real ha aflorado a la superficie. Hace un par de noches, Al Assad concedió su entrevista más importante en meses –seguirá luchando, dijo, y la batalla de Siria está muy lejos de terminar– al canal privado Dunia. Coches bomba, cuerpos descuartizados, víctimas gritando, forman hoy parte cotidianamente de las noticias vespertinas. Cuando un periodista de Dunia que entrevistaba a una mujer gravemente herida, luego de la masacre de Daraya, retrasó a los paramédicos que intentaban llevarla al hospital, los televidentes sirios se indignaron tanto que la difusora se vio forzada a sacar la entrevista de su cobertura. Obviamente, un canal por satélite occidental sugirió que esta censura despertaba sospechas acerca de la versión siria de las matanzas.

“Nada puede ocultarse –insiste Zoubi—. No hay justificación para esconder nada. La gente está acostumbrada ahora a los hechos reales. Ahora se trata de reflexionar en la pantalla sobre lo que ocurre en las calles. La gente tiene hoy muchas opciones en sus canales de televisión. Queremos ser una de esas opciones. No trato de impedir que la gente vea Al Jazeera, pero quiero que sea capaz de decidir por sí misma.”

Siente desprecio por Al Jazeera, y en cierto momento sugiere que la furia estadounidense hacia la cadena de noticias por no decir la verdad podría ser una emoción que él comparte con Washington.

Hago una invitación abierta a la oposición siria para que aparezca en las pantallas sirias, dice el ministro. En la era anterior se ejercía veto sobre quién podía aparecer en pantalla. Ese veto ha sido suprimido. Algunas mentalidades se acostumbraron mucho a las viejas reglas; se necesitó un poco de tiempo para llevarlas a una mayor apertura y libertad.

Lo peor –dice Zoubi– sería que la televisión mintiera. No queremos medios mentirosos. La diferencia entre nosotros y los medios extranjeros es que nosotros decimos la verdad, pero en forma desagradable y poco refinada; ellos son muy buenos para comercializar sus mentiras.

Bueno, hasta cierto punto, lord Copper, digo para mí. Uno no ve a la televisión siria investigar acerca de las torturas infligidas por los hombres de la inteligencia mujabarati o la cantidad de daño colateral causado por el poder bélico del ejército, asesinatos deliberados según el Ejército Sirio Libre, todos los gobiernos occidentales y montones de reporteros. Pero apenas esta semana CNN difundió un reportaje exclusivo sobre la oposición siria en el que hombres armados y encapuchados eran identificados como activistas, término que antes se reservaba para manifestantes desarmados.

Del lado del gobierno existen siete canales de televisión, uno dedicado a noticias y otro al drama, el cual me dicen amigos que ha perdido atractivo en meses recientes. Ahora que hay drama verdadero en las calles, ¿a quién le interesa la versión teatral?

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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