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El mundo|Jueves, 12 de junio de 2003
OPINION

Una “ruta” al desastre

Por Claudio Uriarte
Una lectura lineal del Medio Oriente de los últimos años consiste en decir que los atentados terroristas frustran los esfuerzos norteamericanos de paz, desde los planes Tenet y Mitchell hasta la “Hoja de Ruta” de hoy. Parece omitirse lo central de esta recurrencia: que los esfuerzos norteamericanos de paz refuerzan, y no debilitan, el poder de interferencia de los terroristas, al dotarlos de un virtual poder de veto sobre las negociaciones. Es por eso que el “nuevo Medio Oriente” tras la invasión estadounidense a Irak se parece tanto al viejo: porque todo en la región permanece inalterado, desde la guerra de baja intensidad entre israelíes y palestinos hasta la política norteamericana.
La característica central de la “Hoja de Ruta” era su artificialidad: las negociaciones y la perspectiva de paz no nacían de desarrollos orgánicos de la región, sino de la imposición externa de Estados Unidos, en este caso secundado por un fantasmático trío de Rusia, Naciones Unidas y la Unión Europea. Pero la región se obstina en rechazar la “ruta”, como un organismo viviente tiende a rechazar la intromisión de un cuerpo ajeno. El plan de cese del fuego y separación de fuerzas rumbo a la paz no hace más que fracasar. Allí donde el plan de paz establece un Estado palestino para 2005 podría preguntarse: ¿por qué no 2006?, ¿o 2004? La realidad regional tiene otro cronograma: la de un virtual Parlamento armado palestino que aún no ha decidido hacer la paz con Israel, y de una Israel que alterna entre instintos defensivos de repliegue, ofensivas y represalias puntuales y la necesidad de colaborar con su aliado norteamericano. Esta superposición de cronogramas crea un panorama surrealista, donde las tomas idílicas de la cumbre de Aqaba dejan paso a imágenes de carnicería, y donde un premier palestino inventado por Estados Unidos (Mahmud Abbas, o Abu Mazen según su nombre de guerra) aparece minimizado ante la sombra de Arafat. O de su recordatorio, en la forma de nuevos atentados.
Si el involucramiento de Estados Unidos en el área implica una ventaja para los integristas –cuyas acciones no son sólo contra Israel, sino que golpean indirectamente al presidente norteamericano–, tal vez los instintos reeleccionistas de George W. Bush lo empujen ahora en la dirección inversa –aislacionista–, que era la que inicialmente dominaba su espíritu. Y tal vez, al permitir que la guerra agote su curso –o las partes se cansen de ella–, se podrá abrir el camino hacia una nueva etapa.

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