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El mundo|Martes, 23 de julio de 2013
Francisco criticó la cultura del descarte de un mundo en crisis

Un breve alegato en el avión

Ante los 70 cronistas que lo acompañaban en su viaje a Río, el pontífice explicó que espera encontrar en Brasil a los jóvenes que están insertados e involucrados en el tejido social. Bromeó sobre la rivalidad argentino-brasileña.

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“Ustedes no son santos de mi devoción”, bromeó Francisco con los periodistas.

“Vi que no fueron feroces”, bromeó ayer el papa Francisco, al final de un encuentro con 70 periodistas en el avión que lo llevaba de camino a Brasil. El pontífice se comparó con el profeta Daniel, quien se encontró en la fosa de los leones frente a fieras apaciguadas. El Papa, que había anunciado que no daría una conferencia en el avión, expuso algunos objetivos de su viaje a las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), otorgándole un tono muy social, antes de saludar individualmente a cada uno de los periodistas y fotógrafos presentes.

Cuando Francisco apareció en la zona de la nave dedicada a los trabajadores de prensa, la periodista mexicana Valentina Alazraki Crastich, de la cadena Televisa, le dijo unas palabras de bienvenida. En principio con cara grave y sombría, el Papa se relajó enseguida: “Ustedes no son santos de mi devoción”, dijo en respuesta a la periodista mexicana, que hablaba de santidad. Francisco se disculpó por no haber ofrecido una rueda de prensa, o ni siquiera aceptar un intercambio de preguntas preparadas con anticipación, como hacía Benedicto XVI, para decepción de muchos cronistas que habían querido estar presentes en el vuelo a pesar de los asombrosos costos del viaje. “Es cierto. No doy entrevistas. ¿Por qué? ¡No sé! No puedo, es así. Para mí es un poco difícil de hacer”, admitió, con su franqueza habitual.

El periodista Pablo Ordaz, del diario El País de Madrid, contó que el pontífice argentino de pie y sin papeles en la mano dio un mensaje contra “la cultura del descarte” de las sociedades en crisis. No citó a Dios , tampoco a la Iglesia. “La cultura del descarte no sólo amenaza a los jóvenes sin trabajo por la crisis mundial, también a los ancianos. Los dejamos de lado como si no tuvieran nada para ofrecernos.” Francisco hizo su alegato con pequeñas frases en italiano, puntuadas de exclamaciones. “Un pueblo no tiene futuro si no va adelante con los dos extremos: con los jóvenes, porque tienen la fuerza, y con los ancianos, porque tienen la sabiduría de la vida.”

El Papa explicó que espera encontrar en Brasil a los jóvenes de todo el mundo que no están aislados sino insertados e involucrados en el tejido social. “No se puede privar a los jóvenes de su pertenencia a una familia, a una cultura, a una fe”, señaló en ese sentido, insistiendo en que los mayores estàn para ofrecerles su sabiduría.

No había llegado todavía a Río de Janeiro, y Francisco hizo bromas a los periodistas brasileños sobre la rivalidad entre ellos y los argentinos. “Dios ya es brasileño. ¿Y ustedes todavía quieren un papa?”, les preguntó. En los días previos a su elección, muchos pronósticos veían en realidad a un cardenal brasileño asumir el legado pontificio. Y cuando del cónclave resultó electo el argentino Bergoglio, en Brasil muchos se consolaron con la frase de la presidenta Dilma Rousseff: “El Papa es argentino, pero Dios es brasileño”.

Francisco también hizo referencia a asuntos poco vinculados con temas religiosos propiamente dichos. A cada periodista que desfilaba ante él le respondió con atención y gentileza. Fue voluntad del Papa conocer individualmente a cada uno de los cronistas y fotógrafos que lo siguen cada día, pese a que no le gusta dialogar con la prensa y que se ha quejado en diversas ocasiones de filtraciones de sus conversaciones privadas en los medios. Se tomó el tiempo de escuchar a todos: bendijo el rosario de uno, recibió la pequeña ofrenda de otro (una bandera brasileña), atendió la solicitud de un tercero de rezar por su familia, haciendo en una ocasión la señal de la cruz sobre su frente. Y terminó casi siempre con un “les pido rezar por mí”, que ya se ha convertido en una frase ritual de su pontificado.

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