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El mundo|Lunes, 11 de abril de 2016
Keiko Fujimori

No lejos del padre

Por Carlos Noriega

Hija y heredera política del encarcelado ex dictador Alberto Fujimori, condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción, Keiko Fujimori, 40 años, postula por segunda vez a la presidencia. En 2011 perdió en segunda vuelta contra el actual presidente Ollanta Humala. Antes había sido congresista, entre 2006 y 2011, cargo en el que tuvo una opaca gestión.

Dedicada a tiempo completo a su candidatura desde que dejó el Congreso hace cinco años, casada con un ciudadano norteamericano que asegura dedicarse al corretaje inmobiliario, y con dos hijas, nunca ha podido explicar convincentemente de dónde salen los recursos para el alto nivel de vida que lleva.

Keiko asumió como primera dama en el gobierno de su padre en 1994, luego que su madre, Susana Higuchi, fue expulsada de Palacio de Gobierno en medio de un gran escándalo después que denunciara a su esposo y sus familiares de robar las donaciones que llegaban de Japón. Higuchi aseguró que su esposo la había encerrado y ordenado torturarla. Keiko permaneció siempre al lado de su padre. Como primera dama convivió sin problemas con la inmensa corrupción –se estima que el robo al Estado en esos años está entre los 6 y 7 mil millones de dólares–, el autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos que marcaron el régimen fujimorista, delitos que ahora califica como “errores”.

En esos años, la hoy candidata del fujimorismo estudió administración de negocios en Boston y Nueva York, tiempo durante el cual viajaba constantemente al Perú. Sus tres hermanos también estudiaron en Estados Unidos. Se estima que los estudios y estadía en Norteamérica de ella y sus hermanos costaron alrededor de un millón de dólares, pagados, de acuerdo a una investigación fiscal y otra parlamentaria, con dinero robado al tesoro público.

Luego de la caída en el año 2000 del régimen fujimorista y la huida a Japón de Alberto Fujimori, Keiko asumió la defensa pública de su padre y su régimen. Para esta campaña ha intentado tomar alguna distancia de ese gobierno, pero no mucha. Sabe que buena parte de sus votos, la mayor parte según muchos analistas, son, en realidad, por su padre, que desde el poder desarrolló un extendido clientelismo que todavía le rinde réditos electorales.

Para esta campaña ha apartado de la luz pública a algunos de los personajes más duros y de peor imagen del fujimorismo, pero no ha negado que les daría un cargo importante si llegara al gobierno. Buena parte de sus colaboradores más cercanos, incluido su vicepresidente José Chlimper, trabajaron en importantes cargos en la dictadura de Fujimori. Algunos otros son nuevos, pero no escapan a los escándalos de corrupción. El actual secretario general de Fuerza Popular, el partido fujimorista, Joaquín Ramírez, es investigado por lavado de dinero. La cabeza de su lista parlamentaria, Cecilia Chacón, hija de un general de la cúpula militar que respaldó la dictadura fujimorista y que estuvo preso acusado de corrupción, tiene un proceso judicial abierto por enriquecimiento ilícito. Financistas de la campaña de Keiko, la que ha gastado más dinero, han estado envueltos en el caso de los Panama Papers con compañías offshore en paraísos fiscales.

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