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El mundo|Jueves, 10 de noviembre de 2005

Seis voces para una sola muerte

La muerte de la primera víctima de la ola de violencia que recorre Francia en el relato de seis protagonistas de la historia. Una historia que se repite por miles en la periferia de París.

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El suburbio Stains de París fue escenario de la primera muerte por los disturbios a lo largo de Francia, cuando el trabajador de autos jubilado Jean-Jacques Le Chenadec fue golpeado en la cabeza mientras intentaba sofocar la violencia de los jóvenes afuera de su edificio. Los siguientes son seis testimonios de habitantes de esa banlieue chaude (“suburbio caliente”) que construyen un relato coral sobre la tragedia detrás de los incendios y la confusión.

La víctima
Jean-Pierre Moreau, de 67 años, es un custodio de edificio que estaba con Le Chenadec cuando ambos fueron atacados afuera del edificio de departamentos por un hombre con una pandilla de jóvenes, dejándolo necesitado de un cuello ortopédico y a su amigo, mortalmente herido.
“Aquellos que hicieron esto fueron cobardes. El chico que golpeó a Jean-Jacques se acercó encorvado, escondiendo su cara en su capucha. No me importa ni su color ni sus creencias. Quería mostrarles a sus amigos que él era el hombre adulto, que podía mandar en las calles, estar en control de algo para variar. Bueno, miren lo que sucedió, mató a un hombre. Despojó a una familia de su padre, esposo o hermano.”

El comerciante
Aiche Mohammed, de 64 años, atiende un almacén cerca del lugar donde Le Chenadec fue atacado. Llegó a París desde su Argelia natal en 1969.
“Si quieren saber por qué los jóvenes están quemando autos y tirando piedras, entonces no miren más lejos que en las escuelas. Cuando mi hijo tenía 17 años y se estaba preparando para su examen final el año pasado, su profesor le dijo que no comprara ningún libro porque no tenía sentido, de todas formas no iba a tener una carrera”. Esa es la naturaleza de la banlieue. Los profesores les dicen a los jóvenes que no tienen futuro. Tiene un efecto negativo para los negocios y los lugares donde trabajan. Para los jóvenes, bueno, es un vecindario pobre y no se les da ninguna razón para creer que lo pueden mejorar, ni para ellos ni para ningún otro. Entonces queman cosas para tener un poco de diversión. No es ni siquiera político.”

El pandillero
Mohammed Berfan, de 16 años, ha vivido en Stains toda su vida. Afirmó haber visto a amigos involucrados en incineraciones de autos. “Los keufs (policías) nos hacen pasar malos ratos. Si sos atrapado en un chequeo de identidad, entonces podés estar allí por dos horas mientras te preguntan de dónde venís. Vengo de aquí, soy francés, pero eso no cuenta para ellos porque mis padres son argelinos.”
“Por supuesto que tengo amigos que participaron (en los disturbios). Es una especie de cosa competitiva, cada vecindario muestra lo que puede hacer. Un colectivo es lo mejor que se puede conseguir, se obtienen los máximos puntos si se lo prende fuego. Lo que le sucedió al hombre que murió aquí no está bien, pero ésta es nuestra vida. Todavía estoy en la escuela, pero no sé por cuánto tiempo más me voy a molestar en ir.”
“Sarko (el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que calificó a los manifestantes de “escoria”) debe renunciar. Hasta que lo haga, esto va a continuar. Pero no creo que las cosas mejoren, habrá un poco de calma, luego el próximo disturbio persuadirá a los medios y a los políticos por un tiempo. Luego desaparecen de nuevo, hasta la próxima vez.”

La madre
Natacha Larive, de 34 años, es una mujer de negocios y madre de dos adolescentes. Es oriunda de Martinica, y vive en Stains desde 1989. “Lo primero que hice esta mañana fue manifestar mi respeto a la viuda de Le Chenadec. Fui a verla, a darle mis condolencias y expresar mi solidaridad. Mucha gente asume que los banlieues no tienen sentimiento de comunidad, pero esto no es verdad. Estoy enojada con lo que estuvo pasando porque no tiene sentido. Entiendo la frustración de estos jóvenes pero de ninguna manera me simpatizan sus métodos.”
“¿Por qué queman los autos que los padres de sus amigos necesitan para conducir al trabajo para ganar el dinero y vestir a sus hijos? Yo mantengo a mis hijos dentro noche y día. Antes, los dejaba salir durante el día, pero ahora no hay duda, como madre quiero que tengan éxito, no que estén afuera eludiendo a la policía. La señora Le Chenadec me dijo que se va de Stains para enterrar a su esposo y vivir en las montañas Vosges. Puedo entender por qué, pagó un precio muy alto. Pero no puedo hacer lo mismo. Aunque pudiera, irse sería dejar que los pandilleros ganen. Dicen que no hay nada que valga la pena aquí. Eso no es verdad, hay gente decente aquí.”

El trabajador
Samir Bouhlel, de 42 años, un constructor, vino a Stains desde Túnez en 1985.
“¿Qué quieren decir estos jóvenes cuando dicen que no hay trabajo? Basura. Por supuesto que hay trabajo, pero simplemente no quieren hacerlo; ofrecés trabajo en una construcción y dicen que es demasiado duro. Quieren un trabajo fácil en una oficina o un depósito. Les digo que ésta es la realidad, vivís en la banlieue, tenés padres negros o árabes, nadie te dará un trabajo lindo en una oficina”. Si querés avanzar, trabajás y creás tu propia riqueza. Esa es la única forma de obtener respeto. Pero en cambio obtenemos esta ira. Están actuando sin razones: no hay razones para prender fuego un colectivo que tu padre o primo utilizan para llegar al trabajo. Sospecho que los manifestantes quieren ser gente normal, pero la gran falla de Francia es que no saben cómo.”

De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.

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