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El mundo|Lunes, 28 de febrero de 2011
Las democracias europeas y sus negocios con los países árabes

Con la complicidad de Occidente

Italia es el primer socio comercial de Libia y Alemania el segundo. Los Khadafi les abrieron las puertas de su país a las compañías petroleras del Reino Unido y Estados Unidos. El 90 por ciento del petróleo libio tiene como destino Europa.

Por Eduardo Febbro
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La avalancha de refugiados libios continúa imparable.

Desde París

Las complicidades de las democracias occidentales con los regímenes árabes que se derrumbaron como cartas desgastadas bajo la presión popular es descaradamente vergonzosa. Túnez, Egipto, Libia, una tras otra, las revueltas que sacudieron estos países sacaron la máscara verbal de los países de la Unión Europea: detrás de un discurso universalista, detrás de una férrea defensa de la democracia, los valores humanistas, la libertad y los derechos humanos se mueve una densa madeja de intereses económicos y políticos que, en la mayor parte de los casos, explica la insolente tardanza con que las democracias ejemplares del mundo reaccionaron ante los acontecimientos.

El caso Libio se suma a los otros, pero la naturaleza cavernícola del régimen de Khadafi, su control homicida de la sociedad, su promoción a ultranza del terrorismo internacional, tornan la posición occidental poco más que un insulto a la verdad y la dignidad humanas. ¿Cómo creer en un conjunto de naciones que agrupa a las democracias fundacionales cuando éstas, por meros intereses, pactan con el diablo y son incapaces de tener una posición común severa cuando los pueblos luchan por los valores que esas democracias promueven? Muammar Khadafi ha sabido ponérselas en el bolsillo a fuerza de contratos e inversiones. Mientras Francia o Estados Unidos piden que Khadafi deje el poder, la jefa de la diplomacia europea, la inocua Catherine Ashton, publica un enésimo comunicado que parece dirigido a un jardín de infantes: “Solución pacífica de la situación” o “el pueblo libio ha hablado, el coronel Khadafi debe escuchar” son algunas de las sandeces que contiene el texto.

No hace falta hurgar demasiado para desenterrar las imágenes que muestran a Khadafi codeándose con los demócratas como si fuera uno de ellos: en 2007 fue recibido con alfombras rojas en París. Khadafi armó su carpa de beduino de 60 metros cuadrados en el Palacio de Marigny que Francia pone a disposición de los jefes de Estado. Lo mismo hizo en 2009, en la ciudad italiana de L’Aquila, cuando participó en la cumbre del G-8 en su calidad de presidente de la Liga Arabe. En junio del mismo año, en el curso de su primera visita oficial a Italia, Khadafi instaló la carpa en el célebre parque Villa Doria Pamphili de Roma. En abril de 2009, el Guía Supremo de Libia desplegó su carpa en el parque del Castillo de Val Duchesse de Bruselas. En 2008 hizo lo mismo en los jardines Taïnitski, en Moscú. El líder libio pasó en poco tiempo de proscripto a invitado de honor, de excluido a actor de las finanzas mundiales e inversor en las empresas de Occidente. Sus relaciones con el mundo que él detestaba son elocuentes. Italia es el primer socio comercial de Libia y Alemania el segundo.

Nada es gratis. Con una producción de 1,6 millón de barriles por día, Libia es el decimoctavo productor mundial de petróleo y el octavo país en reservas petroleras (44.300 millones).

Los Khadafi supieron fructificar el gran perdón occidental a su pasado de terroristas confesos y a su presente de dictadores férreos. Les abrieron las puertas de su país a las compañías petroleras de Gran Bretaña (150 empresas del Reino Unido se instalaron en Libia), Estados Unidos, Francia e Italia al tiempo que permitieron que muchas compañías extranjeras participaran en la construcción de infraestructuras. El coronel realizó vistosas inversiones en Gran Bretaña en el sector inmobiliario, la educación y hasta en la prensa. Su arma invisible y “transnacional” se llama LIA, el fondo de inversión Lybian Investment Authority (65.000 millones de dólares), con el cual penetra en todos los sectores que se le antoje. Por sorprendente que resulte, el 3 por ciento del capital del grupo que edita el célebre diario Financial Times, Pearson, pertenece a Khadafi. Y no es todo. La lista es impresionante. Khadafi, de la mano de su gran amigo Silvio Berlusconi, protagonizó un ascenso de astronauta. El fondo soberano Lybian Investment Authority posee el 1 por ciento de ENI, la multinacional energética italiana. Libia es el principal accionista del banco más grande de Italia, Unicredit. Alemania tampoco se salva. Berlín pactó negocios con Trípoli en muchos campos: petróleo –Libia es el cuarto proveedor de Alemania que importa 10 por ciento de su producción–, transporte, infraestructuras, construcción de hoteles, etc., etc. No hay país democrático que no haya abierto las cajas de sus bancos a los fondos libios. El 90 por ciento del petróleo libio tiene como destino Europa. La reconciliación entre las democracias occidentales y el coronel no es muy antigua: 2003, 2004. En 2003, Estados Unidos inundó de bombas Irak para sacar a Saddam Hussein e “importar” la democracia. Poco después, todos hacían cola en la carpa de Khadafi para firmar contratos.

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