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El mundo|Lunes, 27 de diciembre de 2004
ESCALOFRIANTES RELATOS Y AYUDA INTERNACIONAL

“Era un enorme muro de agua”

“Pensé que era una pelea de bandas en el mercado, pero entonces miré hacia arriba y solamente vi un muro de agua donde debía estar el cielo”, dijo Caroline Woods, una turista inglesa que paseaba por el centro paradisíaco de la isla de Phuket, al sur de Tailandia, una de las costas preferidas por buceadores y surfistas. Mientras las olas azotaban turistas y pobladores, viviendas y resorts, sin distinción, la ayuda humanitaria comenzaba a ponerse en marcha desde el resto del mundo.
Al norte de Sumatra, en Medan, capital de la isla, la gente corría aterrorizada por las calles ante un espectáculo desconocido: el agua invadiendo todo. Media hora después de la primera oleada, los hospitales ya recibían el impacto con los primeros heridos. Un reporte de Banda Aceh señalaba que las primeras 21 víctimas eran chicos arrancados de los brazos de sus madres por el torrente, todos menores de diez años. Fueron los primeros de miles de víctimas. A Indonesia la siguió Tailandia. En Phuket, los resorts cinco estrellas donde los turistas festejaban la Navidad, el agua entró como un bramido dentro de los lobbies, con olas que superaban los cinco metros de altura.
“De repente, la ola vino, arrastró y destruyó todo en su camino”, dijo todavía azorado Simon Clark, inglés de 20 años que pasaba sus vacaciones en la isla Koh Ngai. A su alrededor decenas de buceadores fueron arrojados desde los fondos de coral hasta la playa. “Los que estaban en el agua fueron arrojados a la playa y los que estaban en la arena fueron tragados por el mar”, dijo Clark.
En Sri Lanka, entre tanto, 300 presos fueron los únicos que agradecieron al cielo después de que la gigantesca tsunami desmoronara los muros de la cárcel de alta seguridad donde se encontraban alojados, en la localidad de Matara, a unos 160 kilómetros de la capital Colombo.
La sorpresa y el espanto alcanzó a la comunidad internacional que comenzó a ofrecer y enviar ayuda. “Estamos haciendo todo lo que podemos para ayudar –sostuvo el canciller británico, Jack Straw–, pero la interrupción de la comunicación en las áreas más afectadas está dificultando confirmar exactamente la situación sobre el terreno”. La preocupación de Straw estaba específicamente dirigida a una buena cantidad de turistas de origen británico, de los que aún se desconocía la suerte corrida. La Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) ya analizaba las informaciones sobre la catástrofe para coordinar los dispositivos de emergencia. En Bruselas, la oficina de Médicos Sin Fronteras (MSF) alistaba el envío de un avión con 32 toneladas de ayuda para las víctimas. Venezuela también se había comprometido al envío de ayuda humanitaria, según aseguró el director del cuerpo de socorristas, Antonio Rivero. La ONU mandó equipos de socorro especializados en la evaluación de desastres. La Comisión Europea desbloqueó una primera ayuda de urgencia de 3 millones de euros para cubrir necesidades básicas. El ministerio británico de Desarrollo internacional acordó 100.000 dólares para contribuir a financiar el trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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