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El mundo|Domingo, 20 de agosto de 2006
DESPUES DE 30 AÑOS REGRESO AL SUR

La vuelta del ejército libanés

Por E. F.
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Soldados libaneses desembarcan en Tiro para ocupar sus posiciones.

Subiendo hacia el este, la ruta departamental corre junto a la frontera pegada como una sombra. El éxodo es evidente y no faltan los contrastes. En muchos de esos pueblitos aún están intactas las veredas medio rosadas que los israelíes construyeron cuando ocuparon el Líbano en 1982. El Hezbolá, como grupo de resistencia radical, nació de esa ocupación. Las veredas rosadas y los carteles de tela amarilla del Hezbolá juegan una apuesta desafiante. A medida que se sube hacia el este, las localidades están cada vez más desiertas. Afuera, a la entrada de los comercios que antes vendían de todo, las heladeras con las gaseosas se asemejan a cajas fuertes con joyas de mentira. Nada sirve. Alguna pareja de ancianos se asoma de tanto en tanto, sin miedo ni esperanzas.

Aihata, Aaitaum, Nabi Yuchaa, Blida, Meis el Jabal, El Manara, Marqurt er Ras, Yarune, Jbab el Arab habían vivido en una apacibilidad aparente, bajo la doble presión del Hezbolá y de los vecinos de Israel. Ahora viven bajo la tranquilidad del vacío. Muchas veces, las rutas se tropiezan con la frontera israelí, una extensión zigzagueante de alambrados y torres de antenas, de colinas románticas, de tierras quemadas y de caminos zurcados por huellas de tanques. Los pocos habitantes del lugar advierten con alarma: “No vaya por esa ruta, está en mal estado y llena de minas”. La ONU recién empezó esta semana el desminado de los campos y los caminos. Hay centenas de minas esparcidas en las zonas, las intencionales y esa obra maestra de la perversión militar que son las “bombas de subexplosión”, según el término técnico. Unos proyectiles que se desprenden de una bomba más poderosa y que constan de una cola de plástico, como la de un barrilete, que hace girar el proyectil en todas las direcciones y caer en cualquier lado.

El espectáculo más paradójico está en un lugar célebre: Kfar Kila, una localidad situada el un codo de la frontera con Israel conocida como la Puerta de Fátima. Por primera vez en los últimos 30 anos, el ejército libanés puso ayer los pies en la ciudad. Un jeep con dos militares recorrió Kfar Kila bajo los aplausos orgullosos de los vecinos. En las últimas tres décadas el ejército libanés fue un ente invisible en casi todo el sur. Su influencia empezó a decaer en 1968, cuando el sur pasó bajo control de los grupos palestinos. Con la invasión israelí de 1982 los uniformes libaneses se borraron de estas tierras. Luego del retiro israelí, que terminó en mayo del 2000, el sur estuvo bajo la influencia militar y religiosa del Hezbolá. El retorno de la legitimidad militar tuvo acentos heroicos. Tanto odio, tantas guerras entre vecinos cuyas sombras, en las noches de luna llena, caminan por las rutas del otro.

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