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El mundo|Jueves, 14 de diciembre de 2006
HABLA UNA DE LAS HIJAS DEL GENERAL CARLOS PRATS

“Respeto el gesto de Francisco”

María Angélica Prats tenía 27 años cuando asesinaron con explosivos a sus padres, el general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert, en Buenos Aires en 1974. Su sobrino, Francisco Cuadrado Prats, fue quien ayer tuvo la audacia de inmiscuirse entre los partidarios del ex dictador Augusto Pinochet y escupir su ataúd. A pesar de que no defiende la acción del hijo de su hermana Sofía, sí la respeta. “Es la forma de manifestarse que él eligió”, afirmó en diálogo telefónico con Página/12. Madre de cuatro hijos, admite que fue duro criarlos para que miren la vida con esperanza. “He llevado 32 años de mi vida buscando justicia en el caso de mis padres y tratando de formar una familia armoniosa”, indicó.

–¿Qué opinión le merece el acto de protesta que realizó su sobrino Francisco ante el ataúd de Pinochet?

–Francisco es un hombre adulto. Dentro de la familia mantenemos una línea de total respeto a lo que nuestros hijos deciden hacer. Esa es la forma de manifestarse que él eligió. Yo, en cambio, tengo otra edad y otra manera de ser. Hoy hablé con mi hermana Sofía, la madre de Francisco, y coincidió en que cada miembro de la familia hace su camino.

–¿Por qué cree que decidió expresarse de esa forma?

–Su acto refleja lo que ha ido sintiendo en todo este tiempo. El tenía cinco años cuando mataron a sus abuelos. Todos nuestros hijos han vivido esas muertes día a día, tanto en informaciones como en acciones que tenían que hacer sus padres. Francisco y el resto de nuestros hijos eran muy chicos cuando sus madres viajábamos a Argentina por la causa. Como madres tuvimos que ir abordando el tema de distinta manera a través de las diferentes etapas de su desarrollo.

–¿Cómo recibió su familia la muerte de Pinochet?

–Una de las cosas más difíciles de estos días es que las imágenes de televisión nos rememoran muchos episodios difíciles de nuestras vidas. A mí me tocó una situación muy fuerte con la muerte de mis padres. En esa época hicimos un esfuerzo muy grande por mantenernos visibles a riesgo de correr la suerte de otros detenidos. Hicimos muchas declaraciones denunciando todo, y creo que eso ayudó a que no nos detuvieran a nosotros también. Pero teníamos miedo permanentemente. En estos días volví a sentir aquellas sensaciones de ser perseguida, vigilada, y de que no sabía si volvía cuando salía de mi casa. Uno se da cuenta que oculta ciertas sensaciones, pero a la larga siguen ahí. Para el país es un momento de término de etapas muy oscuras, dolorosas y tristes. Tengo la esperanza de que este momento signifique el inicio de una etapa diferente.

–¿Qué cree que cambia con la muerte de Pinochet?

–Lo que quisiera que cambiara es la visión que tiene el ejército en este momento. El haber rendido honores a Pinochet es inconsecuente, ya que hay un nuevo ejército que ha hecho un esfuerzo enorme en reestablecer el valor de la democracia, la lealtad y la honestidad. Pero le rinden honores a una persona que no representa esos valores. No debiera haber sido así, ya que Pinochet se encuentra procesado por causas de derechos humanos y robo. Su muerte no puede ser ensalzada por un ejército que quiere retomar los valores de la democracia.

Reportaje: Virginia Scardamaglia.

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