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El mundo|Viernes, 19 de julio de 2002
OPINION

Con orgullo de perejil

Por Claudio Uriarte
Por fin José María Aznar se reencontró con su destino norafricano. Después de los alardes europeístas de nuevo rico pretencioso de un país que fue admitido a la OTAN y a la Unión Europea por una pura causalidad geográfica, los españoles están de vuelta en el lugar al que pertenecen: Africa. Eso no impide que, en un ejercicio de comicidad involuntaria, los diarios españoles no se priven de describir la reconquista del islote de Perejil con un tono épico y un despliegue de infografías que parecerían exagerados para Estados Unidos y su guerra de Afganistán, ni que se pase por alto que la “perfecta victoria militar”, “sin disparar un solo tiro”, por buzos tácticos, fragatas, corbetas y boinas verdes españolas aerotransportadas, tuviera como enemigo a sólo seis soldados marroquíes sin armas. No importa. De algo hay que enorgullecerse, y el provincialismo español –que nunca falla en destacar fuera de toda proporción el rol de alguno de sus nativos en la crisis internacional más remota– no se distingue en espíritu del engreimiento del adecentado gitanillo de La Moncloa, que no vacila en exigirle a la Argentina, como si él fuera Paul O’Neill, “un plan sustentable”. Pero, dejando a un lado a las comparsas del caso (porque Aznar es un adversario perfectamente a la par de Mohammed VI de Marruecos, el extravagante rey que lanzó la ocupación del islote para que coincidiera con la celebración de su boda), hay dos temas de fondo en la comedia que no están siendo observados. Uno es el Peñón de Gibraltar. Uno puede preguntarse por qué España niega a Ceuta, Melilla, Perejil y el resto de sus propiedades norafricanas la independencia que indignadamente reclama para Gibraltar, y la respuesta es simple: por la misma razón que los nazis aplicaban a Inglaterra el canon de Jesús, pero a Alemania el de Zaratustra. Sin embargo, la ocupación marroquí de Perejil se produjo justamente el mismo día en que el canciller británico Jack Straw anunció un principio de acuerdo con Madrid para compartir la soberanía de Gibraltar. Por eso, la Operación Perejil puede haber tenido como incitador algún sector británico (o gibraltareño) interesado en hacer fracasar el acuerdo sobre el Peñón. El otro tema concierne a la grotesca operación militar de reconquista. España, por este acto, ha puesto a toda la Unión Europea en curso de confrontación con el mundo árabe, razón por la cual Gran Bretaña y Francia ya han empezado a desmarcarse cuidadosamente de Madrid. Es que en Europa viven demasiados árabes -muchos presuntos terroristas-, y el mundo árabe es uno de los principales socios comerciales de Europa.

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